Ciudad tatuada

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«Cindy, te amo, regresa», es la frase que estuvo pomposa en la calle San Martín entre Vivar y Ramírez de Iquique. Alguien dijo que las paredes son las pizarras del pueblo, aludiendo con ello a la necesidad que tiene la gente de expresarse y que no cuenta con los medios. Los marginados, los que carecen del poder de la televisión, la radio y los periódicos, hallan en las paredes y en los baños públicos extensas praderas para hacer crecer el césped de la palabra. Palabra que contiene rabia, humor, ironía, descontento y es libre de censura.

Escribir en las caras visibles y no visibles de la sociedad, es algo tan viejo como el hombre. Ya nuestros abuelos, los hombres primitivos, escribían y tallaban en las paredes, lograban comunicarse con las entidades sagradas. Oraciones de piedras y alma con un único destinatario, lejano y cercano a la vez. Hoy los murales y rayados de Tarapacá muestran la riqueza cultural de nuestro territorio, dando cuenta de la inmensidad de aristas que componen nuestra identidad. Te invitamos a revisar nuestra galería para conocer los murales de Iquique y la región.

Visita nuestro álbum completo en Flickr de la Ciudad Tatuada.

Lo que sigue es una caracterización de la retórica de las calles a partir de la década de los sesenta, con una breve descripción de lo que la infancia hace con las paredes.

La Retórica de la Infancia

La infancia y sus habitantes también pintaron y rallaron paredes. Son populares las frases ligadas al mundo del sexo. Frases como «Pico para el que lee», son posibles de encontrar en cualquier pared, más aún si está cerca de la escuela. Frases como la antes citada constituían una ofensa a nuestra virilidad en formación. Pero también es posible hallar toda una serie de dibujos acerca del hombre y de la mujer, tomados de la mano. Mientras que dibujos de juguetes y de animales constituyen también motivos para adornar las paredes.

La Retórica de los Sesenta

En la década gloriosa -y hoy de moda- de los sesenta, de la nueva ola, de la citrola, del Mayo de París y de Fidel Castro, de los cambios a toda velocidad, las paredes estoicamente soportaron las ansias de los que querían acelerar el paso de la historia y de aquellos que querían retrasarla. El Mayo de París con sus escuetas pero certeras frases, dice: «si pienso que nada debe cambiar soy un imbécil», «sean realistas pidan lo imposible” o “la imaginación al poder”. Estas y otras frases ayudaron a poner en jaque el orden social de la vieja Europa. La semilla de la revolución cubana ayudó también a escribir sobre las paredes consignas políticas. Pero, los rayados eran más que nada de propaganda a tal o cual candidato. Es célebre en este sentido, observar como en algunas calles el tiempo ha descascarado la pintura, y tras de los nuevos rayados aparece la X de Allende o la propaganda de antiguos candidatos a parlamentarios.

La revolución cubana, las revolución de las flores, la revolución chilena con empanadas y vino tinto, le otorgaron a las calles de Chile, un colorido especial. La Brigada Ramona Parra del Partido Comunista pintó sus murales con vivos colores, en una mezcla de arte y política interesantísimo. Los otros partidos de izquierda rayaron paredes con sus consignas más preciadas como el «avanzar sin transar» del Partido Socialista, o «elevar la producción es también hacer la revolución» del Partido Comunista. Eran tiempos politizados donde la sociedad chilena se dividió en dos bandos casi irreconciliables. La derecha que pintó las calles carecía de la metáfora, pero sus mensajes fueron efectivos: rayaron «Yakarta viene».

La Retórica de los Ochenta

Los ochenta están marcados por la doble combinación del discurso político-partidario anti-pinochet, con aquellos provenientes del mundo juvenil que busca nuevas formas de expresión, y que en algunos casos coinciden en su formulación política, con el desgano y la apatía de la época del dictador. Los clásicos «No más represión» coexistían con el discurso hippie del «Dale una oportunidad a la paz». Pero, en Santiago son bastante llamativos los rayados del brigada Chacón del Partido Comunista, que con un claro sentido del humor, ponían en las calles sus mensajes. Fue el caso de la visita del Papa Juan Pablo II a Chile que provocó que esta brigada rayara «Papa llévatelo».

La Retórica de los Noventa

La juventud de hoy, quizás huérfana de proyectos políticos, desencantada, raya las paredes con los nombres de sus astros de rock. U-2, Shama, etc. Otros jóvenes con otra rebeldía, con causa o no, eso no importa, rayan el nombre de sus grupos, de sus pandillas: Los Shortas, los Tizas o de sus barras. El garra o Los de abajo. La rabia, el humor o las dos cosas, no lo sé, hizo que alguien cerca de la Universidad Arturo Prat, en la ciudad de Iquique, rayara «Coopere con los pacos, péguese solo».
El gobierno y los partidos de la Concertación amarrados por los equilibrios políticos, no rayan nada, quizás porque no tengan que rayar, o bien porque tienen ahora acceso a la radio, la televisión y la prensa.

Sólo la izquierda, aquélla que no está en la Concertación (siempre y cuando aceptemos que hay izquierda en el gobierno) sigue usando su sagrado derecho a rayar. En algunas paredes de Iquique, con gracia y sin ideologicismo, ponen: «Democracia a media, vale callampa». Otros como la Brigada Chacón en Santiago, atónitos y con rabia escriben: «Dónde están los que le pecharon a Hoenecker», en clara alusión a la negativa de asilo del gobierno chileno al que fuera el hombre fuerte de la ex-República Democrática de Alemania.

Al declararse la Guerra del Golfo Pérsico, en un costado de la Escuela Santa María de Iquique, apareció el siguiente rayado: “Diecisiete años de dictadura, comenzó la tercera guerra mundial… Linda la hueva”. Clara expresión de desánimo.
Pero las paredes también convocan a la religión, sobre todo a los grupos religiosos con vertientes mesiánicas y milenaristas. En una calle de Arica es posible leer «No está clavado en una cruz, no está en un ataúd: resucitó». En esa misma pared dicen «2000 años de victoria», para concluir «por una ciudad limpia, no de muros, sino de corazones». O el claro y expresivo «Cristo viene, prepárate». Son estos rayados expresiones de un siglo que se nos va, y de un grupo de hombres y mujeres que anuncian la venida del Mesías.

Además las paredes coexisten ahora con el discurso amoroso. La retórica del amor escribe «Cindy, te amo, regresa», o «Paula, te amaré toda la vida, lo juro». Expresiones que delatan la necesidad de la comunicación pública, y que buscan la complicidad del que lee. Además todo un amarre público frente a la tal Paula. Otro más impúdico, rayó cerca de un colegio católico «Luna, te deceo», así con «c». Pero la política sigue en vigencia. Rayados contra el Nafta así lo expresan «Nafta, la nueva pomada para vender la Patria», es un ejemplo de ello.

El tema de la droga también ocupa un lugar importante dentro del paisaje urbano. Cerca del barrio Matadero de Iquique, en un lugar de tráfico y consumo se observa el ya clásico, pero inefectivo «No a las drogas». Como contrapunto en Serrano con Arturo Fernández, un adicto rayó: «Viva la angustia». En Ibague, en Colombia, apareció el siguiente rayado: «Mi abuela dijo No a la droga, y se murió”.

En Iquique, en las faldas de nuestro cerro Esmeralda, un nuevo rayador de paredes, raya-ilumina las noches, con letras saltarinas y a veces coloridas. El cerro ahora desencantado ha perdido el misterio que la noche le otorgaba. Es el neoliberalismo que se ha instalado para anunciar “las buenas nuevas” de la sociedad de consumo.
En la Universidad Arturo Prat de Chile, un loco, un utópico, de esos que nos hacen falta, escribió un poema cuya musa es una alumna de sociología. En su parte más lograda, dice: «leyendo diez poemas/ olvidé tus mil pecados/ como no sirves para este mundo/ un mundo nuevo te he inventado».

Por último, un fenómeno que no tiene porque ser curioso. Rayados en torno a la figura de Kurt Cobain, el cantante de Nirvana, que se suicido en 1994 con un certero disparo de escopeta en su boca. “Kurt, le canta a los corazones rebeldes” es la consigna. El nuevo héroe de los 90, que muere hastiado de tanto éxito, y de no saber que hacer con él. Algunos jóvenes lo ven como el único modelo y camino a seguir. No sería raro que pronto se viera la triada Jesús-El Che-Cobain rayada en las paredes de nuestras ciudades. En Lima, los salseros que se niegan a creen en la muerte del gran Héctor Lavoe, escribieron «Héctor Lavoe Vive».

Las calles y sus paredes expresan, ya lo hemos visto, estados de ánimos y motivaciones de grupos invisibles que buscan, en esos lugares, la forma de hacerse visibles. Son actores sociales marginados, pero con una claro uso del espacio público para manifestarse. En ese sentido son bastantes eficientes en el uso del lenguaje y de la metáfora, y también de la oportunidad para expresar sus ideas.

Resulta interesante resaltar también el peculiar uso de la grafía empleado para estos fines, y que esperamos en el marco de un nuevo trabajo encarar. Son formas quebradas de escribir tal como lo hacen los miembros de la Garra Blanca del Colocolo, un equipo de fútbol chileno. Algunos han visto en esta forma de escribir una modalidad satánica. Por lo pronto creemos que la lectura de los mensajes de las calles nos han de ayudar a comprender mejor en qué están los jóvenes.

Por Bernardo Guerrero J. 1996. 

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