La literatura obrera nació en el Norte Grande. La novela “Tarapacá” escrita bajo el pseudónimo de Juanito Zola así lo demuestra. Su autor Osvaldo López y Nicanor Polo. Publicada en 1903 y destruida ese mismo año (fue reeditada el 2006, en Iquique por el Crear), establece las coordenadas de la escritura obrera que dará cuenta de los sueños y las pesadillas de los miles de hombres y mujeres que fueron a civilizar el desierto más árido del mundo.
No hubo escritor que no se haya impactado por el paisaje natural y humano que surgía de la combinación entre desierto y mar. Volodia fue uno de ellos. Y nos dejó como testimonio dos novelas. “Hijo del Salitre” y “Pisagua, semilla en la arena”. Sobre la primera reconstruye el ambiente que vivía la ciudad de Iquique en los días de la huelga. Las tensiones entre los dirigentes y las autoridades, los temores de la aristocracia salitrera y la prepotencia del abogado Viera-Gallo. La vida del comercio en los alrededores de la Plaza Montt y las tertulias en el Club Inglés son contadas con gran naturalismo.
El momento culminante de la novela, el de la matanza del 21 de diciembre, el diálogo entre el general Roberto Silva Renard y sus ayudantes, son descritos sin caer ni en la cursilería y menos aún en la caricatura. Un escalofrío recorre el cuerpo cuando las ametralladoras y luego las bayonetas le van quitando la vida a los inocentes.
A propósito de la conmemoración de la matanza en la escuela Santa María, releer Hijo del Salitre se convirtió en un acto obligado. Gracias a su amistad con Elías Lefferte, pudo escribir esa novela sobre esos hechos que la historia oficial silenciaba.
Volodia tenía muy claro algo que es necesario recordar. La política y la literatura tienen campos relativamente autónomos. Son dos cosas diferentes, aunque con puntos de encuentro. Y eso lo dejó claro a lo largo de su extensa obra.
Con la muerte de Volodia (1916-2008) desaparece un intelectual que supo tomarle el pulso al Norte Grande de Chile y a sus cientos de oficinas salitreras. Fue un testigo y actor de las grandes luchas obreras de nuestro país. Sus dos novelas ya indicadas, son claves para entender buena parte de la historia de los habitantes de esta parte del territorio nacional. No en vano el 21 de diciembre de 1907 y Pisagua estructuran buena parte de la historia política no sólo del Norte Grande, sino que de Chile entero.
Bernardo Guerrero Jiménez