Jorge Marín Rossel

(un empleado de 18 años)

Odisea de una familia de un detenido-desparecido
“Desde el 28 de septiembre, día en que desapareció mi hermano Jorge Marín, hemos estado viviendo en la incertidumbre, en la angustia y en medio de un dolor que a veces lo disfrazamos, pero siempre está presente; tener que vivir en el mismo lugar donde lo hacen los que lo detuvieron y lo torturaron y a veces encontrarlos frente a frente en la calle. Nos rebelamos y queremos gritarles su infamia. Pero es un grito sordo que nos aflora de la garganta y callamos. Por más de 16 años hemos guardado silencio. Ahora, junto con los cadáveres de Pisagua que gritan su verdad, llegó el momento de hablar”. Pese a lo dramático que resultan sus palabras, Ana Marín, hermana de detenido desaparecido Jorge Marín, conserva una serenidad fría, que impresiona mucho más por el luto que guarda desde el 28 de septiembre de 1973.
“Estamos contentos, pese a todo, porque una gran parte de la gente que como nosotros venía sufriendo esta pena tan honda, ha podido darle a sus deudos una cristiana sepultura. Ahora ellos saben dónde están sus muertos, pueden ir a verlos y llevarles flores. En el caso de mi hermano es más difícil porque es detenido desaparecido. Él no llegó a Pisagua. ¿Dónde está?”.

Jorge Marín, de 18 años de edad, miembro del Partido Socialista, trabajaba en aquella época como empleado portuario.

-¿En qué circunstancias se produjo la detención de su hermano?
-A las 9 de la mañana fue sacado de su casa -18 de Septiembre de 1088- por un grupo de militares. Uno de ellos, me recuerdo, se apellida Fuentes. Todavía suelo verlo en la calle.
-¿Hubo alguna explicación?
-Nada. Nos dijeron que no nos metiéramos y nada nos pasaría.
-¡Qué hicieron? ¿Trataron de ayudarlo?
-Como a las 11 de la mañana, fuimos con mi mamá al Telecomunicaciones. Allá nos dijeron que estaba bien y que tenía que declarar. Al día siguiente sacaron un bando diciendo que se había fugado con Williams Muller- empleado ferroviario, miembro del PS-, y que tenían instrucción paramilitar y que eran guerrilleros.

“Ese día –continúa-, cerraron el cementerio porque dijeron que podían estar adentro. A raíz de esa historia los culparon de la muerte del conscripto Pedro Prado”.

-¿Aceptaron?
-No, inmediatamente nos fuimos al regimiento y hablamos con un teniente de apellido Giordano. Él nos dijo que había desaparecido y ninguna explicación más.
-¿Y no cree que pueda ser efectiva la fuga y que ahora esté en otro lugar, en otro país?
-No, imposible, Sabemos que nuestro hermano está muerto. Un testigo, cuyo nombre me voy a reservar, nos contó que el último día, esto es el 29, le dio agüita. Estaba semidesnudo y golpeado.

Ana Marín narra que a través de informaciones que fue recibiendo de otros detenidos, estableció que un carabinero de apellido Barraza permaneció en el regimiento desde el 25 de septiembre hasta mediados de octubre, junto con el comandante de Pisagua, Ramón Larraín. “Se paseaba entre los presos y señalaba con el dedo a quien torturar. Ahora está viviendo en Calama”.

“Mi madre presentó una denuncia por presunta desgracia en el juzgado, pero no ocurrió nada. En busca de su hijo, empreño en el que no descansó jamás, también fue torturada y el 75 relegada a Tocopilla. En ese tiempo se desató una persecución terrible. Nosotros vivíamos en Latorre 1048. Llegaban en la noche, se metían y nos echaban al patio a pie desnudo y en camisa de dormir. Tuvimos que irnos. Se apoderaron de la casa y la convirtieron en un centro nocturno de ellos. La recuperamos, pero totalmente destruida.

Héctor Marín, hermano del desaparecido, explica que “un día yo me iba a Temuco porque aquí no podíamos seguir y fui detenido por Fuentes. Me apuntó con su metralleta y me quitó los pasajes”.

La Estrella de Iquique
6 de junio de 1990
Página 5
Fuente:  http://www.memoriaviva.com

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