Barrio El Morro

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Ostras Frescas Hay en los Baños de Bellavista. La Industria (Junio 6 de 1883)

El Morro, barrio popular, por excelencia, tiene como norte fundamental el mar. Es un barrio de pescadores. Sus históricas fronteras estaban, por el mar en la calle Isasa y por el cerro, Aníbal Pinto, por el sur, la calle Zegers Viejo y por el norte, Gorostiaga.

En la calle Isasa, estaba La Compañía de Alumbrado y Gas donde no hubo morrino que no haya robado carbón, ya sea para parar la olla, o bien, para parar la matinée en el cine. Al lado norte, y en la costa, estaba el Regimiento Dolores, que en la época en que civiles y militares eran amigos, prestaba su cancha para que el Morro jugara fútbol. La cancha del Regimiento Dolores -que se llamaba Regimiento Salvo- era el recinto oficial de este barrio en eso de jugar a la pelota.

Los Baños Bellavista, era el otro sitio de mayor concentración y recreación de este barrio popular. Era un Balneario, como el que existió en Cavancha y en La Serena, al lado de donde está actualmente la piscina Alcalde Godoy. En su infraestructura tuvo camarines, duchas y guardarropa. Ese era el tiempo en que los iquiqueños íbamos a la playa con pantalones largos, camisa, e incluso calcetines. Época en que éramos pudorosos, de allí, que era necesario contar con esa infraestructura. Fue famoso como administrador de estos baños, don Mario, «De los Baños» Martínez, salvavidas por naturaleza.
«Eso no es justo.- Los niños Felipe Morales y Juan de Dios González, habiendo ido anteayer á bañarse en los Baños de Bellavista, fueron despedidos por el administrador de ese establecimiento porque no le alquilaban a él la ropa, siendo que los muchachos la consiguen á cinco centavos en una casa vecina y en los mentados «baños para los pobres» no se le facilita á menos de diez centavos. Sabía esto el Señor Alcalde? Indudablemente nó. Pues ahora ya lo sabe».

El Nacional 13 de Enero de 1895

Caminando por la playa hacia el sur, y al llegar a donde está hoy la Intendencia Regional, hubo una animita, la del «Finao Vivanco» que se convirtió en un verdadero templo religioso de los morrinos. No hubo ningún morrino que no haya ido a pedirle algo. Este, al igual que las otras ánimas, murió en forma trágica. En vida fue cochero.

Pero, lo que define más al Morro es, sin duda alguna, su producto de exportación: el Carnaval Morrino. Conocido en todo Chile, y también en el extranjero, por las versiones que muchos morrinos en el exilio, cuentan de él.

Según me cuenta, mi profesor y amigo Manuel Castro Téllez, el Carnaval de El Morro, ha tenido, a lo menos, dos etapas, una la tradicional en que era sólo, Entierro del Carnaval, y otra, la moderna, que incluye elección de Reina y Festival de la Canción.

Nos dice Castro que fueron los hermanos González, los hermanos del famoso Checho González, los primeros en disfrazarse. En ese tiempo el Carnaval era organizado por la comunidad. Después, cuando lo tomó El Club Deportivo Unión Morro, se recuerda al Chiricaco, que ahora es suplementero, como uno de los primeros en disfrazarse. Y lo hizo de Cantinflas. También lo acompañaron el Chato Pedro, el Pitigallo, el Alfredo Taberna y El Jefe.

El año 1969, la juventud morrina, le da al Carnaval, nuevos bríos. En esta festividad se destacan Freddy Taberna -que venía a pasar sus vacaciones a Iquique- Manuel Castro, que se disfrazaba de Cura, el Tuto Belmar y el Pichón Taberna, hermano menor de Freddy.

La primera reina del Morro, fue la Monina Rivero. También lo fue la hermosa aún, Estrella Fuentes.

En ese entonces, para el Entierro de El Carnaval no había ruta fija, pero más que recorrido, sólo se trataba de llegar al lugar indicado. Se partía por Souper, por Gorostiaga bajaban, llegaban a la Plaza Prat, y en ese entonces cuando funcionaba la matineé del Cine Municipal, los porteros de este cine, también morrinos, les abrían las puertas, y los chayeros, ni cortos ni perezosos mojaban a cuanto espectador había. Esta escena, también la repetían con los turistas del Hotel Prat. Después tomaban Baquedano y paraban en el que fue el Cine Délfico y hoy es el edificio Atalaya, donde la idea era atraer gente de la playa, para luego tomar Vivar, bajar por O»Higgins y en los Baños Bellavista enterraban al Rey Momo. Ahora en la actualidad, se recorre sólo las calles del barrio. Esto último producto de un sentido de autoafirmación morrina expresada en la frase: «El Carnaval es nuestro y no tenemos porque andar por otras calles».

Por los años 40, según nos cuenta doña Juana Domínguez (1924) se jugaba al Carnaval, y para ello se sacaban las bateas a la calle, tambores de agua, todo esto después de almuerzo. El juego era a dos bandos según la calle que correspondiera.

En la noche, se jugaba con papelillos y harina, y también se hacían malones en las casas. Los días lunes y martes, salían camiones a la calle y mojaban a todos los que pillaban.

Al igual que otros barrios, el Morro, ha sido prolijo en eso de producir personajes que la memoria colectiva, jamás va a olvidar. Así por ejemplo, en Zegers Viejo con Souper, estuvo El Gringo Choche, quien fue uno de los primeros en traer las conocidas Chanchas o Wurlitzer. Famoso fue también el Bar de Antuco, donde por lo menos se mató a más de uno. Más tarde se transformó en la fuente de soda de La Chata Nelly, que ha sido uno de los lugares más importantes, donde los liceanos de la época iban a tomarse clandestinamente sus cervezas. Estaba ubicada en Zegers Viejo con Covadonga. Otros famosos personajes fueron El Piojo y El Cojo Figueroa.

Dentro de los personajes más antiguos figuran, el Gancho Guille, tío abuelo de los Taberna. Se dice que él es el creador del saludo iquiqueño más típico que existe, el avísale. Cuando encontraba a alguien le decía «Avísale Manolo». Otras de su frases era cuando veía a alguien borracho le decía «Lindita la que hay agarrao».

También se recuerda al Froilán, carretero que hacía los canchos en el barrio, a cambio de todo o de nada, ya sea un pantalón viejo, un sandwich de pescado frito o simplemente las gracias. Era un servidor público.

Rasputín, pescador y patriarca del El Morro, fue nadador eximio. Campeón de Waterpolo, fue el primero de este barrio en tener barba. Quizás Freddy Taberna se haya inspirado también en él.

Otro que siempre estaba sentado era el Chapalele. En la caleta era el jefe indiscutido, era una especie de Alcalde de Mar. No podríamos dejar de nombrar al famoso Pitigallo que más que una persona, era toda una generación, y cuyo nombre se transmite a través de no se qué misteriosos genes. El Padre, el Paisoca Soudre, cantor de tangos, siempre estaba en las fiestas. Los Soudre al igual que los Taberna son los apellidos clásicos de este barrio popular. En la adolescencia recordamos, por allá por el año 68, a Gloria Soudre jugando basquetbol en la Casa del Deportista, e integrando cuanta selección hubo.

Otro personaje de antología, es el Indio Huiro y los huirales. El Padre de la dinastía de los Huirales, cuando caía atrapado por las suaves garras del dios Baco, iba al mercado a comprar lo que hubiera, se iba en los coches Victoria, con sus hijos, la Princesa Marosky y el Príncipe Betún. En el coche Victoria se paseaban por El Morro y los habitantes de este barrio los vitoreaban al paso de los caballos. Los Huiros que vivían en el conventillo El Barril, producto del proceso de modernización que azotó y sigue azotando a Iquique, fueron erradicados a Las Dunas, cerca del cerro, lejos del mar, pero, los huirales siguen teniendo su corazón en el Morro.

Otros como el Choro Manteca, que se fue a la cárcel por pegarle a su mujer con un hacha, también fue importante. Le heredó la zapatería al “Estrate” Checura, más conocido como el Loco Checura. Los niños del barrio iban todos a escuchar las aventuras de este descendiente griego. Por último, y sabiendo que muchos quedan fuera, no podemos dejar de mencionar a los Care Cuchillo de apellido Ceballos, todos pescadores, uno de ellos murió en “la mar”. Para ellos, la mar es su vocación, son morrinos hasta la médula de sus huesos.

Aparte de los ya mencionados, merece un párrafo aparte, mi profesor de religión, y cura de todos los morrinos. El Cura Soto, o el Padre Chumingo. Este fue el cura, el amigo, el consejero. Estaba en la Junta de Vecinos y la madre de sus hijos en el Centro de Madres.

Cuando el Padre Chumingo entró en conflicto con la jerarquía de la Iglesia Católica, y ésta le quitó la Iglesia, el Morro entero se puso en pie de guerra. En la cancha de básquetbol, se le improvisó un altar, y el Padre Chumingo, desafiando la prohibición que caía sobre él, hizo su última misa.

Solidario el Padre Soto, después del golpe de estado, protegió gente perseguida. Se cuenta que para la Navidad y el año Nuevo, abrió las puertas de su Iglesia y tocó las campanas, para que el barrio ya traumado con las muertes del Freddy y del Chico Lizardi, pudiera juntarse al amparo del Evangelio.

El Padre Soto, era además, aparte de todo, un morrino. Del barrio se fue al Seminario y volvió a sus raíces. Bautizó al club, bendijo su estandarte, es decir, hizo todo lo importante por el barrio. Cuando el año 1988 muere, todo el Morro se desbordó por las calles para despedir a su pastor. Con su deceso, partió también una parte importante de este tradicional barrio.

Al iniciar su entierro, un morrino dijo algo más o menos así: «Ya no hay Morro, se murió Taberna, hasta las veredas son de cemento, toda la calle Wilson tiene veredas de cemento, antes eran de madera».

Fuente: Bernardo Guerrero Jiménez, Del Chumbeque a la Zofri, Iquique, Chile, 1990.

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