La epopeya de Iquique

Vicente Huidobro

Dedicatoria

¿ Qué soy yo para cantar tu gloria?

Un átomo infeliz que aquí en la tierra

no anhela del poeta la victoria.

grandes ideas, no mi mente encierra

más sólo de hazaña la memoria.

En la sangrienta en la gloriosa guerra

despierta los acordes de mi lira

y ante tu vista mi canción se inspira.

A ti te la dedico, Prat glorioso

Primicia del patriota es mi canción

suba mi voz y el aire correntoso

Lleve hasta ti mi vaga inspiración

acogedla benigno y cariñoso

es fruto de grande admiración

y aunque nada es para tu honrosa fama

sabedlo que es amor lo que lo inflama.

Canto I

Introducción

I

Después que un hombre ha muerto de sus cenizas  brota

el árbol del olvido por una ley fatal;

Ya nadie recuerda y en la región ignota

vagando va con su alma su nombre de mortal

II

Pasaron los antiguos y se olvidó su nombre

y así cual se sacuden las olas en el mar

así se va pasando la sucesión  del hombre

y trozos de esperanzas van en la playa a dar.

III

Y luego viene otra ola, y sus vestigios deja

borrando en la arenas esa última señal

porque es cosa muy cierta que todo el que se aleja

será siempre olvidado por una ley fatal

IV

Pasaron los artistas, pasaron los guerreros

Murió ya el gran Fidias y Ciro se murió

cruzaron de la tierra los ásperos senderos

y aquella misma tierra su nombre se tragó

V

¡Oh, héroes de Iquique, jamás temáis vosotros!

La fama hoy os coloca en alto pedestal;

Para guardar tu nombre estamos, Prat, nosotros.

No temas Prat glorioso, tu nombre es inmortal

VI

la patria tu servicio de bravo reclamaba

partiste de tu pueblo dejando en él tu hogar

tus hijos y la esposa, la patria te llamaba

y ante esa madre nada se puede comparar.

VII

A defender a Chile en la Esmeralda fuiste

a defender osado el santo tricolor

al norte te mandaron y al norte dirigiste

el rumbo de tus naves, emblemas de honor.

Canto II

Combate de Iquique

VIII

El mar estaba triste y estaba triste el cielo,

Cubierto con las nubes con espacioso tul;

Volaban las gaviotas con más pesado vuelo,

Buscando, parecía del cielo el limpio azul.

IX

De Iquique en las ancha rada sus naves se veían

Ondeaba en sus mesanas de Chile el pabellón;

Y lentas con las olas las naves se mecían

De la marina brisa, al leve y blando son.

X

La Covadonga era una que atenta contemplaba

del horizonte luengo las nubes en tropel;

La otra, la Esmeralda, en ella Prat estaba

más sobre la cubierta del buque no se ve.

XI

Quién sabe si en su cuarto de capitán marino

miraba los retratos de aquellos que dejó,

Y enviábales del alma un beso peregrino,

¡Que aún antes del combate jamás los olvidó!

XII

Nacía  en el oriente el sol de la mañana

dos buques se acercaban con todo su vapor.

La “Independencia”, el “Huáscar”, la gran nave peruana,

Con que humillar a Chile quería el traidor

XIII

Salieron al encuentro las dos naves chilenas

y grita Prat valiente: “La lucha es desigual”,

Mas viendo de su gente las caras tan serenas,

¡Qué orgulloso sintió entonces el héroe inmortal!

XIV

Y prosiguió diciendo: “Mirad esa bandera,

No ha sido por contrario arriada, no  jamás.

Espero ¡oh, mis valientes!,  en vuestra fe sincera

Que ahora en el combate tampoco lo será”.

XV

Así el héroe dijo… y allá en los aires truena

el grito de la lucha que ya va a comenzar;

¡“Viva Chile la patria”!, en los ámbitos resuena

Y cada marinero su puesto va a ocupar.

XVI

Al ver de los chilenos esa actitud valiente,

Del Huáscar intimaban a Prat la rendición;

¿No saben los peruanos que Chile no consiente

Arriar a nadie nunca su sacro pabellón?.

XVII

Aguardar la respuesta de la enemiga nave

Más respondió por Chile del bronce la alta voz,

Que el bravo no se rinde, ahora el peruano sabe

Y carga la “Esmeralda” con ímpetu veloz

XVIII

¡Qué horrenda está la lucha! ¡La lucha está violenta!

Ahora todo es humo, retumba ya el cañón

Y en la coraza dura la bala se revienta,

Mas del marino maestro ni tiembla el corazón

XIX

Espanta al enemigo esa osadía inmensa

Con que el chileno firme combate sin cesar;

Obscuro está ya el cielo por una nube densa.

De sangre y de despojos cubierto al ancho mar.

XX

Las cargas se renuevan, los golpes se suceden

Y por momento aumentan el ímpetu y furor,

Nuestros marinos firme ni un paso retroceden.

Y una vez más demuestran su sin igual valor.

XXI

Cansados los peruanos de obstinación tan dura.

A la “Esmeralda” atacan con el fiero espolón;

Viendo esto Prat exclama con voz firme y segura:

“¡Al abordaje bravos, no tiemble el corazón!”.

XXII

Parado está en su puesto sobre la gran cubierta,

Sereno cual si fuese la estatua de un Titán…

De pronto de un letargo parece se despierta

Aquel nuevo Juan de Austria, excelso capitán.

XXIII

¿Qué piensa? Fulgor lúgubre a su mirada asoma,

Quizás algún proyecto grandioso él concibió;

La vengadora espada con una mano toma

Y cruzan sus mejillas dos lágrimas de amor

XXIV

¡Miradlo! Va a lanzarse sobre la nave osada

Qué horrible fue el combate que en su alma Prat sintió

Abandonar sus hijos, su esposa idolatrada.

Pues iba allí a la muerte y así lo comprendió.

XXV

Corazón por su mente…, más no jamás trepida.

El sabe que su ejemplo a todos va a alentar.

Y va a dejar cuanto ama y va a dejar la vida.

¡O héroe sublime! ¡O héroe sin par!

XXVI

Por Chile solamente ¡oh genio de la guerra!

Por tu querida patria vas pronto a sucumbir

Desligaste de todo cuanto amas en la tierra

Y sólo son tus ansias por Chile, Prat, morir.

XXVII

Noble águila marina, volabas insegura.

Midiendo del espacio la eterna inmensidad;

La pequeñez de abajo mirando de esa altura

Te hizo volar al cielo  de la inmortalidad.

XXVIII

Y espada en mano salta sobre el buque enemigo,

Le sigue  sólo Aldea, valiente como él:

Mas ¡ay! que ya no tienen sus pechos al abrigo.

De la valiente nave de Chile honor y prez.

XXIX

Y combatiendo siempre con incansable brazo

Sucumben bajo el hierro del fiero traidor

Y unidos con su espada en un estrecho abrazo

Sus cuerpos de desploman sin fuerza y sin vigor

XXX

Tu horrendo sacrificio está ya consumado

Lograste al fin tu anhelo, ya puedes descansar…

¡Chilenos, contempladle! Muerto está: no humillado.

Corren bravos patriotas, su frente a coronar.

XXXI

Y cual la luz del sol que se esparce al mismo instante

En las nabes del cielo, en la tierra y en el mar,

Así al punto nació en nuestro soldado anhelante

Deseo de morir como Prat o de triunfar.

XXXII

Era de verlos cómo crecía por momento

En todos los chilenos la sed de sucumbir,

Rugían como el mar y corrían como el viento

Buscando en todas partes dónde poder morir

XXXIII

En tanto la “Esmeralda”, ya medio sumergida,

No da tregua un momento, retumba su cañón.

En la enemiga nave su jefe está sin vida.

Pero en su palo ondea de Chile el pabellón.

XXXIV

El “Huáscar” se prepara a otra feroz descarga,

Concluir quiere la lucha y de una vez concluir:

Sobre la débil nave a todo vapor carga,

Apenas la “Esmeralda” le pudo resistir.

XXXV

Mas como a los chilenos mostrado ha Prat no en vano

La senda de la gloria, la senda del honor;

Imítanlo unos cuantos al frente de Serrano

Perfecto prototipo del heroico valor.

XXXVI

Saltaron sobre el “Huáscar” y al punto perecieron

¡Deshonra del peruano, inmenso deshonor!

Con sangre de valientes el cuerpo  se cubrieron

Pero ni aun por esto ganaron en valor.

XXXVII

La lucha continúa con más rabiosa saña,

Los ayes del herido aumentan más y más,

Y Chile se sostiene ¡milagro de la hazaña!

Que arriada su bandera no se verá jamás.

XXXVIII

Mas ya la vieja nave no puede sostenerse.

Y aguarda el tercer choque dispuesta a sucumbir:

Su casco traspasado de balas puede verse,

Si el triunfo es imposible sabrá al menor morir.

XXXIX

Y al darle el tercer choque ya el “Huáscar” se retira,

Se  inclina la “Esmeralda” ladeada hacia babor;

Y así como el anciano que poco a poco expira

Empieza a sumergirse con lúgubre estertor.

XL

Y gritan los peruanos: que bajen esa bandera

Al bravo de Riquelme de ardiente corazón,

y aun cuando ¡victoria! tronaban por doquiera,

Les respondió Riquelme y disparó el cañón.

XLI

Y en aquel mar inmenso después de acción tan bella.

Ondeando la bandera sobre el palo mayor,

Hundióse la “Esmeralda”. Riquelme  hundióse en ella.

Envuelto entre los pliegues del santo tricolor.

XLII

Y cual el tigre hambriento se queda allí acechando

Los restos de la víctima que él despedazó.

Así quedóse el “Huáscar” los restos contemplando.

De la valiente nave que el piélago tragó.

Canto III

El Coro de las Sirenas

XLIII

Danzando en las olas

Del mar espumoso,

Del piélago undoso,

Saltando veloz;

en forma de rueda.

Las bellas sirenas

Entonan serenas

Su dulce canción

XLIV

“Cantemos al héroe.

Cantemos la gloria.

La eterna victoria,

Que Chile alcanzó

Cantemos su fama,

Cantemos su nombre,

Cantemos al hombre

Que a Chile sirvió.

XLV

“Sus bravos marinos,

Que aquí están ya muertos,

Buscaban inciertos

La gloria, el honor.

Más ya lo encontraron:

Tranquilos descansar,

Sus sueños alcanzan…

¡Dormid sin temor!

XLVI

!Allí está Riquelme,

Su noble bandera

Le cubre doquiera

El cuerpo y la faz.

Gloriosa mortaja

Que oculta a su dueño…

Velemos su sueño,

Su sueño de paz.

XLVII

“Ciñamos su frente

Con esta corona,

Que el triunfo eslabona

Tan sólo al valor”

Decían algunas,

De aquel triste coro,

Enjugando el lloro

Del más tierno amor

XLVIII

“Dejadlo que duerma”.

Decían las otras,

“Cantemos nosotras

su gloria no más.

Dejadle que duerma,

Que es dulce su sueño,

Logrado ha su empeño,

Dejémosla en paz”.

XLIX

Y entre las espumas

El cabello suelto,

Y su cuerpo envuelto

Con un blanco tul;

Las bellas sirenas

Seguían cantando,

Seguían nadando

Sobre el mar azul.

Canto IV

La voz del mar.

“Silencio bellas sirenas

Enmudezca ya el poeta

Y calle su lira inquieta”.

Tronando dijo la mar

“Deteneos, altas nubes.

Y escuchad mi rudo acento

Que acompañado del viento

Voy por mas olas a hablar.

“Una prueba de mi afecto

Al chileno valeroso,

En el combate animoso

Mis imperios le darán

Una prueba quiero darle

Para perpetuar su gloria

Y pregonar su victoria

A los siglos que vendrán.

“Y así os doy bravos de Iquique,

En mi ancho seno un palacio

De oro, perlas y topacio.

Allí podréis habitar.

Sí. ¡oh héroe legendarios!,

Tendréis por tumba las brumas,

Por lápidas las espumas,

Por epitafio la mar”.

Tomado de “Obras Completas” de Vicente Huidobro.

Tomo I

Zig-Zag.

Santiago de Chile. 1961

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