Esta ciudad amarra como los amores adolescentes. Se te queda prendida en esos recovecos del alma que son muchos; tiene callejones y avenidas. Mientras estás aquí, en sus barrios, playas, canchas, esquinas, fuentes de soda, todo parece fluir normalmente. Saludamos de una esquina a otra y el avísale abre puertas y ventanas. El otro te responde con su contraseña: avisándole. Somos alaracos. Extrovertidos dicen los especialistas. ¿Qué saben? ¡No saben na!Pero cuando te llega el exilio en todos sus modos, el mundo se te mueve. Cuando recibes la noticia que debes irte a estudiar a otra ciudad, los ojos comienzan a llenarse de olas. Y nos da por cantar «Pero tú no has estado en Cavancha…». Los iquiqueños, a pesar de nuestra choreza, somos de lágrimas negra. El otro exilio, el duro, ese que te prohiben pisar las veredas de maderas es terrible. No sólo te duele Chile. Es más. Te duele Iquique. ¡Y ese si que es dolor! Iquiqueños por el mundo son como cazadores recolectores que se juntan frente al fuego, para acordarse de la historia larga del puerto. El 21 de mayo de 1879, el 21 de diciembre de 1907, los 16 de julio de cada año en la que se le cantan a la virgen del Carmen, no a la oficial, sino a la China, el 10 de agosto al Lolo, en el pueblo de Tarapacá. Súmele las gestas deportivas que son miles. La pelea de Godoy con Joe Louis, los iquiqueños basquetbolistas en la olimpiada de Londres, el gol de Jorge Robledo en Inglaterra. por ejemplo. Iquiqueños del mundo uníos…Iquique es cosa seria aunque sus habitantes no parecen serlo. Obvio, en Iquique el carnaval dura todo el año. La cuarentena es el auto-exilio. La muerte no es más que la prolongación de la vida. El sueño de los vivos, es ser enterrados con banda de bronces, «cantando desde el puerto hasta Cavancha» tal como afirma nuestro himno. Los nuestros se reconocen en cualquier parte del mundo. Andan diciéndoles a todos que son nietos de Wiracocha, compadres del Lolo e hijos de la China. Publicado en La Estrella de Iquique, el 3 de mayo de 2020.