La Isla de Iquique

Según estudios científicos interdisciplinarios, los grandes sistemas político-económicos andinos fueron capaces de superar las limitaciones que imponía la naturaleza gracias a la alta capacidad fertilizante del guano de aves marinas que permitió obtener extraordinarios índices de productividad y asegurar el sustento de sus poblaciones (Santana 2021).

Desde luego que el fenómeno en referencia se repitió de manera igualmente venturosa en el Desierto de Atacama, correspondiendo a su costa un auspicioso rol como espacio de extracción y circulación de tan milagroso abono.

El cronista Garcilaso Inca de la Vega (1609) relata que el imperio Inca había establecido una estricta reglamentación con respecto al uso del guano. Una celosa política ecológica de preservación, sobre todo en la época de nidificación y cría de las aves marinas, ya que “a nadie era lícito entrar en las islas so pena de la vida, porque no las asombrasen y echasen de sus nidos. Tampoco era lícito matarlas en ningún tiempo, dentro ni fuera de las islas, so la misma pena” (Garcilaso de la Vega 2017:300).

Del mismo modo,  la extracción en cada isla estaba asignada a uno o varios distritos bien determinados, con penas implacables para los infractores: “So pena de muerte, no podía el vecino de un pueblo tomar el estiércol ageno, porque era hurto; ni de su mismo término podía sacar más de la cantidad que le estaba tasada” (Garcilaso de la Vega 2017:300).

Sin duda que tan rigurosa normativa debe haber implicado tareas de vigilancia. Asimismo, las caravanas transaltiplánicas (multitudinarias en personas y llamos de carga) han demandado expresas providencias logísticas en materia provisión de agua, alimento y forraje. Ejercicio que nos hace imaginar la caleta de la Isla como una especie de factoría costera. 

Las mencionadas medidas de demarcación parecen haberse extendido latamente en el tiempo. Se cree, por ejemplo, que en la Colonia el guano de la Isla estaba reservado a los agricultores de Tarapacá, en tanto que los huatacondos lo sacaban de un sitio cercano a Huanillos, práctica que quedó significada con el topónimo  quebrada Los Huatacondinos. Por su parte, los quillaguas lo extraían de Punta de Lobos.

                        Un fragmento de tierra firme                    

Antes de ser unida a tierra firme para la construcción del puerto artificial (1928-1932), era una isla del tipo continental; es decir, vecina a la costa; de hecho, corresponde a un fragmento que se desprendió de tierra firme, quedando separada de ésta apenas por unos 325 metros. 

La Isla medía unos 675 metros de largo por 375 de ancho, tenía una altura aproximada a los 7,4 metros y alcanzaba el nivel máximo de 9,7 metros cerca del punto donde más tarde se instaló el faro (Vidal 1980:4), declarado monumento nacional en 1986.

Originalmente, la Isla debe haber estado contorneada de oscuros bordes enrocados; una superficie rugosa, cubierta por costrones de guano fosilizado, acumulado a lo largo de miles de años por las deyecciones de las aves marinas que allí desenvolvían su ciclo vital y servía a la vez como punto de escala a las colonias migratorias de larga distancia. Del mismo modo, tiene que haber sido una importante lobera.

Luego de la ocupación y el inicio de la actividad guanera en tiempos coloniales, subsistió en el sector Nor-Este, un sitio donde se congregaban patillos, motivo por el cual se le denominó “Patilliguaje”.

En el imaginario social iquiqueño del siglo pasado, se  asociaba este nombre al grupo de escollos, diecisiete en total, que se desprenden del cabezal norte de la Isla y se extienden por espacio de 250 metros en dirección a La Puntilla (Billinghurst 1886:88).

                          Olas, corrientes, bravezas

Pareciera que el mar siempre quiso resguardar («aislar») a la pequeña ínsula circundándola con una suerte de anillos de convulsivas mareas. Bien cercana está de la costa, pero vaya que costaba acercarse a ella. Ya lo percibió Antonio O’Brien en 1765:

“La distancia desde la Ysla a la Playa, y alguna parte de ella está toda llena de Lajeria, y es peligroso el desembarcar, porque solo ay una Angostura a modo de Canal, formada de las mismas Lajas, por la qual solo puede pasar una lancha con poca Carga, y no sin riesgo de desfondarse” (Hidalgo 2009:22).

Las lanchas a las que O’Brien  hace referencia son las emblemáticas balsas de cuero de lobo de los camanchacas y la angostura a modo de canal era una brecha de unos 24 metros de ancho, plagada de escollos

Para acceder a la Isla, los balseros camanchacas que tenían su caleta en la playa del actual barrio El Morro debían prodigar sus mejores destrezas náuticas para cruzar la angostura en sentido norte y posicionarse en la bahía y, a fin de enfilar ahora hacia el oeste, debían forcejear y superar los embates de corrientes y oleaje en constante colisión. Finalmente, podían enfrentar la isla por el noroeste y desembarcar por el único punto permisible: una playita de conchuela blanca (Vidal 1880:7).

La corrientes las manejan los vientos. De abril a julio predominaban los del norte, que muchas veces azotaban la Isla y generaban una ola que se dirigía a la costa; y entre agosto a noviembre, los del sur. Cuando reinaba calma, a partir de la hora del crepúsculo, comenzaba a soplar el Terral, viento nocturno que se descuelga por la quebrada de Huantaca (Vidal 1879:8)    

A fines del siglo 19, se apreciaba el siguiente panorama: con frecuencia, entre el Patilliguaje y La Puntilla «las reventazones forman una verdadera barrera que intercepta la comunicación de la bahia con el muelle principal (…) Durante los meses de Junio, Julio, Agosto y Setiembre son frecuentes las bravezas del Sur, que son las más peligrosas. En los meses de Octubre, Noviembre y Diciembre hay bravezas del Norte” (Billinghurst 1886:89).

Las olas llegaban generalmente del suroeste hasta el extremo sur de la Isla; ahí giraban y entraban en el canal, ocasionando un oleaje incómodo para el desenvolvimiento de las embarcaciones menores; mientras que las olas que azotaban la isla por el noroeste venían a chocar contra el Patilliguaje y también con las ondas que ingresaban por el canal desde el Sur, produciendo una convulsión descomunal (Cordemoy 1894:5).

Desde el Patilliguaje hasta La Puntilla se desliza una cadena de arrecifes sumergidos. algunos de los ellos tan temibles como los escollos denominados La Vaca y El Toro (Billinghurst 1886:9).

Hacia el año 1958, por haberse deslizado la nave demasiado hacia la costa (errores compartidos del práctico de bahía y el piloto), encalló a decenas de metros del muelle el mercante español «Monte Saja».

Las bravezas de mar tuvieron incidencias de consideración, como en febrero de 1879 en que uno de esos fenómenos se extendió durante una semana. De igual modo, se conocieron casos de barcos impedidos de entrar a la bahía por lapsos de entre 10 a 40 días (Billinghurst 1886:9,11). Todo ello se traducía en la interrupción de las faenas de embarque de salitre.

                                     «Una rica mina»

El nombre original de la isla sólo lo conocieron los camanchacas. En horizontes coloniales se le denominó “Isla del guano” e «Isla de Iquique».

En 1681, al cabo de una afanosa búsqueda de la Isla, el pirata John Waitling terminó por convencerse de haberla encontrado al avistar «un arrecife blanco». Más generoso fue Antonio Vásquez de Espinosa (1618), para ponderarla como «un islote pequeño» pero que, como él mismo destaca, constituía una “rica mina”.

En efecto, fue un tesoro incalculable en su calidad de depósito de guano, acumulado durante miles de años por las deyecciones de aves marinas locales y migrantes que en ella se estacionaban, 

Antes de alcanzar notoriedad como recurso económico gracias a su prodigiosa propiedad fertilizante, el guano de las islas del extremo sur del antiguo Perú posibilitó el sustento y supervivencia de amplias zonas del mundo andino, potenciando la agricultura de tierras altas, a la vez que procuró que las zonas bajas sirvieran de reserva alimenticia para los grandes centros hegemónicos como Tiwanako y Tawantinsuyo.

Los geoglifos son indicadores de las rutas seguidas por los circuitos caravaneros que venían a las áreas costeras a aprovisionarse imprescindible del abono orgánico.

De las prácticas culturales camanchacas es nada lo que sabemos. En la eventualidad de que hayan compartido usos rituales de los pescadores de la costa central del Perú, es probable que para su imaginario el aspecto rocoso y tosco de la isla haya representado personajes encantados, señores y divinidades (Rostworoski 1998:336).

Asimismo, puede que a los  pescadores ancestrales les impresionaran esos afloramientos de islotes diminutos que parecen rocas  flotantes o los arrecifes cuyos riscos asoman furtivos sobre la superficie del mar.

En igual modo de interpolación, cabe preguntarse si la Isla ha sido para ellos un eventual sitio de sepultación o acaso también de sacrificio de mujeres, sobre todo doncellas (Alayza 1949:7) .

                                 Sirvió de cárcel

Hacia finales del siglo 18, la Isla cumplió también la función de cárcel para todo el Partido de Tarapacá. Se sabe que en 1771 el gobernador Antonio O’Brien envió allí a Pascual Gusmán, acusado de ocupar ilegalmente terrenos en la localidad de Mocha (Moragas y otros 2010:89). Un castigo desmesurado, un verdadero confinamiento.

La Isla registra algunos hechos de conexión con el levantamiento tupamarista de 1781. El episodio de la recuperación del pueblo de Tarapacá tuvo como antecedente la formación y entrenamiento de un grupo armado de realistas establecidos en la Isla y fue en ésta donde Manuel Cuadros escribió un relato del sofocamiento de los insurgentes comandados por Juan Buitrón.

Tras esta derrota, los dirigentes tarapaqueños aprehendidos fueron confinados en la Isla del Guano. Hasta allí llegó también trasladado  líder principal de la lucha anticolonialista en Atacama, Tomás Paniri.

En marzo de 1781, Paniri, cacique y alcalde de Ayquina, había ido a Chiu-Chiu portando una credencial y una convocatoria extendidas por el propio Tupac Amaru, sin encontrar más que frialdad y distancia entre los más indígenas y mestizos más caracterizados de este pueblo, influenciados por la prédica del cura Alejo Pinto, quien se encargó de bloquear y dilatar la acción del cacique de Ayquina para finalmente tenderle una celada y ser capturado por los españoles.

Luego de un sumario en Chiu-Chiu, Paniri fue remitido “bien custodiado a los jueces de Pica, para que lo mantuvieran en la isla del Puerto de Yquique hasta que la Superioridad de Vuestra Alteza determinase en justicia lo que fuese de su Real Agrado; y habiendo dichos jueces tomado su confesión, declaró haber muerto cinco españoles y cooperado en la muerte de un cura, por lo que tuvieron por conveniente aplicarle la pena de muerte el catorce del próximo pasado mayo” (Hidalgo 2004: 268).

El líder atacameño yace en un punto desconocido y definitivamente sepultado por la instalación de materiales portuarios. 

Además de Isla del Guano e Isla Blanca, se le denominó Isla de Cuadros, aludiendo a la caracterizada familia iquiqueña. En realidad, lo de la posesión de la Isla constituye un asunto que no ha sido explícitamente esclarecido y sobre el particular sólo podemos extrapolar dos citas de Cuneo Vidal. Una, sin indicar fecha, alude a una convocatoria de la Junta de Almoneda de Iquique “para el remate de un sitio ubicado en la isla de Cuadros, o sea Patilliguaje” (Cuneo Vidal, Vol.XI: 138).

La otra, dice que con motivo de la Guerra del Salitre los descendientes de Antonio Cuadros (probablemente su nieto Manuel José Cuadros Viñas) ofrecieron la Isla a la armada peruana, a fin de que fuera utilizada en las operaciones bélicas (Cuneo Vidal, Vol.XI: 391).

En 1879 entró en funciones el faro construido por el gobierno del Perú. Es una torre cilíndrica de 22 metros de altura rodeada por cuatro tirantes de hierro fundido.​ Fue declarado monumento histórico nacional el 10 de abril de 1986.

Como se ha dicho, en 1929 entra en funciones el puerto artificial de Iquique, luego de unirse la Isla al continente y de haberse construido dos molos y el espigón. 

En 1946 la Armada de Chile instala en la Isla el Regimiento de Defensa de Costa N°1 “Almirante Lynch”, estructurado en base a galpones tipo hangar. Comprendía además un sector de viviendas para el personal y sus familias. Además existía una cancha de fútbol a la cual tenían acceso los civiles.

Actualmente, la Isla forma parte de la infraestructura portuaria como un terminal de contenedores.

Al ser unida al contine, la Isla quedó forzosamente convertida en península y ubicada en el extremo surponiente de la nueva área portuaria; pero aún así era posible apreciar el perfil perimetral que tuvo desde siempre.

Hoy su enhiesta torre, que se alza sobre los 22 metros, es testigo y referente póstumo suyo y de épocas quién sabe si mejores o peores, pero sí dignas de recordar.

Braulio Olavarría Olmedo

(LECTURA DE IMAGEN):

Panorama de la ex Isla, tras el retiro del Regimiento de Defensa de Costa N°1 “Almirante Lynch” y previo al desmontaje de infraestructura para ser utilizada como terminal de contenedores. 

Referencias bibliográficas:

Alayza y Paz Soldán, Luis: Islas del Perú. Revista Histórica, tomo XVIII, Entrega I. 1949.

Arriaga, Pablo José: Las extirpaciones en el Perú. 1621.

Billinghurst, Guillermo: Un estudio sobre la geografía de Tarapacá. Santiago, Imprenta de “El Progreso”. 1886.

Cordemoy, Camilo J. de: Estudio relativo a los puertos de Iquique, Pichilemu, Talcahuano e Imperial, página 5. 1894

http://biblioteca.cchc.cl/datafiles/26682-2.pdf

Cuneo Vidal, Rómulo: Diccionario      …, . Volumen XI. Impreso en el Perú por Gráfica Morsom S.A. Lima, 1978.

Hidalgo L., Jorge: Civilización y fomento. Chungara, Revista de Antropología Chilena, Volumen N° 1, 2009. https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext

Moragas, Cora, Julio Aguilar Hidalgo y Alberto Díaz Araya: Litigar y conservar. Política nacional y pleitos por tierra en San Antonio de Mocha (Tarapacá), 1760-1787. Diálogo andino 2010.

dialogoandino.cl/wp-ontent/upload/2016/07/rda_36-07.pdf.

Rostworoski, María: Las islas del litoral peruano. Actas del IV Congreso Internacional de Etnohistoria, tomo I. 1998.

Santana Sagredo, Lee-Thorp J.A., Schulting R. y M.Uribe:  El fertilizante de guano de ‘oro blanco’ impulsó la intensificación agrícola en el desierto de Atacama desde el año 1000 d.C.», presenta nuevos hallazgos sobre el desarrollo de grandes centros de población entre el 1000 y el 1450 d.C., en el norte de Chile. Plantas 7-2021. https://doi.org/10.1038/s41477-020-00835-4https://www.nature.com/articles/s41477-020-00835-4

Vega, Garcilaso de la: Comentarios reales. 2017.

Vidal Gormaz, Francisco: Estudio sobre el puerto de Iquique. 1880. Colección: Biblioteca Nacional de Chile. http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-9257.html

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