Los funerales de nuestros abuelos

Nuestros más remotos antepasados, la cultura Chinchorro se desplazó por estas tierras hacia los 8000 años antes de Cristo. Cazaban animales pequeños como roedores y vizcacha y también guanacos y vicuñas. Todo ello en las tierras altas. En las bajas se dedicaban a la pesca, la caza y la recolección. Pero, un rasgo sobresaliente en esta cultura fue su relación con los muertos. Como una forma de conservarlos, los momificaban:

​»Existían dos maneras principales de momificación. Una de ellas consistía en eliminar los órganos de las cavidades torácica y abdominal y reemplazarlos  por fibras vegetales y fragmentos de pieles de camélidos. El otro método consistía en eliminar completamente los tejidos blancos del cuerpo hasta conseguir un esqueleto limpio; luego se reforzaba la estructura ósea con palos, amarrándolos con hiladas torcidas para formar cuerdas. Tronco y extremidades se envolvían separadamente con una estera de fibra vegetal; finalmente, se cubría el cuerpo y rostro con una capa de arcilla, mezclada con alguna sustancia aglutinante, modelando la figura del individuo, e indicando claramente su sexo. Terminada la reconstrucción del cuerpo, se reponía la piel, la que a su vez se enlucía y abrillantaba con la aplicación del pigmentos de manganeso de color negro, o de óxido de fierro, de color rojo» (Córdova, Santoro, Chacama 1999: 13).

​El siguiente es el relato de un funeral de un niño correspondiente a la cultura Chinchorro:

«Me tomó horas examinar la guagua enmascarada, sus pies no existían, por lo que sólo pude imaginar cuánto tiempo y esfuerzo se empleo al hacer esta momia negra.

​Primero, un ayudante funerario pudo haber limpiado y destripado el cuerpo y separado la cabeza. Usando un cuchillo de piedra, él (o posiblemente ella) sacó la piel, la carne y los órganos, incluyendo los ojos, sin embargo, no consideró las manos y pies porque no era fácil trabajarlas.

Después de cortar la piel, probablemente la enrolló de la misma forma como un se saca los calcetines. Dejó la piel de lado para poder volver a usarla, quizás la remojó en agua salada para conservarla suave y fácil de trabajar.

No todos los cuerpos fueron necesariamente limpiados a mano. Algunos pudieron haberse dejado para que se pudrieran en los huecos pantanosos en Arica; proporcionado el tiempo suficiente para que los pájaros e insectos hicieran su inmaculado trabajo de dejar los huesos limpios.

Al abrir cráneo de la guagua, sacó el cerebro. la mayoría de las momias del Chinchorro tienen cerebros, de este modo la práctica usual debe haber consistido en vaciar el cerebro a través del foramen magnum, el hoyo en la base de la cabeza. Pudo haber enterrado el cerebro junto con los ojos y otros órganos o pudo haberlo botado» (Tomado de «Chile’s Chinchoro Mummies» de Bernardo Arriaza. 1995: 72-73).

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