Andrés Bellessort

1866- 1942

En 1896, al referirse a Iquique, un viajero francés, Andrés Bellessort, refiere en su libro La Jeune Amérique: “Las calles, muy espaciosas, alcanzan la misma anchura que los bulevares de París, de modo que el fuego no puede comunicarse de un frente a otro. Sus casas, casi todas de madera, tienen aires de coquetería en los mejores barrios. Sus colores frescos halagan los ojos; sus balcones-varandas y sus pequeñas columnatas les dan la apariencia de templos de ópera…”. Roberto Montandon nos regla esta cita.  Nos refiere a una ciudad que empieza a construirse, tratando de abandonar su fisonomía de caleta para transformase en ciudad. Los incendios que destruyeron a Iquique obligaron a ensanchar las calles para de ese modo evitar que el fuego quemara manzanas enteras. La iluminación de la ciudad pasa del gas a la luz eléctrica. El Nacional, periódico de la época,  informa, por ejemplo, de como el comercio en la plaza Condell, cambia su fisonomía. Sus vitrinas atraen al público.

La construcción de la ciudad implicará cambios radicales de acuerdo a los recursos que se disponía. Se habla de accidentes domésticos producto de la zanjas que hay en el plano urbano y que carecen de  la debida señalización.

La prensa habla de la importancia que tenía los circos y de los espectáculos que montaban. El circo Europeo, se instaló en la calle Zegers al fondo, en la costa. Se habla además de la necesidad de construir un nuevo cementerio.

La delincuencia no es un dato menor. Hay robos, crímenes, asaltos, violencia contra las mujeres. La misma prensa estigmatiza a barrios del sector norte, sobre todo a la plaza Arica, el Colorado entre muchos otros.

Andrés Bellessort conoce la calle Baquedano. Una calle postal del Iquique salitrero, que sintetiza muy bien la calidad de la vida de la elite.  El límite norte era la calle Juan Martínez, sobre esa frontera la ciudad se auto-construía. Nicomedes Gúzman en su novela La luz viene del mar, detalla aspectos de la vida cotidiana del Colorado, que se pueden leer como contraste al del viajero francés.  

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