El proceso de chilenización fue y es un proceso dirigido por el Estado y aplicado por la Escuela Nacional, el Servicio Militar Obligatorio entre otros actores. Pero también por actores de la sociedad civil, como las iglesias que expandieron las fronteras de la nación hacia los territorios conquistados. Fue un proceso violento como el ejecutado por las Ligas Patrióticas. Conculcó derechos básicos de la población tanto peruana como boliviana. Expropió propiedades sin ningún tipo de compensaciones. Y sobre todo produjo un desplazamiento que conllevó al desarraigo entre otras consecuencias. Un exilio de peruanos que aún se reconocen en el Perú como tarapaqueños.
El estado chileno, una vez que conquistó los territorios de Perú y Bolivia, organizó una campaña sostenida de civilización/chilenización y evangelización, sobre estos lugares. Inventó el Norte Grande y lo dotó de significados. Uno de ellos fue nombrarlos como paganos e incultos. De allí la misión civilizadora, agenciada por los militares, sacerdotes y profesores. Además, lo catalogó como tierras heroicas, a raíz de la Guerra del Salitre. A partir de los años 60 del siglo pasado, el Estado chileno, inicia sistemáticas campañas en pos del desarrollo de este territorio. Las primeras décadas del siglo pasado, el altiplano, la zona más alejada, se mantuvo en relativo aislamiento. Tanto es así que un escritor llamaba la atención que los niños de Isluga, estudiaban en escuelas de Bolivia . No ocurría lo mismo en los valles y quebradas, en la que por influencia del ciclo salitrero (1830-1980), sus habitantes fueron “integrados” a la economía del salitre.
El estado nacional, hacía la ecuación entre desarrollo y chilenización. Castro analiza los primeros intentos por dotar de una política de desarrollo regional a esta zona anexada a Chile. Estudia las décadas del 1880 al 1930, señalando el interés que tienen las nuevas autoridades para dinamizar la extracción del salitre (2005). El ciclo salitrero produjo la conversión del indio, si bien es cierto no en proletario, pero si en mano de obra barata en tanto surtidor de leña y de productos agro-ganaderos. Una buena descripción de la miserable vida de los indios en el salitre la encontramos en Ciar (1897). En el año 1930, Carlos Harms ya identificaba los problemas del desarrollo que tenía el Norte Grande. Su énfasis por cierto, estaba en la minería como motor del desarrollo. Los andinos como grupo étnico, no eran considerados. Sus territorios eran definidos en función de dos elementos claves para esta zona, la búsqueda de metales y la existencia de agua (Billinghurst, 1886).
Los indios, resabios del pasado, se convertían en objeto clientelares de las políticas de desarrollo. Uno de sus principales símbolos fue la escuela nacional. Los maestros los encargados de promover el nuevo sentimiento. Construcción de caminos de accesos, instalación de postas médicas, de grupos generadores de electricidad, son realizados por el Estado. Prospecciones mineras, a cargo del Estado o bien de privados, pretenden continuar con la bonanza del salitre. Planes ganaderos y de reforestación en la pampa del Tamarugal, ejecutado por la Corfo, son entre otros, las principales actividades. En el gobierno de Allende (1970-1973) se diseña el Plan Andino (Taberna, 1971), destinado a incorporar a los aymaras a los beneficios del desarrollo (Pérez, 1984).
Sin embargo, fue durante la dictadura militar de Pinochet (1973-1989) que la política de chilenización alcanza su mayor intensidad. Consideraciones geo-políticas y de Doctrina de la Seguridad Nacional, hacen que este proceso iniciado a fines del siglo XIX, alcanzara su mayor paroxismo. La instalación de las llamadas Escuelas de Concentración Fronteriza un régimen de concentración para estudiantes aymaras, permitía una concientización mucho más efectiva, y con ello alteraba el uso del lugar por parte de los aymaras, ya que se “inventaba” un nuevo centro distinto y hasta contradictorio del centro ceremonial tradicional. Es el caso de la creación de la comuna de Colchane que rompe la unidad andina centrada en el pueblo de Isluga (Podestá, 1985). A este proceso le acompaña, por cierto, no en una relación de causalidad, la acción proselitista de grupos evangélicos agrupados en la Iglesia Evangélica Pentecostal, que portan un discurso civilizador más radical que el de la iglesia católica (Guerrero, 1994). En forma paralela, la acción de las organizaciones no gubernamentales, como el Crear, Tea y Tea, intentaban, con énfasis distintos, apoyar propuestas de desarrollo bajo la idea enunciada por Van Kessel (1992) de que el desarrollo debe tener un motor, y ese debe ser la cultura y la religión. Muchas de estas ideas están enunciadas en el documento de trabajo (1986) “Organización, desarrollo e identidad en Tarapacá (Ver www.crear.cl). Se habló de etno-desarrollo, desarrollo con identidad, desarrollo eco-sustentable, entre otros. La organización de campesinos para la venta de su artesanía, los mercados nacionales y extranjeros, no dio los resultados esperados. Lo mismo sucedió con la venta de quínoa. Los intermediarios, gente no-aymara, termina apropiándose del negocio.
Las primeras décadas del siglo XX fueron la más violenta en cuanto al proceso de chilenización. Las así llamadas Ligas Patrióticas, grupos armados, expulsaban violentamente a los peruanos del país. Pedro Bravo Elizondo en sus Memorias… (2002), así lo recuerda:
María recordaba: Las Ligas Patrióticas, es decir el período en que grupos ultranacionalistas en el puerto, desempeñaron el papel de vigilantes para aterrorizar a la población peruana y boliviana residentes en Iquique. Se caldeaba la discusión cuando se recordaban nombres de vecinos de La Puntilla que tuvieron que dejar hogares, negocios y a veces toda una vida, y volver a sus países. Escuché estas historias sin darle vueltas al asunto, total cuando se es niño el mundo no tiene aristas.
El escritor Luis González Zenteno en su novela Caliche, hace mención a este período, a través de una canción interpretada por las tristemente célebre Ligas Patrióticas:
La flor, la flor, Lamar,
nunca quiso ser peruana,
porque los malditos cholos,
tienen corazón de lana… (1954: 92).
Cambiar el nombre a las calles, por ejemplo, fue un ejemplo más de la desperuanización: Baquedano reemplaza a Huancavelica. Obispo Labbé a Tacna. Con la dictadura militar de Pinochet este proceso continúa. Sin embargo, y esto es lo saludable, la población local con una fuerte identidad cultural regional, resignifica mucho de este proceso. La fiesta de La Tirana, por ejemplo, es un buen indicador de la vigencia de un estilo de vida que el proceso de chilenización no pudo desterrar.
Bibliografía
- Bravo Elizondo, Pedro. Iquique, Memorias del mar y de la tierra. Ediciones Campus. Universidad Arturo Prat. Iquique, 2002
- Billinghurst, Guillermo Estudio sobre la Geografía de Tarapacá. Santiago. 1986
- Castro, Luis Regionalismo y Desarrollo Regional: Debate público, proyectos económicos y actores locales (Tarapacá 1880-1930). Universidad de Valparaíso, Chile. 2005
Ciar, H El defensor de los pampinos. Iquique. 1897
González, Luis. Caliche. Ediorial Nascimento. Santiago. 1954 - González, Sergio
El dios cautivo. Las Ligas Patrióticas en la chilenización compulsiva de Tarapacá (1910-1922). Lom Ediciones. Santiago, Chile. 2004 - Harms, Carlos Los Grandes problemas de la Zona Norte.
Santiago de Chile. Imprenta y Lit. La Ilustración. 1930 - Podestá Arzubiaga, Juan «Estado, espacio, educación El etnocidio de los aymaras en Chile entre 1974-1985». Tesis para obtener el grado de Magister en Antropología Cultural. Universidad Libre de Amsterdam. Amsterdam, Holanda. 1985
- Kessel, Juan van Holocausto al Progreso. Los Aymarás de Tarapacá. Hisbol, La Paz, Bolivia. 1992