Evocaciones de un Aniversario:

88 años del Liceo de Hombres

El Liceo de Hombres de Iquique ha cumplido 88 años y con este motivo, hemos querido recordar los felices días, tal vez los más felices de nuestras vidas, pasados bajo su alero protector.

A pesar de que hace 44 años egresamos de sus aulas, nuestros recuerdos están vividos en nuestras mentes y al dar una mirada retrospectiva hacia esos felices años, no podemos menos que recordar con nostalgia, afecto y admiración, a los nobles rectores y profesores que guiaron nuestros pasos, que nos impartieron sus sabias enseñanzas y nos allanaron el camino para triunfar en la vida.

¿Cómo no recordar con afecto al Rector don Luis A. Silva, que era un monstruo para las matemáticas? ¿Y a don Romeo Salinas, que le sucedió en el cargo y que a su elegancia y bonhomía añadía su gran elocuencia que en aquellos días le valió estar conceptuado entre los 3 mejores oradores del país? ¿Y a don Germán Gaete Pequeño, que ocupó después la rectoría y que con los años llegó a ser Visitador de Liceos?

¿Cómo no recordar con cariño a don Juan Dávila Sobera, vicerrector y profesor de Historia y Geografía que conjuntamente con doña Carmen Aroca, profesora de Música, crearon el actual Himno del Liceo, que por su música y letra aún se canta y es conocido a lo largo de todo Chile, porque en cualquier rincón del país, siempre hay un iquiqueño que pasó por el Liceo de Iquique y lo sabe, lo recuerda y lo canta cuando está alegre y también lo canta cuando está triste y siente la nostalgia de su tierra? Dávila nos hizo clase hasta 1927, año en que fue llamado por su país natal para hacerse cargo nada menos que de la Rectoría de la Universidad de San José de Costa Rica.

Asimismo recordamos con gran cariño a Armando Fuentes (Juentes como le decíamos nosotros), profesor de Matemáticas y Física y a Carlos Cáceres profesor de las mismas asignaturas y gran concertista del Celio.

Vemos con nitidez a Monsieur Juan Torres, profesor de Francés, que en cualquier momento podía reemplazar sin mayor esfuerzo al profesor de Historia, Geografía o Filosofía que estuviera ausente.

Gran señor y personaje típico del Liceo lo fue don Temístocles Muñoz, que día a día lucía su inconfundible silueta en la puerta del Liceo, con sus pulgares metidos en su blanco chaleco, lidiando a diario con los incorregibles Hnos. Beuytía, Marcos Boero, Pancho Meza, el Chueco Berríos, Begliomini, Aparicio, el Chino Carreño, etc.

El chico Emilio Uscátegui fue también un señor en Ciencias Naturales. Era un exiliado ecuatoriano que también fue reclamado por su país para ocupar la Rectoría de la Universidad de Quito. Estábamos en el Liceo cuando se fue. Años después nos impusimos por la prensa capitalina que pasaba por Santiago en tránsito a Buenos Aires para dictar una serie de conferencias de su especialidad.

Julio Radrigán Rocco, fue otro gran forjador de liceanos. Prestigioso miembro del Foro Iquiqueño vestía con gran elegancia y lucía la popular “coliza” que se usaba en esos años y que el llevaba con tanto garbo como Chevalier. Era un formidable y exigente profesor de Inglés. Quieras o no, su exigencia nos hizo aprender bien el inglés, lo que nos permitía expedirnos con gran soltura en la lengua de Shakespeare.

Humilde personaje, pero no menos importante, lo fue también el portero Lucas Cortez Cuéllar, a quien admirábamos por su inagotable provisión de tiza en sus bolsillos y a quien envidiábamos por la exquisitez de los alfajores de miel que nos vendía su esposa. ¡Cuántas veces franqueamos subrepticiamente la puerta del Liceo, ya cerrada, con la pícara complicidad del buen Lucas, cuando llegábamos atrasados y el único camino que nos quedaba era el de regresar a casa!

Sería largo enumerar la larga lista de personajes que animaron la vida de nuestro antiguo Liceo, pero no podemos dejar de recordar con afecto a Armando Olmedo, Ernesto Márquez, Darío Vellino, Benicio Vásquez, Juan Andrade, Antonio Tagle, Pbro. Agustín Vargas, Srta. Bessie Hodge y Delfina Valenzuela, a don Jorge Manríquez, nuestro versado profesor de Castellano que no se cansaba de aconsejarnos, leernos cada día una página del Diccionario Castellano, para incrementar nuestro vocabulario y mejorar nuestra ortografía, a don Enrique Guzmán, profesor de Ciencias y Química, cuya versación le permitía recitarnos la materia que nos enseñaba.

¿Cómo olvidarnos de Ramón (Cacasa) Valenzuela, nuestro profesor de Trabajos Manuales, quien cierto día perdió su billetera en clases y nunca la encontró, lo que motivó que Alberto Boudeguez, hoy prestigioso médico, le improvisara la siguiente rima:

Trabajando, trabajando

En su mesa carpintera,

Por estar moscas cazando

Le birlaron la cartera.

Doña Carmen Aroca caminaba con pasito corto y nervioso. En la consabida Velada Bufa del Aniversario, no faltó el alumno que le cantara la siguiente copla:

Caminando a saltitos

Va doña Carmen Aroca,

Parece una gaviotita

Saltando de roca en roca.

Otra anécdota de esos tiempos felices data del año 1931. Recién había llegado el nuevo Rector don Germán Gaete Pequeño. En el 4° Año de Humanidades había un alumno de muy corta estatura, al cual llamábamos el “Chato Cabezas”. En la Velada Bufa de ese año, no faltó el chusco que [crancará] la inesperada talla:

– ¿En qué se diferencian don Germán Gaete Pequeño y el Chato Cabezas?

– No caigo.

– ¡Muy fácil! Se diferencian en que mientras don Germán Gaete es pequeño por la madre, el Chato Cabezas salió pequeño por padre y madre.

Gran y general carcajada premió la genialidad del alumno y esta talla fue recordada durante muchos años en las aulas del Liceo.

Pero si el Liceo tiene prestigio por la calidad de sus rectores y maestros, también lo ha tenido por la calidad de sus alumnos, en todo orden. El Liceo proporcionó grandes atletas que defendieron el prestigio y los colores iquiqueños en los torneos atléticos de esos años ya tan lejanos. Durante muchos años, la prestigiosa Academia de Educación Física se nutrió del excelente elemento humano que estudiaba en el Liceo. Recordamos entre muchos otros al Huaso Ahumada que fuera un gran lanzador de jabalina, a Tonko Zufic, formidable campeón en carreras cortas, a Charcheta Rivera, imbatible saltador en alto y largo. Eran números claves en los seleccionados iquiqueños que participaban en las justas zonales de esos tiempos.

En este someto “racconto” hemos querido recordar a algunos maestros que nos dieron información que tenemos. El Liceo ha sido un gran forjador de grandes valores que han dado prestigio al plantel y han contribuido y contribuyen al engrandecimiento de nuestra patria. Largo sería enumerar a todos los que dentro de su profesión han contribuido al progreso de nuestro país pero sabemos que a lo largo de esta angosta faja de tierra que es Chile, hay miles de profesionales, profesores, militares, marinos, carabineros, aviadores, etc., que han triunfado en sus profesiones y que han alcanzado prestigio, altos rangos y jerarquías en sus campos de acción y que son iquiqueños y que son ex – alumnos de nuestro viejo liceo.

¡Oh, querido Liceo! Como evocamos tu señorial silueta que fue abatida por la picota del progreso, en un día de octubre de 1970, cuando un numeroso grupo de ex – alumnos, muchos peinando canas, nos congregamos frente a tu puerta principal para darte nuestra postrer despedida. Vimos con emoción y dolor cómo se derribaba tu puerta para dar paso a la construcción de tu nuevo edificio. Ese día, cuando el crepúsculo ya se insinuaba después de cantar con emoción la canción “Yo tenía un compañero”, coreamos también embargados de emoción, las vibrantes estrofas de tu Himno:

La vanguardia de Chile hermanos

Nobles hijos de Tarapacá

En nuestro árido suelo glorioso

Las riquezas ocultas están.

Las mismas estrofas que un día cualquiera del año 1927 y cuando éramos unos mozalbetes, habíamos cantado por vez primera, cuando Juan Dávila y Carmen Aroca nos dieron a conocer el fruto de su creación.

Vayan al buen y excelente amigo Miguel Ángel Retamales, Cuerpo Docente y Para-Docente y alumnos de este plantel, nuestros parabienes y congratulaciones por el feliz acontecimiento que acaba de conmemorarse y pueden estar seguros que nos asociamos al júbilo, con todas las fuerzas de nuestro espíritu.

CARLOS AGUIRRE ARANCIBIA.- Licencia Secundaria, Año 1931.-

IQUIQUE, Septiembre de 1974.

El Tarapacá

Martes 24 de septiembre de 1974, Año LXXXI, N°25539, p.6, 2do cuerpo

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