El pueblo de Tarapacá

Los escasos habitantes que aún quedan en el histórico pueblo de Tarapacá están muriendo a pausa. De acuerdo a la denuncia formulada por una delegación de vecinos que vino a la ciudad para hablar con las autoridades, la agonía del pueblo, que fue otrora la orgullosa capital de la provincia, se debe al abandono total en que se le mantiene no contando ni tan sólo con agua para beber o para sus menesteres más indispensables.

Hasta hace poco CORFO alentó para Tarapacá un plan de riego y fomento agrícola y ganadero que fracasó, así se supone, aún cuando nadie ha informado nada sobre el caso. Hubo esperanzas y hasta se organizó una Cooperativa que, al decir de los entendidos, funcionaba muy bien. Después de eso, el silencio, el olvido y la agonía. No hubo ni plan ni agricultura, ni progreso ni nada; tan solo muerte lenta y desesperada para quienes se aferran todavía a su pedazo de tierra reseca e improductiva.

Triste suerte para un pueblo que atrajo sobre sí la importancia de una capital de provincia y que alojó en sus viviendas a lo más rancio de la antigua burguesía dirigente. La última vez que visité el pueblo estuve en la que fue regia mansión solariega que habitó el Mariscal Castilla, uno de los mandatarios más importantes de la incipiente República del Perú; las ruinas del imponente edificio de la Intendencia o Centro Administrativo, recordado por la tradición como el Palacio de la Prefectura; admiré el Convento y Casa Solariega, construida a fines del siglo 18. Ahora es un almacén y en sus murallas se pueden leer todavía oraciones talladas. Alcancé hasta lo que se ha dado en llamar “Tarapacá Viejo”, lugar donde existió una aldea española, construida en el siglo 17 y donde vivieron los primeros colonos españoles que se dedicaron, precisamente, a las prácticas agrícolas, ahora muertas.

Fue imposible dejar de visitar la vieja choza, hoy refaccionada, donde murió el heroico Comandante Eleuterio Ramírez, cuyo monolito resguarda aún el sitio, aunque ya vacío de reliquias.

La Universidad de Chile, a través de su departamento de Arqueología y Museos inició en el pueblo un trabajo realmente encomiable destinado a destacar los sitios de atracción histórica que Lautaro Núñez, el inteligente Director del Departamento, calificó como una zona histórica única en Chile por la concentración de diversos sitios ligados a la Historia de Chile de manera indisoluble.

 Acaso este plan debe mantenerse y, a través de él, lograr el resurgimiento, por medio del turismo.

Cualquier cosa, antes que dejar que Tarapacá siga muriendo.

Las autoridades en un esfuerzo conjunto pueden y deben actuar, porque los chilenos no somos desagradecidos con la tradición que, finalmente, lo es todo.

Pueden y deben actuar porque un imperativo de humanidad y de patriotismo así lo exige.

Se lo digo yo.

Cipriano Rivas

La Estrella de Iquique

Sábado 13 de junio de 1970, Año IV, N°1291, p.4

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