La Tirana, una encrucijada: dos pueblos, dos vírgenes, dos fiestas

Convengamos que el punto de partida geográfico y toponímico es Tira-
Tirani, asentamiento instalado en la Pampa del Tamarugal en tiempos
prehispánicos y que es presagio inaugural de la compleja y curiosa
metamorfosis que devino en el pueblo y festividad de La Tirana.
En uno de sus periódicos desplazamientos hacia la costa, una caravana
chipaya privilegió como campamento de escala un claro de la floresta y
lo marcó modelando con paja y barro la imagen de bulto de una huaca.
Y el sitio quedó así definido como enclave sagrado.
Identificándolo con su campo visual viajero, se les ocurrió llamarlo Tira-
Tirani (Cereceda 2010:128); esto es «encrucijada» o «caminos que se
abren» (Porterie 1990).
Aquel paraje de altas y frondosas arboledas les procuraba no sólo
sombra y suelo para descanso, sino también postes y ramas para armar
habitáculos de campaña. Además les prodigaba el recurso alimenticio de
las vainas de tamarugo y algarrobo, ya sea como consumo directo o
bien para preparar harina y chicha. Y las nobles tropas de llamos
cargueros comían con fruición tan sabroso forraje.

La Tirana original
Ya en tiempos coloniales, con el apelativo de Tirana o La Tirana, aquel
paraje entra en la historia con la construcción de un pozo cuyo dueño
Jerónimo Mayor denominó El Carmen. En 1766 lo vende a Santiago
Torres y éste instala allí una faena para procesar minerales de plata,
más exactamente una oficina- buitrón o azoguería (Villalobos
1979:183).

El crecimiento económico y demográfico de este centro justifica que se
construya un templo y se erija la Viceparroquia de Nuestra Señora del
Carmen de La Tirana, dependiente de la Doctrina de Pica. Fecha precisa
de su creación no existe, pero al menos hay constancia de partidas de
bautismo a contar de 1780 (L. Núñez 2015:6).
Es más que probable, conforme a los cánones eclesiásticos, que este
templo haya sido edificado sobre el mismo punto en que se emplazaba
la huaca Tira-Tirani, no sin antes haberla destruido por constituir, de
acuerdo a la ortodoxia imperante, un resabio de idolatría.
Fue un temprano evento de gentrificación o erradicación que quedó
grabado en la tradición oral chipaya: «Cuando el pueblo creció con
gentes extrañas, ya no fue posible realizar esta adoración” (Cereceda
2010:117).
Las mismas narraciones dan a conocer que en el ahora pueblo de Pozo
del Carmen de La Tirana comenzó a celebrarse una feria a la que los
chipayas solían venir a intercambiar sus productos. Dato sugerente, ya
que las ferias estaban habitualmente asociadas a festividades religiosas.
Hipotéticamente, debe haber existido por entonces alguna celebración,
respecto de cuya advocación podría servir de pista una imagen existente
en un buitrón de Matías Paniagua: una lámina de la Virgen que «tenía a
sus pies una medialuna» (Villalobos 1979:198), rasgo distintivo en la
representación plástica de la Virgen de Copacabana.
Lo que es susceptible de interpretarse como evidencia de un culto ya
posicionado en el sector y que convocaba no sólo a la gente de los
pozos, sino también a la de Matilla y Pica.
Por añadidura, buena parte de los trabajadores de los buitrones era
oriunda de la región altoperuana de Carangas, actual Departamento de
Oruro (Gavira 2008), lo que trae a colación la proverbial costumbre de
las comunidades inmigrantes de trasladar festividades y danzas a sus
nuevos ámbitos de residencia. En este sentido, aquellos operarios
carangueños pueden haber reproducido un grupo coreográfico para
intervenir en las celebraciones religiosas del Pozo del Carmen del
Tamarugal.

La mejor demostración de esta práctica cultural, que se ha denominado
también «generación de identidad en diáspora» (Siegl 2011), se
escenificará a principios del siglo 19 en las oficinas salitreras, por
mediación de inmigrantes bolivianos que recrean bailes tales como
morenos, callaguayas, tobas, etc.
Pozos y oficinas-buitrones
Al parecer, las oficinas-buitrones asociadas a pozos de agua son las
primera actividad económica y de asentamiento español en el
Tamarugal. Ya hemos anotado en otra oportunidad que Juan de Loayza,
el reactivador de Huantajaya, quiso ensayar labores agrícolas en La
Noria antigua, intento frustrado que podríamos situar hacia 1713.
En su exploración por la Pampa del Tamarugal (1765), Antonio O’Brien
localizó dos pozos: el de Francisco Guagama Pérez y el de Pedro
Sánchez de la Rueda (O’Brien: Plano que manifiesta…). Ambos
surtideros relacionados con cultivos que, dada la naturaleza del terreno,
bien podrían haber preludiado a los canchones del siglo siguiente.
Según los escasos antecedentes disponibles, la experiencia fue pasajera.
Habrían renunciado a este emprendimiento agrícola ya que sus cultivos,
por carecer de cercos, fueron depredados por los burros y cabras que
ellos mismos criaban. Esto sin contar la acción de las sartenejas (tuju
tuju), ratas herbívoras de hábitos nocturnos que viven en galerías
subterráneas. Una razón poco convincente.
Pero no eran los únicos puquios. Como se dijo, hay constancia de un
pozo construido por Jerónimo Mayor y denominado El Carmen. Lo
vendió en 1766 a Santiago Torres, quien poseía una tropilla de burros y
barriles“con que hacía sus despachos de agua al cerro” (Huantajaya)
“todas las semanas” (Villalobos 1979:183 ). O sea, estamos hablando
de un ejercicio activo, inexplicablemente omitido por O´Brien.
Hacia el último cuarto del siglo 18, los minerales de Huantajaya y Santa
Rosa eran procesados en el trapiche y azoguería de José Basilio de la
Fuente, ubicado en Tilivilca, a 5 kilómetros de San Lorenzo de Tarapacá,
con un gasto en transporte que repercutía sensiblemente en el precio
del metal. Hasta que a alguien se le ocurrió efectuar la amalgamación
en el Tamarugal. ¿Por qué no llevar los minerales a esos bosques bien
dotados de leña y de agua?, se preguntaron los mineros. Y comenzó un
creciente trajín Cerro-Tamarugal y viceversa, previo proceso de
habilitación de pozos.

El Carmen o La Tirana I fue la primera de las oficinas-buitrones del
Tamarugal. Segunda debe haber sido la San José. Hubo asimismo un
tercero denominado San Pablo. Tras estos vendrán decenas de nuevas
instalaciones, de manera que al Tamarugal se le conocerá también como
Los Pozos.
La creación de estas factorías trae aparejado un fenómeno laboral y
demográfico, porque promueve la aparición en escena de indígenas
tarapaqueños y extrarregionales que cumplirán roles de operarios,
arrieros, aguateros, leñadores, elaboradores de carbón y criadores o
pastores de cabras y de burros. También están los que trabajan
cocinerías y los comerciantes viajeros.
Por la particular razón de ser una población y contar con un templo, el
Pozo El Carmen fue seguramente la capital del sector. En ella fijaron
residencia importantes familias de Pica y Matilla, como los Hidalgo,
Marquezado, Quisucala, Núñez, Paniagua, Chancay, Charca, entre otras;
a las que también encontraremos avecindadas a mediados del siglo 19
en La Tirana II.
Templo del Pozo del Carmen
El arqueólogo Lautaro Núñez practicó un exhaustivo examen de las
ruinas de este emblemático sitio histórico, distante un kilómetro al sur
del actual pueblo-santuario de La Tirana.
El templo era de una sola nave, con baptisterio y sacristía adosados,
aparte de campanario, y su puerta miraba al este.
Fue construido «con arenisca compacta, con gruesos muros y atrio
restringido en cuyo espacio lateral se dispusieron originalmente algunas
tumbas incrementadas después, cuando ya era una ruina» (L. Núñez
2015:74).
Los desechos de amalgamación, relaves, combustión, restos de hornos,
restos de fundición y abundante cerámica colonial tardía (siglo XVIII) no
hacen sino confirmar la directa relación (incluso física) del buitrón y la
iglesia del Pozo de Nuestra Señora del Carmen de La Tirana.
De acuerdo a antecedentes de los siglos 18 y 19, en vez de La Tirana se
solía usar el término alternativo Rinconada. Y desde temprano, como lo
indica la partida de bautismo de Eusebio Capetillo Morales, efectuado en
1798 en la «Viceparroquia de La Rinconada, La Tirana» (Torres
2017:336).

Por su parte, Modesto Basadre, quien recorrió la región entre 1875 y
1877, señala que «en un punto llamado la Rinconada, en el mismo
camino de la Noria a Pica, ha existido una población y oficinas de
beneficiar metales de plata de Huantajaya y Santa Rosa: hoy su Iglesia
y casas se hallan derrumbadas, sus pozos de agua cegados y sus calles
desiertas, no existe un solo habitante» (Basadre 1884:187).
En otro párrafo, Basadre reitera que «antes de llegar a la Tirana se halla
una antigua y arruinada Iglesia; hoy sirve de cementerio. Más allá se
encuentran muchos y arruinados hornos de quemar metales, restos de
la época de riqueza de Guantajaya y Santa Rosa» ( Basadre 1884:184).
Luego tenemos al geógrafo Francisco Riso Patrón quien reporta en 1890
que La Rinconada «tenía iglesia y varios trapiches, en que se
beneficiaban los minerales de Guantajaya y Santa Rosa» (Riso Patrón
1890:7).

Escalada telúrica
En 1815, un terremoto deja a la iglesia de El Carmen sumamente
averiada e imposibilitada para toda ceremonia litúrgica. Pasaron cerca
de tres años antes de que se procediera a trasladar la imagen mariana
hasta el Pozo Santa Rosa, ubicado un kilómetro al norte, donde la
familia propietaria Arias había construido una capilla de 38 metros de
largo por 8 metros de ancho. Hay constancia para aceptar que fue
inaugurada en 1818.
Entre 1820 y 1868 se desarrollan en la Pampa del Tamarugal
acontecimientos determinantes para la construcción social del actual
pueblo y festividad de La Tirana.
En primer lugar, en 1820 la oficina-buitrón El Carmen deja de funcionar
¿Motivo? La explotación minera ha deforestado los bosques en un radio
tan extendido que las distancias hacen antieconómica la tarea de
obtener leña (Castro 2020:6). Pero su población sigue en pie, como que
ese mismo año la comunidad solicita le sea devuelta la imagen de la
Virgen de Copacabana, señal de que el templo ha sido rehabilitado.
La familia Arias no sólo se resiste sino que además interpone juicio ante
la autoridad eclesiástica arequipeña (Castro, citado por Davied y Rojas
2020). Un documento emanado del curato de Tarapacá que se refiere a
este asunto da a entender que junto a los del Pozo Santa Rosa

intervienen en la acción judicial los vecinos de dos pozos aledaños:
Tamarugal y Candelaria.
Todo parece indicar que el veredicto favoreció a los vecinos de El
Carmen, si se atiende a antecedentes que indican que en Santa Rosa
comienza a celebrarse una fiesta en el mes de diciembre (Castro y
Figueroa). Nos preguntamos si habrá estado dedicada a la Virgen de la
Concepción.
La tranquilidad de la comarca tamarugueña se ve interrumpida una y
otra vez. Sobrevienen los violentos sismos de 1824, 1831 y 1833. A
pesar de que estas contingencias deben haber afectado al templo y de
que Antonio Raimondi reporta para 1853 solamente restos de una
pequeña capilla y de unas pocas casas (Castro y otros 2016:13), existe
constancia de bautizos y matrimonios hasta el año 1858.
Por desgracia, la iglesia El Carmen, que enteraba ya por lo menos 90
años de existencia, sucumbe finalmente al terremoto de alta energía
acontecido el 13 de agosto de 1868. Obviamente que también destruyó
la población, a lo que hay que añadir que los pozos del sector ya
estaban aterrados. Fin de El Carmen. Como irónico epitafio, en lo
sucesivo sus terrenos serán ocupados como cementerio.
Por supuesto que en el caserío de Santa Rosa el cuadro de destrucción
no fue distinto: el terremoto destruyó la iglesia y devastó la población.
La pregunta que surge es qué pasó con la celebración de la Virgen de
Copacabana, habida cuenta de que en todo el Tamarugal no había
templo. Y no lo habrá hasta 1886.
De creerle a tradiciones orales, la gente igual se daba maña para
celebrarla de alguna manera.

El pueblo de La Tirana
En retrospectiva, procede considerar que el señero pozo de Guagama
mencionado en 1765 por Antonio O´Brien y convertido más tarde en
oficina-buitrón, tiene visos de ser el embrión del actual pueblo de La
Tirana (Bermúdez 1986:94).
A modo conjetural, estimamos que entre fines del siglo 18 y comienzos
del siglo 19, dicha oficina-buitrón pudo ser propiedad del minero
tarapaqueño Pedro Castilla Manzano, quien vivió allí buen tiempo
dedicado a labores de amalgama. Esta es una información recogida por

William Bollaert de Ramón Castilla Marquezado, de parte del hijo del
minero aludido. El entonces intendente de Tarapacá (1827-1829),»fue
leñador o cortador de leña de su padre» (Bollaert 1960:139).
Es probable que a continuación aquel pozo-buitrón pasara a la familia
Arias, ahora con nombre propio: Santa Rosa. Sus hijos Luis y Manuel
fueron protagonistas en la disputa con el Pozo El Carmen por la imagen
de la Virgen de Copacabana.
De La Tirana, ya posicionada como pueblo propiamente tal, sólo
tenemos noticias a partir de 1845, en que registra una población de 458
habitantes. De éstos, son numerosos los mineros de Huantajaya o de
paradas salitreras avecindados allí, con la particularidad de ser familias
oriundas del Pozo El Carmen, como los Hidalgo, Quisucala y Granadino.
Es una localidad en formación, pero prestigiada con fundadores de
raigambre histórica.
En la década de 1850 figuran en su comunidad nombres como José
Manuel Riveros, Miguel Quisucala, Martina Hidalgo, Vicente Granadino,
Francisco Marquesado y Mariano Morales,
A la sazón, una nueva actividad económica se ha sumado al
desenvolvimiento del Tamarugal: los “canchones” o “chacras sin riego”
que se explotan en un tramo comprendido desde pasado La Tirana, por
el norte; hasta Cumiñalla por el sur.
Consistían en pedazos de terreno en que se extraía la capa superficial
salina, dejando al descubierto el estrato húmedo próximo al agua
subterránea, para sembrar alfalfa, sandía, melones. En total, suman una
población máxima de un millar de habitantes, teniendo como centro La
Huayca, que registraba 200 almas.
Refiriéndose a La Tirana en 1853, el naturalista Antonio Raimondi
señala que “de los pueblos situados en la pampa, es el mejor. Tiene
algunas casas un poco decentes y bien construidas. En este pueblo hay
una iglesia donde viene alguna vez un cura” (en agosto, con ocasión de
la fiesta de Copacabana) e indica que el buitrón es de propiedad de José
Manuel Riveros (Castro y otros 2016:49).
La oficina en referencia, pasó a la posteridad gracias a un dibujo de
Jorge Smith, croquis que formó parte de una colección que este
prohombre expuso en Londres en 1853 (Bermúdez 1975:317) y fue
reproducido por William Bollaert en 1860.
Por cierto que el cataclismo de agosto de 1868 echó por tierra tanto el
templo de El Carmen (que desaparece definitivamente) como el de

Santa Rosa. Debido a que el enérgico remezón fue el día 13, los devotos
alcanzaron a celebrar a la Virgen de Copacabana.
Los vecinos de La Tirana se proponen construir un nuevo templo, pero
también rehabilitar la población. Fue relativamente fácil reunir recursos
mediante las donaciones de mineros y erogaciones generales.
Según una versión, el terreno para la nueva iglesia fue facilitado por
Gregorio Hartmann, propietario de extensos espacios desde La Tirana al
Sur. Otra versión expresa que se determinó edificarla junto al Pozo
Santa Rosa. El diseño arquitectónico estuvo a cargo del español José
Durán (Bermúdez 1973:67) y las obras partieron en 1872.
Una comisión de vecinos estudió el plano de la nueva localidad,
apostando por un trazado de calles rectas y ordenadas. Para las
viviendas se recomendó dejar de lado el adobe y privilegiar el «tablazón»
o «tabique»; es decir, la madera.
Al cabo de dos años, el Subprefecto de Tarapacá informa que la
población no supera los 150 habitantes y que si bien la localidad se
encuentra en ruinas, posee un templo, todavía en construcción, que “es
admirable por sus proporciones gigantescas en relación al pueblo que lo
contiene” (El Peruano 1874, tomo II: 152).
Lo que el suprefecto ignora es la voluntad y visión futurista de los
vecinos de La Tirana en orden a edificar un templo de envergadura y
que sea capaz de albergar al ya creciente flujo de peregrinos que
concurre por agosto a venerar a la Virgen de Copacabana. Está en
ciernes de constituir un santuario.
Según un informe correspondiente a 1877, en La Tirana «se ha
levantado una muy bonita Iglesia, aún no concluida”, gracias a los
aportes de mineros de Huantajaya y Santa Rosa que residen allí. Pero la
otra cara de la medalla es que el 9 de mayo de ese año fue remecida
por un nuevo terremoto que la dejó convertida en «un montón de ruinas
y todo demuestra la más completa desolación» (Basadre 1884:184).
Por entonces, el buitrón pertenecía a un tal Contreras, información difícil
de corroborar. En todo caso, en la década de 188o hay evidencia
concreta de que los hermanos Germán y Luis Riveros Manzano (hijos del
José Manuel que conoció Antonio Raimondi), son los dueños de la «casa-
buitrón de La Tirana» (Torres I: 269).
Pero las desgracias no dejan de afligir a los tiraneños, porque la Guerra
del Pacífico y la ocupación de Tarapacá por Chile determinan la

paralización económica, el éxodo de habitantes y la suspensión tanto de
la fiesta como de las obras finales del templo.
Apenas iniciado el conflicto bélico, el pueblo “sólo vive de la venta de
leña, carbón para pólvora y el cultivo en pequeña escala de la alfalfa y
unas pocas legumbres”, conforme manifiesta la publicación chilena
Boletín de la Guerra del Pacífico.
Aunque la construcción del nuevo templo quedó estancada, el grado de
avance alcanzado era notable, conforme a la descripción que ofrece un
viajero anónimo:
“Una ligera armazón de madera sobre la cual están fijadas láminas de
fierro corrugado. Dos pequeños campanarios dan a la estructura una
pulcra y adecuada apariencia. El edificio es ciertamente bastante grande
para acomodar a los tiraneños, un poco más de cien almas, pero es de
suponer que la configuración puede ser incrementada por la gente de las
oficinas salitreras”.
Pero persiste el ruinoso panorama de la población. En 1883, el
Subdelegado de Pica, Ambrosio Valdés Carrera, manifiesta que el pueblo
se encuentra completamente destruido.
Finalmente, en 1886 se cuenta con templo nuevo en La Tirana y pueden
reanudarse las actividades religiosas. Con lo cual se produce un
fenómeno sociocultural que debe tenerse en cuenta si queremos
conducirnos de la mano con la historia y no ser descaminados por falsas
tradiciones, leyendas fantasiosas o historias irreales. La festividad de la
Virgen de Copacabana, que era propia del Pozo El Carmen, es repuesta
en La Tirana, demostración palpable del reconocimiento a la
preeminencia fundacional del pueblo-pozo primitivo y constatación de
permanencia en un nuevo escenario. Más allá de pasadas diferencias
pueblerinas, prevaleció el imperativo de la fe y la veneración a una
misma patrona.
En igual sentido, un par de décadas después sucederá la homologación
toponímica, puesto que el Pozo Santa Rosa se despoja de este nombre y
retoma el de La Tirana, testimoniando la voluntad de asimilarse a sus
raíces y revitalizar el patrimonio histórico cultural.

El último terremoto
No obstante que las obras se reanudaron por fin en 1884 y que el
templo pudo ser inaugurado el 16 de julio de 1886, las cosas dejaron de

ser como eran, pues ahora Tarapacá estaba bajo la soberanía de Chile.
Nuevo contexto histórico-político-social en que la festividad es sometida
a sustanciales modificaciones, en víspera de la puesta en marcha del
proceso de chilenización.
Desde antes de la guerra, la injerencia de la Iglesia en la festividad de
La Tirana había sido casi inexistente. De aquí en adelante habrá control
y supervisación a cargo de la instancia eclesiástica. En esta dirección, la
política de la Vicaría Apostólica de Tarapacá, a partir de 1896, es tener
controlados “todos los aspectos de la vida religiosa en la zona” (Castro y
Rivera 2011).
Entre éstos los objetivos de «civilizar» y «depurar costumbres» como se
proponía la chilenización. Y ya era hora de ponerla en marcha.
Se saca del altar la imagen de la Virgen de Copacabana y se instala a la
Virgen del Carmen, patrona del Ejército de Chile. Y como la festividad de
la patrona exiliada coincidía con el día patrio de Bolivia, se fija como
nueva fecha de celebración el 16 de julio.
Es de imaginar el impacto que habrán experimentado los devotos
bolivianos y peruanos ante el brusco cambio de advocación, ramalazo
agudizado por sus agraviados sentimientos nacionalistas por la guerra
ocurrida ayer.
No sabemos a ciencia cierta en qué fecha se verificaron estos cambios
radicales. Sólo conjeturas. Un primer atisbo es un inserto publicado el
13 de julio de 1892 en que se invita «a las devotas de la Virgen del
Carmen» (negrita nuestra) a asistir a la misa que se celebrará el día 16
en la Tirana (El Nacional 13-7-1892).
Si en 1892 ya se veneraba a la Virgen del Carmen, no se entiende por
qué en ese mismo medio se informa seis años después sobre la
realización de la festividad el 6 de agosto «día de Bolivia» (Daponte y
otros 2020). Ni siquiera es posible imaginar una celebración paralela y
en fecha cuestionada.
Y subsiste la incertidumbre, ya que el 16 de julio de 1900 el templo de
La Tirana es declarado Santuario de Nuestra Señora del Carmen en el
marco de una visita pastoral del obispo Guillermo Carter.
A este respecto, lo lógico sería presuponer que hubo una ceremonia
oficial de entronización de la nueva imagen. Pero esto no queda claro ni
confirmado, según se desprende de las palabras de la propia autoridad
episcopal (mencionadas 40 años después), cuando expresa que en el
altar mayor «está la tradicional imagen de nuestra Sra. del Carmen que
es pequeña» (El Tarapacá 15-07-1940).

Es decir, no hubo entronización, de lo que se concluye que la imagen
había sido instalada un poco antes. Y cuando habla de «tradicional», hay
que entenderlo desde una visión chilena, como sinónimo de histórica, de
advocación nacional.
En fin, es de esperar que más temprano que tarde se pueda dilucidar
esta laguna.
Una de tantas determinaciones de la Iglesia en orden a eliminar la
tradición religiosa andina fue la tomada en 1896 que prohibía la
celebración en el pueblo de Tarapacá de las fiestas de San José, Santa
Rosa de Lima y la Purificación de la Santísima Virgen María, por ser
consideradas de raigambre peruana y no responder al deseo del Estado
y de la Iglesia chilena en cuanto a fomentar los símbolos de una
identidad nacional (Figueroa 2009:10).
Digamos, al terminar, que como testimonio elocuente del proceso
histórico de cambio y continuidad relativo a La Tirana pre Guerra del
Salitre, está el registro de dos campanas que siguen vigentes en el
actual santuario. Una que perteneció al templo del pozo y pueblo
originales con la inscripción “El Carmen año de 1807”. La otra recuerda
la inauguración de la capilla del Pozo Santa Rosa y embrión del actual
poblado de La Tirana: “Año de 1818 por Dionisia Arias» (L. Núñez
2015:75).
Recapitulando, la festividad se ha llevado a efecto en dos locaciones
diferentes, aunque cercanas y en un caso inmediatas: Pozo del Carmen
de La Tirana y en Pozo Santa Rosa-pueblo La Tirana; y en torno a dos
advocaciones marianas: Virgen de la Copacabana y Virgen del Carmen.
Braulio Olavarría Olmedo
Imagen recuperada de:
https://www.bing.com/images/search?view=detailV2&ccid=48g5Brdt&id
=75891094784F964325D4411E827230BCD8DE1214&thid=OIP.48g5Brd
tU56LI55RwpJJywHaFj&mediaurl=https%3a%2f%2ftamarugalrevista.cl
%2fwp-
content%2fuploads%2f2022%2f03%2f1.jpg&cdnurl=https%3a%2f%2ft
h.bing.com%2fth%2fid%2fR.e3c83906b76d539e8b239e51c29249cb%3f
rik%3dFBLe2LwwcoIeQQ%26pid%3dImgRaw%26r%3d0&exph=960&ex
pw=1280&q=bosque+de+tamarugos&simid=608051010376655270&FO
RM=IRPRST&ck=C8B22FB818223CC82C8DB413A1D2096C&selectedInd
ex=88&ajaxhist=0&ajaxserp=0

Referencias bibliográficas
Bermúdez Miral, Oscar: Esbozo biográfico de William Bollaert, 317.
Norte Grande. Vol. I, Nos. 3-4 (marzo-diciembre 1975). Instituto de
Geografía, Universidad Católica de Chile. Santiago, Chile.
Bermúdez Miral, Oscar: El oasis de Pica y sus nexos regionales.
Ediciones Universidad de Tarapacá, 1986.
Boletín de la Guerra del Pacífico: N°6, página 114, mayo 29 de 1879.
Santiago de Chile.
Bollaert, William: Antiquarian. Ethnological and other researches in New
Grenada, Equador, Peru and Chile, with observations of the pre-incarial,
incarial, and other monuments of peruvian nations. Turner, London.
1860.
Castro Castro, Luis, Carolina Figueroa Cerna y Héctor Hernández
Opazo:Párrocos, agentes fiscales y comunidades andinas: Conflictos e
imaginarios (Tarapacá 1893-1914). Cuadernos de Historia,
Departamento de Ciencias Históricas Universidad de Chile, diciembre
2014.https://revistas.uchile.cl/index.php/CDH/article/view/35737/3738
9.
Castro Castro, Luis; Pablo Guerrero Oñate, Carolina Figueroa Cerna: La
expedición de Antonio Raimondi a la provincia de Tarapacá y la
construcción estatal de un territorio nacional peruano: Comentarios y
transcripción de su cuaderno de campo (1853-1854).Estud. atacam.,
ahead of print  Epub 22-Dic-2016
http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext
Castro Castro, Luis: El bosque de la Pampa del Tamarugal y la industria
salitrera: el problema de la deforestación, los proyectos para su manejo
sustentable y el debate político (Tarapacá, Perú-Chile 1829-1941).
Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales Universitat de
Barcelona,Vol. XXIV. Núm. 6411 de Julio de 2020.
Cereceda, Verónica: Una extensión entre el altiplano y el mar: Relatos
míticos chipaya y el norte de Chile.a extensión entre el altiplano y el
mar. Relatos míticos Chipaya y el norte de ChileEstudios Atacameños, N°
40, 2010. Universidad Católica del NorteSan Pedro de Atacama, Chile.
https://www.academia.edu/85662257/Una_extensi%C3%B3n_entre_el_
altiplano_y_el_mar_Relatos_m%C3%ADticos_chipaya_y_el_norte_de_C
hile.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *