Un libro necesario: Treinta y dos poemas libertarios nortinos para una sola antología:a 50 años del Golpe de Estado en Chile, 1973

Por Juan José Podestá

La escena literaria nortina de los años setenta y ochenta fue, como en gran parte del país, un movimiento a la contra, resistente: vital y agónico a la vez. La recopilación de los nombres fundamentales de la época fue el objetivo de Treinta y dos poemas libertarios nortinos para una sola antología: a 50 años del Golpe de Estado en Chile, 1973; libro publicado recientemente por Fundación Crear, compilado y editado por el abogado y profesor Jorge Paniagua y el sociólogo y cronista Bernardo Guerrero, respectivamente.

Este volumen —conformado por poemas desperdigados en revistas y pasquines que circulaban clandestinamente— está cruzado por balas, miedos, desapariciones e inmenso amor. Sobre todo, mucho amor a la vida, expresado en versos valientes.

Treinta y dos poemas… pone en vitrina a diez escritores imprescindibles de la poesía nortina:

Abre los fuegos Ariel Santibáñez (Antofagasta 1948-Santiago 1974), mítico creador de estos pagos, hecho desaparecer un año después del Golpe de Estado desde Villa Grimaldi. Su poesía está impregnada de una fuerza anclada entre la memoria y la vitalidad. El inicio de su poema “La primera muerte”, opera como irónico comentario de hechos futuros: “Mucho tiempo hubo que mis familiares / no supieron nada de mí: / yo no les envié ni pasajes ni postales / NOSOTROS NUNCA TUVIMOS NOTICIAS DE ÉL / HASTA / por fin regresé sin avisarles…”.

Walter Rojas Álvarez (Tocopilla 1958-2023) fue uno de los más interesantes creadores nortinos. Su libro Producto Geográfico Nacional —publicado en 1985— expresa una delicada imaginación y cierta levedad cargada de inaudita fuerza. Vaya el poema “Brevísima carta para tus ojos breves” como muestra: “Amor / Mañana te escribo acerca del horizonte / Hoy no hay tiempo / Hay que salir a la calle / Hasta que se vaya…”.

José “Mayo” Muñoz (Canela Baja, 1951) es uno de los referentes ineludibles de la creación literaria nortina. Dueño de un muy personal lirismo, es reconocido también por su infatigable trabajo por el desarrollo cultural de Tarapacá. Su poemario Alambradas rotas (1981) es ya un clásico nortino, al igual que su Poetas en dictadura: antología I Región de Chile 1973-1990, que viene a ser el antecedente directo del libro que ahora se reseña. De su poema “Tantas veces…”: “Tantas veces tuve miedo, amor. / Tantas veces temí caer / Desfallecido por el hambre / O que la mordaza artera de la muerte / Detuviera mi canto en una celda oscura…”.

Juvenal Jorge Ayala (Iquique, 1959) representa a esas escrituras afincadas en un tiempo y lugar. De vasta trayectoria —fundador de Pobresía, legendario tríptico ochentero de difusión literaria yautor de emblemáticos libros, como Escupitario (1984) y Encomienda para Iquique (2011)— y una obra que con el tiempo adquiere más relevancia, Ayala es un poeta cuyo trabajo viene a sorprendernos a cada tanto. Su poema “Oración” esboza algunas características de su poética, a medio camino entre la reflexión social y la ironía: “Padre nuestro / que estés donde estés, / Por favor, regálanos otra mejilla / Mira que ya nos han roto / las otras dos.”.

Jaime Ceballos Sanquea (Iquique, 1958) es probablemente una de las voces más potentes de la poesía del Norte Grande.  Sus versos —herederos aventajados de Cardenal, Parra y Dalton— exhiben la destreza de quien ha hecho de la poesía su oficio cotidiano, junto con el amor a la docencia que tanto lo caracteriza. Luego de veinte años, en 2023 se reeditó el libro Yo tenía un país, para el cual el destacado ensayista Naín Nómez tuvo elogiosas palabras. Ha publicado, entre otros, los poemarios De tanto ver morir (1997) y Rarezas del tiempo y de la luz (2019). El inicio de su poema “Versos a Miguel Hernández” nos aproximan sutilmente a su poesía: “Miguel hermano mío / después de haberte conocido, / se abrieron en mí tus tres heridas / Ahora un silbo triste me domina, / y voy partido en dos / por ese rayo tuyo que no cesa…”.

Nacido en Arica en 1953, Oscar Arancibia es profesor y un destacado activista gremial y cultural de su región. Cantatierra (1988) y No se llevaron el sol. Poética andina” (1998) son algunos de sus títulos. Sus poemas están llenos de una genuina sensibilidad existencial y política, que podemos apreciar en los inicios de su excelente poema “Cementerios sin nombre”: “Las tumbas del mar están esparcidas / a la orilla del continente, / del Pacífico al Atlántico / en barcos llenos de cuerpos sin dedos…”.

Jorge Aracena (Iquique, 1958) es un destacado docente de la región, y también un poeta del que se pueden decir algunas cosas, como que sus textos siempre han mirado de frente a la realidad. Autor de la Antología poética de profesores de la región de Tarapacá (2010), su poema “Pisagua” brinda una idea de su talante versal: “Una gota de sangre enclavada / sobre el pecho de mi Patria.”.

Oriundo de Arica, José Martínez Fernández (1949) es considerado un “activista literario” por sus pares. Empezó a publicar muy joven, iniciando con Exposiciones (1970) su labor poética, a la que suma títulos como El sol que siempre está (1980) y Hojas diversas de la vida y de la muerte” (2015). “Bienaventurados”es un poema que corrobora el carácter contingente de este autor: “Bienaventurados los que hoy no gobiernan Chile / De ellos no será el Nuremberg de mañana.”.

Carlos Amador Marchant (Iquique, 1955) es poeta y gestor cultural. Fundó la mítica revista Extramuros en Arica y ha publicado, entre otros, Poemas inolvidables (1975) y Alone again (1999). El inicio de su poema “Tras el monolito” nos acerca a su mirada del mundo: “Nací en el desierto. / Me sacaron desde Iquique debajo de la sal / aún no despertaba y ya me daban latigazos…”.

Guillermo Ross Murray Lay Kim nació en Iquique en 1942. De precoz talento, fue elogiado en su momento por Andrés Sabella. Sus textos han sido publicados en numerosas revistas, y entre sus libros pueden destacarse:

En tus propias narices (1969), La calle Baquedano (1981) y Poesía en situación de olvido (2013). De una fuerza lírica singular, su poema “Vietnam” evidencia el temple de sus textos: “Dolor intocado (por lo tanto / furibundo y puro) / para cegarme, / y continuar viviendo / como todos / los que nos llamamos hombres.”.

Antología necesaria ésta, por cuanto viene a relevar una de las tantas dimensiones que la poesía chilena adquirió bajo la dictadura en lo diverso de su territorio, y a evidenciar nombres que aportaron y aportan al concierto poético nacional. Interesante es que el título conste de la palabra libertarios, puesto que sólo en el campo cultural ciertas disputas tienen sentido.

Fuente: http://letras.mysite.com/jjpo030424.html

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