Infancia y Muerte

Angela Sáez Ocares

Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Arturo Prat

Estudiante de Sociología. Primer Año 2023. Cátedra de Antropología Social y Cultural

Profesor Bernardo Guerrero Jiménez

Resumen

La muerte es un concepto, que nos habla sobre el final o término de la existencia del ser humano o del ser vivo si se quiere generalizar, sin embargo, se podría considerar un “Hecho Social” ya que el significado de la muerte se define social y culturalmente, es decir, la naturaleza de los rituales funerarios, el duelo y el luto reflejan la influencia del contexto social donde ocurre.

El luto es un símbolo cultural y una expresión formalizada de responder a la muerte, son actos que caracterizan a una cultura que están estrechamente relacionadas con las creencias religiosas, es así como el color negro se usa en señal de respeto y homenaje hacia quien partió, de igual manera la cruz simboliza la conexión de lo terrenal con lo espiritual, como una forma de bendecir y santificar el alma del difunto para que la llegada al cielo sea expedita.

En este trabajo se analizará la muerte dentro del contexto social y cultural que vivió Iquique, hacia finales del siglo XIX y principio del siglo XX. El Cementerio General N°1 y específicamente el pabellón de niños de 1907 – 1920 será el objeto de estudio para entender la cultura popular iquiqueña y el desarrollo social que se vivía en torno a este camposanto.

                                                                                                                                     

Cementerio General N° 1

Este trabajo se realiza en el contexto de una salida a terreno, en la asignatura de Antropología Social y Cultural de la carrera de Sociología de la Universidad Arturo Prat, con el fin de realizar una investigación antropológica de la muerte y de la cultura e identidad con la que se fue formando Iquique.

El desarrollo de las ciudades está estrechamente ligado a la instalación de plazas públicas, iglesias y cementerios”. (Guerrero, 2020) el autor plantea que además de la construcción de viviendas, calles y todo lo relacionado a la urbanización de un lugar, son muy importante los equipamientos de sociabilidades como es el caso de los cementerios.

 El cementerio N° 1, en sus inicios se emplazó a las afueras del sector norte de la ciudad en la calle 21 de mayo entre San Martin y Bolívar, donde actualmente se encuentran los barrios más antiguos de Iquique (Barrio Plaza Arica y Barrio El Colorado). Ocupa una superficie de 24.859 metros cuadrados, con aproximadamente 3.000 personas sepultadas, un dato interesante, es que originalmente fue destinado a las familias aristocráticas del Perú que habitaban en Iquique. Su fecha de fundación es desconocida, pero, en su interior, se puede hallar la tumba más antigua que data del 1862 perteneciente a Gabriela de Guasigalupe, también existe el registro donde aparece en el plano de Iquique, levantado en el año 1861 con el nombre de Panteón Católico, esto nos permite comprender que las religiones estaban muy marcadas y divididas ya que el panteón protestante se encontraba en otro sector de la ciudad.

Estas fechas, permiten contextualizar el tiempo histórico en que Iquique se empezó a construir, y todo indica que fue producto de la explotación del salitre a finales del siglo XIX, lo que hizo que las migraciones tanto nacionales como internacionales se asentaran en el Norte Grande dando origen a una multiculturalidad que se observa al interior del cementerio; bóvedas, mausoleos y nichos que en sus lápidas se encuentran gravadas las distintas nacionalidades (chinos, franceses, alemanes, ingleses, peruanos, italianos, yugoslavos, chilenos y españoles) nacionalidades que se interrelacionaban laboralmente en torno al salitre con la necesidad de buscar un futuro mejor.

El cementerio ha sido como un organismo cultural con vida propia, en sus inicios fue parte del nacimiento de una ciudad multicultural que utilizó el cementerio para sepultar a sus seres queridos, y a través de los rituales fúnebres dejaron plasmada su identidad, se puede observar que la arquitectura moderna traída desde el extranjero especialmente de Europa ha sido protagonista en los mausoleos y bóvedas de las familias adineradas de Iquique, las grandes figuras de ángeles de color blanco junto al más fino mármol hacen del cementerio una especie de exposición gráfica de lo que fue la identidad europea de esos años y que llegaban en barcos hasta el puerto de Iquique para ser parte de la ofrenda que los deudos entregan a sus difuntos. Otro material que se puede observar es el Pino Oregón, esta madera llegaba en los barcos que venían a buscar el salitre, la ocupaban para hacer peso y evitar que estos se dieran vuelta, en el puerto de Iquique la descargaban para llevarse el salitre. Es por eso que tanto en el cementerio como el casco antiguo de la ciudad se construyó con Pino Oregón, porque es una madera muy resistente y capaz de durar muchos años. La relación con la explotación del salitre y el cementerio es justamente el Pino Oregón ya que las tumbas más antiguas, las que datan del año 1862 están fabricadas con este material y también los nombres de las calles que se encuentran al interior del cementerio, todas ellas llevan el nombre de oficinas salitreras, lo que le da una identidad pampina al camposanto

           A su vez, quedan pocos vestigios de baldosas en algunos sectores del cementerio, que nos hablan de la necesidad de higienizar los pisos en aquella época y que hoy se ven contrastadas con la influencia de la Zofri en la utilización de cerámicas. Y así es como ha ido mutando la arquitectura e influencias en el cementerio; la madera dialoga con el mármol y las grandes estructuras talladas con figuras, relieves y curvaturas ostentosas. Las nacionalidades conviven armónicamente en los distintos pasillos en que las colonias se fueron organizando, las religiones ya no están separadas, sino que fueron capaces de cohabitar en un mismo lugar, así lo demuestra el mausoleo de Los Masones.

                                                                                                                                                

Pabellón de Niños

           Al interior del cementerio se puede apreciar que, hay tumbas, bóvedas, nichos y mausoleos de distintas culturas y nacionalidades agrupadas como colonias, o también pasillos de nichos que albergan a difuntos de distintos orígenes y rango etario, sin embargo, existe una pared larga que se llama Pabellón de Niños y está ubicada al sureste del cementerio, esta pared colinda con las calles Salitrera Kerima, Salitrera Mapocho y Salitrera Peña Chica. Son aproximadamente 180 nichos, y lo curiosos es que sólo hay niños con un rango etario de 0 hasta los 5 años, con data de muerte de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Los años de defunción en muchas lápidas se repiten dando a entender que algún suceso tuvo que haber ocurrido para que la mortalidad infantil en aquellas épocas haya sido alta.

             Entre el 1880 y 1920, en Chile se vivió la Cuestión Social y es en Iquique donde se ve con mayor énfasis los problemas sociales, al ser un puerto minero con auge en el salitre, las migraciones hacia la ciudad la convirtieron en un foco de enfermedades, los conventillos con total hacinamiento , la falta de agua potable y alcantarillados, la precaria atención de salud pública y el conocimiento insuficientes de las enfermedades y de costumbres higiénicas, dieron origen a la mortalidad infantil debido a las epidemias que abundaron en Iquique. Es una paradoja que en el territorio donde se extraía el salitre sinónimo de riquezas, fuera un lugar de extrema pobreza para el iquiqueño popular.

               El Iquique peruano conoció varias epidemias como la fiebre amarilla en 1868, que se produjo tras el terremoto de agosto de aquel año, y lo largo de los años también fue flagelo del Tifus, Cólera, Hepatitis A. Pero, no fue hasta el 1903 que, a través de los barcos que llegaban al puerto para cargar con salitre, se propagó la Peste Bubónica (Lo. 2015) la misma peste que eliminó casi la mitad de Europa en la Edad Media, esta vez se asentó en Iquique. Todas estas enfermedades son las causantes de la alta mortalidad infantil en Iquique, es esta la razón por la cual las fechas de muertes son tan cercanas. Lamentablemente el Hospital de Beneficencia atendidos por monjas, solo daba atención de caridad al pobre y el Estado no contaba con las políticas públicas adecuadas para intervenir en materia de salud.

                                                                                                                                                                                                                                                            Se puede interpretar entonces, que los niños que están sepultados en estos nichos provienen de familias pobres que vivían en precarias condiciones sin acceso a servicios básicos y que fueron víctimas de las consecuencias de la pobreza. En contraste se pueden ver lápidas de niños fallecidos en las mismas fechas que se encuentran en el pabellón de niños, pero, estos se encuentran sepultados en mausoleos o bóvedas, quizá fallecieron producto de las mismas enfermedades y sus familias tenían más recursos. 

En esta lápida, se puede observar que se trata de una lactante de un año, por su apellido Bucher, se podría deducir que su padre tiene ascendencia francesa, se podría tratar de un migrante que salió de Francia y llegó a Iquique en busca de nuevas oportunidades de trabajo y mejorar su condición de vida. Raymunda, al parecer fue víctima de una de las enfermedades anteriormente mencionadas, ella se encuentra en el nicho número 9 del Pabellón de Niños y sería una más del alto porcentaje de mortalidad infantil.

              En la lápida de Raymunda, se detalla una información que pasa muy desapercibida, pero, no deja de ser importante; en la parte inferior derecha está tallado el nombre de un señor; don Pedro Oliva y debajo de su nombre detalla su oficio, se trata de un escultor iquiqueño que trabaja el mármol, su firma es una de las 11 que se pueden encontrar en las lápidas del cementerio. En esos años, era habitual la presencia de los Marrmoleros en el cementerio (Cáceres, C.2020), se dedicaban a tallar la información del difunto, las frases con dedicatorias que les dedicaban sus deudos y plasmaban verdaderas obras de arte, con gustos estéticos neoclásicos y religiosos al incorporar una cruz. La lápida no solo tiene la función de ser una tapa para cubrir el nicho ni tampoco un simple letrero con la identificación del fallecido, sino que se  traduce en un símbolo cultural que tiene la función de demostrar el amor y la importancia que los familiares tenían hacia quien deja de existir, y es una manera de acompañarlo eternamente y mantenerlo ligado a la tradición cultural que tiene la familia, razón por la cual se puede inferir que los padres de Raymunda ven en la imagen de una rosa el recuerdo de su hija o quizá solo fue la inspiración de don Pedro

Oliva. Lo que sí es claro, es que los padres de Raymunda no estaban ligados a la iglesia o a alguna religión, ya que, en su lápida no hay una cruz como se ve en la mayoría de los nichos, quizá sus familiares eran ateos o creían en otro tipo de deidad, pero lo cierto es que, de esta simple lápida con escasa información, se pudo inferir en muchos aspectos de la corta vida de Raymunda.

                 Para concluir, la muerte desde el punto de vista biológico es lo más democrático que existe y no hay distinción alguna, todos pasaremos por ese proceso independiente de la raza, religión, clase social, etc. Sin embargo, son las familias, amigos y deudos los que sienten la necesidad de seguir conectados o apegados con sus fallecidos para de alguna manera poder sobrellevar el dolor que causa la pérdida del ser querido, es por esto que la figura cultural y simbólica que representa el cementerio es muy importante tanto para recordar a nuestros difuntos como para poder vivir el duelo y sentir que, aun estando fallecidos, siguen estando cerca a través del cementerio.

                 Por otra parte, el cementerio cumple la función de una extensión simbólica y cultural de cada familia ya que al igual como se construye la ciudad de los vivos y donde se ven marcadas las clases sociales dependiendo del sector donde viven y el tipo de vivienda que se construyen, en la ciudad de los muertos pasa algo similar, las bóvedas y mausoleos cuidadosamente decoradas y ornamentadas nos hablan de adquisición económica, clase media o alta y de un estatus social. Mientras que los nichos son opciones más accesibles para el resto de la población. Nuevamente son los familiares los que se encargan de hacer esas distinciones, de querer demostrar su identidad a través del cementerio.

                En cuanto al Cementerio General N° 1 pasa exactamente lo mismo, vemos plasmada en cada una de sus calles, obras, mausoleos, bóvedas y nichos la identidad y cultura del Iquique antiguo, a pesar de su evidente abandono, las distinción se puede ver a la perfección y nos permiten entender y conocer la historia de nuestra ciudad desde sus orígenes, de otra manera sería complicado, esta es la razón por lo que el Cementerio N° 1 cumple un rol historiográfico ya que nos muestra la historia del salitre, personajes importantes que fueron un aporte para la cuidad, vemos también parte de la historia de la Cuestión Social con la presencia de la antesala de los sindicatos es decir, las Sociedades Mutualistas y el Pabellón de Niños, vemos unos de los grandes acontecimientos que se vivió en Iquique; la Guerra del Pacífico y mucho más. Como reflexión diría que un camposanto no solo alberga a nuestros difuntos, también cuenta nuestra historia y exhibe nuestra cultura.

                                                                                                                Angela Sáez Ocares.

Sociología Universidad Arturo Prat.

Angelasaezocares7@gmail.com.

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