“Hay que quemar el cielo, si es preciso, por vivir”. S.R.
Para nadie es un misterio constatar el hecho de que Iquique ha ingresado en el impetuoso mundo de la tecnología y el consumo ostentoso, de lo moderno y por ello de lo efímero, de lo que pasa rápidamente de moda. Para otros sigue siendo un misterio que todo aquello aún no conduce al bienestar material y espiritual, y que la flamante sociedad de consumo se edifica sobre el cadáver de lo más rico que tiene Iquique: su tradición.
El Entierro del Carnaval es una de las pocas supervivencias populares que es posible advertir en el bullicioso Iquique de hoy. La pureza de esta manifestación es dudosa, pero la adaptación que ha tenido en el momento actual es más que sorprendente.
Creo que la supervivencia del Entierro del Carnaval es un indicador del espíritu revitalizador que se tiene sobre la tradición, es una señal de valoración positiva sobre ésta. Es un grito de alerta que nos advierte del peligro que implica que se pierda el carácter cultural del iquiqueño. Pero más importante es el hecho de que surge como una protesta a la sociedad de consumo que día a día nos aprisiona más y más. La tentadora publicidad que nos obliga a hacer “malabares” con nuestros escuálidos presupuestos y que nos induce a comprar el artículo que más que llevarnos una necesidad sentida, nos da el “añorado status” que es el Dios de los publicistas.
¿En que hecho se puede advertir el elemento de protesta contra el consumismo en esta manifestación popular? Un examen atento del “mono”, es el santo de la procesión carnavalesca, no da pista. El “mono” es el símbolo de la sociedad de consumo, un Cuesco Cabrera provisto de un terno oscuro (¿), en el bolsillo de éste una tarjeta VISA, colgando del hombro un bolso deportivo Diadora y en los pies un televisor de marca dudosa, tan dudosa como el bienestar que pretende el vivir colgado al consumismo. A esta altura se podría pensar que todo estos es un acto de fe en la sociedad de consumo. Sin embargo, cuando se observa el destino del “mono” quemado y lanzado al agua, se cambia de punto de vista. Es la sociedad moderna y consumista que muere a manos de fuerzas naturales y de un valor mítico innegable tal como el agua y el fuego.
¿No operará el agua y el fuego como elementos purificadores y regenerador del Iquique consumista? De ser así nos demuestra que este Iquique no es tan bueno como se piensa, que está en descrédito y que precisa de sustanciales modificaciones.
El iquiqueño parece advertir el oscuro futuro consumista (¿el traje del “mono”?) y lucha por cambiarlo. De lo popular emerge algún esbozo de conciencia crítica y de acciones destinadas a enmendar el camino que se transita. Y el acto popular del Entierro del Carnaval es la advertencia de gente es capaz de quemar el cielo por vivir en la tradición que los enaltece como personas.
Bernardo Guerrero
La Estrella de Iquique 16 de marzo de 1980 p-4