Antes de que los españoles pusieran el pie en la costa de Tarapacá –y no se sabe desde cuanto antes-, la caleta de Iquique estaba habitada por unos pocos indígenas que se dedicaban a la pesca y era frecuentada por los del interior que bajaban a comerciar con los de la costa. La otra actividad económica se realizaba en la pequeña isla situada al N. O. De la caleta y separada por unos 550 metros. Consistía en la extracción del guano de las aves marinas, del que la isleta era riquísima en esa época.
Los incas, como es sabido, daban al guano gran importancia como fertilizante y habían adoptado medidas severas para proteger a las aves e impedir su desbande. Hablando Garcilaso del esmero con que los antiguos peruanos trabajaban la tierra, dice: “En la costa de la mar, desde más debajo de Arequipa hasta Tarapacá, no echan otro estiércol sino el de los paxaros marinos, que los hay grandes y chicos, y nadan en bandadas tan grandes que son increíbles si no se ven… y es tanto el estiércol que ellos dejan que de lejos parecen puntas de alguna sierra nevada”.
Los españoles aprendieron de los incas el uso del guano en la agricultura, y aquellos que se instalaron en Arica, en los valles adyacentes y más al norte, empezaron a fortalecer sus tierras con “estiércol de paxaro”, extraído principalmente de aquel isleo rocoso frente a Ique Ique.
El padre Alonso Barba, escribiendo antes de 1640, decía sobre el guano: “Se saca de algunas islas que están en nuestro mar del sur, no muy lejos del puerto de la ciudad de Arica” … “el que se trae de la isla de Iquique es de color pardo oscuro, muy parecido al tabaco molido, aunque de otras isletas que están más cercanas de Arica se saca de color blanquecino…”.
Tres cuartos de siglo después de esas referencias de Barba, el navegante francés A. Fco. Frezier emprendió un viaje a las costas de Chile y Perú, que recorrió entre los años 1712 y 1714. Le sorprendió a Frezier la gran cantidad de guano acumulado en la isleta iquiqueña, del que, según su relato, se cargaban anualmente 10 ó 12 buques desde hacía más de 100 años, “y apenas se nota que la isla haya disminuido de altura”. Agregaba que a ese guano se debía la fertilidad de los valles de Arica, Tacna, Sama y Locumba, especialmente en el cultivo del ají, maíz y trigo.
Alcedo, en su diccionario geográfico de las Indias Occidentales que empezó a publicarse en 1786, menciona también la pequeña isla al decir que “en ella se coge con abundancia el huano, que es el estiércol de cierto paxaro marino, con que fecundan y estiercolan las tierras”.
El trabajo de extracción del abono, en ésa como en otras islas, era realizado por negros esclavos. Una vez puesto en las balsas de cuero de los changos, éstos lo descargaban en la caleta, siendo de aquí transportado a lomo de llamo a la Pampa del Tamarugal, a Pica, la quebrada de Tarapacá y otros oasis. Pero la mayor parte se llevaba en barcos a Arica para ser distribuido en los valles ya nombrados.
Se le llamó durante la Colonia, y posteriormente, Isla de Iquique; también Isla Blanca. Cambió de nombre en la era republicana llamándosela entonces Isla de Cuadros, debido a que su explotación era monopolio de un señor de ese apellido. Don Manuel Ascencio Cuadros, que habíase dedicado empeñosamente al negocio del guano, explotó también el de la Caleta de Cocotea, mucho más al norte. Los Cuadros se convirtieron en los señores de la isla que pasó a ser su propiedad particular.
Mientras tanto, Iquique se poblaba; el nitrato de soda llegaba del interior para ser embarcado en la caleta, la que, de antiguo centro de pescadores indígenas, se convertía en ciudad importante y activo puerto salitrero. Todavía en ese tiempo los changos se instalaban en la isla para dedicarse a capturar animales marinos, especialmente lobos, con cuyos pellejos fabricaban sus balsas. Los jóvenes y niñas de la familia Cuadros podían entretenerse viendo a los fornidos negros picando las capas de los depósitos guaníferos, y a los changos silenciosos embarcando el abono en sus cueros inflados y pintados de rojo.
En la década del 40 del siglo pasado, justamente cuando el Perú empezaba a enriquecerse con la explotación del guano, extraído de diversos lugares y sobre todo de las Islas Chincha, los depósitos de la isla iquiqueña, como los de Patillos y otros, estaban ya agotados o en gran parte disminuidos. Aunque en poca cantidad, se los explotaba todavía al mediar el siglo, ya que un cuadro de aproximadamente 1850 muestra un grupo de negros semidesnudos ocupados en esas faenas. Pero en el curso de la década del 50 se agotaron en definitiva debido a una explotación varias veces centenaria y en parte también a que la isleta había dejado de ser el lugar de descanso predilecto de millares de aves que antes la visitaban. William Bollaert, que le dedicó algunos párrafos en su obra “Antiquarian”, dice a este respecto: “La cantidad de aves marinas ha disminuido desde que han sido molestadas por elavance de una civilización importuna…” Agregaba en esa obra, publicada en 1860, que la isla habíase convertido en cementerio de los extranjeros. Poco antes de la Guerra del Pacífico se levantó en ella un faro de construcción francesa, que funcionaba con gas acetileno.
El nombre de Cuadros lo conservó hasta la Guerra del 79, pasando a llamarse desde la ocupación chilena Isla Serrano. Ha tenido, pues, esta isla una historia larguísima como aposento de indios y negros, lugar de pesca y de fabricación de balsas, y sobre todo como poseedora de las primeras guaneras trabajadas por los españoles a lo largo de la Colonia, habiendo en el curso de más de tres siglos cambiado tres veces de nombre. Hoy no tiene ninguno, puesto que no existe como isla.
El avance de esa civilización -importuna para los pájaros- de que hablaba el inglés Bollaert era el desarrollo de Iquique que a mediados del siglo pasado constituía una ciudad importante y gran puerto de embarque salitrero. El movimiento de los barcos, la actividad portuaria y el ajetreo de la población terminaron con la tranquilidad de los guanayes, pelícanos y demás aves guaníferas y los ahuyentaron definitivamente de ese lugar de la costa. Abandonada por los pájaros, terminó la importancia de la isla, y finalmente ésta -que había sido testigo de la historia de Iquique- pasó a ser un islote estéril y solitario. Los canales y surcos se llenaron de conchas y la superficie se cubrió de guijarros.
Volvió a ser útil cuando, a fines del siglo, se le unió por medio de un molo al continente y treinta años después se aprovecharía ese molo para uno más importante que sirvió de base a las faenas de carga y descarga del moderno puerto de Iquique, quedando unida a tierra firme. Así terminó la historia de la isla que los españoles veían blanquear como “la punta de alguna sierra nevada”.
Oscar Bermúdez Miral
Foto: Playas de Iquique. Este puerto goza de un mar templado todo el año. Su clima es ideal para pasar una temporada de descanso en invierno.
Croquis: “El puerto de Iquique visto desde la isla”. Dibujo de don Jorge Smith (1850)
Tomado de Revista En Viaje
Mayo de 1961.
Año XXVIII
Edición Nº 331