Ciclo de la Plata

ImagenEl yacimiento de Huantajaya, se encuentra próximo a la ciudad de Alto Hospicio, región de Tarapacá; específicamente hacia el oeste de la ciudad, por la ruta que conecta con la cárcel de Alto Hospicio, aledaño al cerro San Agustín.

Descripción general:

«En los cerros de Huantajaya situados en la Cordillera de la Costa, se descubrieron ricos minerales de plata. Fue el hallazgo más importante realizado en la época de la Colonia, aproximadamente por el año 1556 y su explotación durante el dominio español pasó por diversas alternativas. Se hizo más regular desde comienzos del siglo XVIII, aunque solamente se beneficiaban las capas superiores de las vetas. Trabajaban sólo a fuerza de barretas y empleándose gran cantidad de pólvora. En 1754 se comenzó a explotar las minas de Chanavaya, situadas frente a la caleta Pabellón de Pica; en 1776 las minas de Santa Rosa cercanas a Huantajaya y en 1779 las del Carmen, también en la Cordillera de la Costa. Todas estas minas tenían fácil acceso a la costa, pero tenía dificultades para aprovisionarse de agua. En un comienzo la obtenían acarreándola desde la desembocadura del Río Loa y en el siglo XVII desde Pisagua. Los españoles beneficiaban parte de los minerales argentíferos en el poblado indígena denominado La Tirana, situado en la Pampa del Tamarugal. Allí disponían de abundante agua y aprovechaban como combustible los tamarugos existentes en el lugar. En las minas trabajaba población nativa a la que se incorporó posteriormente el mestizaje.

En 1718 se reanudaron los trabajos en la explotación de Huantajaya, que habían estado abandonados hasta entonces. Entre los cerros de Huantajaya se encontraba la población y en su centro la iglesia colonial. Por 1826 la actividad minera era mantenida por algunos extranjeros y peruanos que en su mayoría se dedicaban a explotar los desmontes en los que había aún abundancia del metal que no había sido aprovechado durante la Colonia»

Fuente: Zlatar Montan, Vjera (2001). Los croatas, el salitre y Tarapacá. Oñate impresores. Iquique. http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0037185.pdf

El redescubrimiento del mineral

«El redescubrimiento o, más precisamente, el descubrimiento de nuevas vetas de plata en el mineral de Huantajaya, se realizará hacia 1717-1718 según crónicas y fuentes históricas, aunque un viajero y cronista de aquel siglo, Frezier, se refiere al hallazgo de minas de plata cerca de Iquique en 1713. Desconozco si acaso hablaba del mineral que aquí describo, lo ubica a 12 leguas desde Iquique, cuando Huantajaya está en realidad a sólo dos.

Como sea, el yacimiento huantajayino fue redescubierto por el indígena oriundo de Mamiña, don Domingo Quilina Cacamate, quien trabajaba a las órdenes de su patrón don Francisco de Loayza, habitante del poblado de San Lorenzo de Tarapacá que amasaría fortuna con esta actividad y también llevaría una larga época de prosperidad para este pueblo al interior de la Quebrada de Tarapacá, tanto así que llegó a ser la capital provincial cuando Iquique todavía era sólo una pequeña aldea costera, como ya vimos. Por el año  1727, la producción es tal que permitió potenciar a la Caleta El Molle como centro de abastecimiento y de embarque, mientras que el Oasis de Pica pasó a ser el lugar de residencia o descanso de muchos adinerados socios de explotaciones de la mina.

Don Francisco de Loayza inició la explotación de la mina y su mejor época de riqueza, la que aún se hallaba casi superficialmente. Le siguió en el negocio su hijo Bartolomé, quien trabajó especialmente la mina San Simón y fundó la compañía explotadora de Huantajaya. Éste sacó de un tajo poco profundo de 22 varas de largo, la cantidad 54 mil marcos de plata pura en barra, creyéndose incluso que sus trabajadores le robaron cerca de 30 mil, según estimaciones de Mendizábal. En alguna ocasión hasta encontró una «papa» de plata pura de 32 quintales. Más «papas» espectaculares en tamaño y peso salieron de este sector conocido como El Hundimiento, con tres bocas-minas y que todavía puede ser identificado entre el abandono y el olvido del lugar.

Se unió al negocio también don Basilio de la Fuente, otro residente del pueblo de Tarapacá recordado como un gran filántropo, que financió la reconstrucción de la Iglesia de San Lorenzo de Tarapacá y la de Camiña, y que daba asistencia a los pobres indígenas de la zona. Otras familias tarapaqueñas ligadas al negocio huantajayino fueron los Vilca, los Flores y los Castilla.

Cabe añadir que muchos mineros del Alto Perú emigraron por entonces a estos territorios portando sus propias tradiciones y folklore, para trabajar en la explotación de minas de plata como la de Huantajaya, y también en las auríferas de Sipisa, fundando un pueblito en la Pampa del Tamarugal conocido como Tihuana, correspondiente en nuestros días a La Tirana, sede de las fiestas religiosas más importantes de Chile, consagradas a la Virgen del Carmen y con una enorme fusión de elementos culturales donde destacan los de origen altiplánico, por esta razón. La época de Huantajaya, así, tuvo consecuencias para la propia identidad regional-nacional y sus manifestaciones en el folklore religioso del Norte Grande.

La época dorada en el siglo XVIII

La mina de Huantajaya dio un impulso proto-industrial a todo el territorio, que alcanza su cima en el siglo XVIII. Una gran azoguería que amalgamaba con mercurio el mineral, por ejemplo, se encontraba en Tilivilca, unos pocos kilómetros antes del pueblo de Tarapacá, existiendo aún sus ruinas junto al camino de la quebrada. Incluso parece haber un primer respaldo importante en la relación de la imagen y el culto a San Lorenzo con el mundo minero, del que es su Santo Patrono, gracias a la influencia de Huantajaya.

También había en la Quebrada de Tarapacá molinos de rocas y fábricas de pólvora para ser usadas en las faenas mineras; de hecho, antes de iniciada la fiebre calichera que tanto caracteriza a la historia de la región, el salitre era utilizado por esto mismos mineros ya entonces, para los necesarios explosivos requeridos por la actividad huantajayina, usando procedimientos que fueron base a la posterior tecnología de la industrial del nitrato.

La abundancia de plata era extraordinaria y realmente parecía inagotable. Lo seguía siendo aún cuando se acabaron las vetas casi a ras de suelo y se explotaba ya el material más profundo, lo que demandó más cantidad de trabajo por la dureza del terreno rocoso en que se hallaban. Bermúdez Miral agrega al respecto:

«Un cronista de Huantajaya, don Pedro de Ureta y Peralta, habla de dos «pepitas» extraídas en 1758 y 1789, una de las cuales era de 32 arrobas, pertenecientes a una de las minas de los Loayza. En el Museo de Madrid existe un trozo de plata extraído a mediados del siglo XIX que pesa 265 libras, pero se sabe que en 1792 se remitió a España una enorme «papa» de plata cuyo peso alcanzaba a 800 libras… La época más célebre de Huantajaya, porque entonces las minas dieron su más alto rendimiento, comprende de 1718, con los trabajos emprendidos por Bartolomé Loayza, hasta 1746″.

Un pueblo completo creció alrededor de las instalaciones del yacimiento y así, al poco tiempo, el lugar se había convertido en una verdadera ciudad-enclave, también anticipándose a la época de las oficinas salitreras. Las cómodas y numerosas casas se construían con bases y sillares de piedra con mortero, y se edificaba encima con madera, roca y argamasa. El transporte del mineral se hacía en mulas, y el agua dulce era obtenida en las vertientes de la costa o desde el río Loa y luego el Pisagua, frecuentemente desembarcada en el puerto, y llevada hasta el poblado subiendo por la cuesta, circulando entre la comunidad en grandes odres y botijas de cuero que abundaban allí. Productos agrícolas son enviados desde la Quebrada de Tarapacá y Pica, además de alimento para los animales».

Fuente: URBATORIVM. Crónicas y apuntes de exploración urbana de un chileno viajando por la Metropósfera; en http://urbatorium.blogspot.com

Para saber más: – http://urbatorium.blogspot.com/2013/03/huantajaya-la-epopeya-olvidada-de-la.html – Gavira Márquez, María (2005). Producción de plata en el mineral de San Agustín de Huantajaya (Chile), 1750 – 1804. En Chungara, revista de antropología chilena. Vol. 37 Nº 1. Arica: Universidad de Tarapacá en: http://www.scielo.cl

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