Nuestra Pampa del Tamarugal, más que un fenómeno, es una maravilla de la naturaleza. Baste decir que en un área de salares del desierto más árido del mundo se mantiene aún erguida parte de una formación boscosa -compuestamayoritariamente de la especie tamarugo y en menor proporción de su pariente algarrobo- que hasta hace varios siglos fue un vasto conglomeradoforestal. Se prolonga actualmente por 220 kilómetros en una extensión que va desde la cuenca de Camiña hasta la del Loa.
La existencia de dicha cobertura vegetacional no se debe a la simpleinfluencia humectante de la camanchaca, como pudiera creerse, sino que a un factor fundamental y no visible que es el que permite su sobrevivencia: el agua que prodiga unlago fósil subterráneo (Borgel1975:378).
El aparentemente sobrio Tamarugal dio y sigue dando sobradas muestras de ser un área de variados recursos naturales aptos para la producción de bienes.
Antes del pasado
Estas condiciones de hiperaridez se remontan a un proceso de comenzó hace unos 23 millones de años. Finalizó hace unos 5 millones de años y estableció el patrón de confluencia entre la zona subtropical de alta presión, la helada Corriente de Humboldt a lo largo de la costa del Pacífico y los vientos marítimos que llegan al desierto y, entre otras cosas, dio origen a la camanchaca (Clarke 2006, citado por Rivera y Dodd 2013).
Reiterando aquello de desierto más árido del mundo, impacta saber que hace unos 15.000 a 20.000 años, por las quebradas de Aroma, Tarapacá, Quisma, Chacarillas, y otras, bajaban grandes ríos cordilleranos que desembocaban en la Pampa del Tamarugal, formando lagos permanentes. Se estima que la más grande de esas formaciones lacustresalcanzó unos 5 kilómetros de largo por 4 kilómetros de ancho; es decir, una superficie aproximada de 2.000 hectáreas y tuvo su límite sur paralelo a los cerros de Pintados (Acosta 2018).
En torno a ese gran paleolago y su vegetación circundante, tuvieron su hábitat especies de enorme envergadura, como los dinosauriosherbívoros parabrontópudos y ornitópodos: y los carnívorosbrontopudos y terópodos hace 150 a 100 millones de años (Consejo de Monumentos Nacionales 2020). Y más adelante albergó a grandes vertebrados como los megaterios.
Debido a drásticos procesos climáticos, irrumpieron verdaderos cataclismos con descarga de lluvias torrenciales que arrastraron voluminosos aluviones de tierra, lodo y rocas. Las especies de megafauna no pudieron sobrevivir yquedaron sepultadas bajo gruesas capasde sedimento.
A través de los siglos no dejaron de manifestarse eventos aluviales, aunque con menos energía y los primeros pobladores de este territorio conocieron desbordes de ríos y quebradas precordilleranas junto a avenidas de material sedimentario. En la lengua aymara, a estos aluviones asociados al invierno altiplánico, se les denomina “huaycu”, lo que nos sugiere una señal para entender la toponimia de la localidad (La) Huayca. Algo similar a (La) Tirana.
Billinghurst manifiesta en 1893 que existen bosques enteros sepultados por aluviones en las quebradas de Sipuca, Chipana, Mani, Tambillo y Monte Soledad y subraya que era posible hallar inmensos tamarugos en estado semi-fósil a profundidades de hasta 40 metros (Billinghurst 1893:165).
Bajo sedimentos y rocas datadas enhasta 5 millones de años, el geólogo italiano doctor Giovanni Cecioni(funcionario entonces de la oficina Iquique de la Empresa Nacional de Petróleo, Enap, y a quien tuvimos la suerte de conocer) detectó en 1957 una serie de huesos fósiles que logró identificar como pertenecientes a un megaterio.
No han sido estos los únicos vestigios de fósiles encontrados en el Tamarugal,ya que hubo numerosos precedentes. Entre otros, en el canchón de Domingo Lecaros, en Cumiñalla, fueron detectados “los huesos de un animal de grandes dimensiones” en el último cuarto del siglo 19, caso que se repitiómás de una vez en el lugar Cabrería (Basadre 1884:210).
En 1882, se descubrieron igualmente fósiles de gran envergadura que resultaron corresponder a un megaterio. En memoria de quien los halló, el historiador José Toribio Medina, se le catalogó como Megatherioum medinae. Fueron donados al Museo Nacional de Historia Natural.
Cuatro años más tarde se produjo en la Pampa del Tamarugal el hallazgo de una porción de mandíbula inferior, numerosas vértebras y varios huesos de las piernas de un ejemplar de caballo andino (Scelidodon chilensis, Lydek),material depositado en el Museo Británico (Oliver 1926:148). Esta especie convivió con los primordiales cazadores recolectores, lo que se tradujo en una presión cazadora que afectó su equilibrio poblacional, aparte de que disponían de reducidos y cada vez más escasos hábitats de praderas.Ese paleo caballo se extinguió y la especie equina que hoy conocemos llegó en tiempos históricos desde Europa y otros lugares.
El recurso freático y la economía
Utilizamos en este artículo el concepto Tamarugal para focalizar discrecionalmente el tramo longitudinal comprendido entre las localidades de La Tirana y Cumiñalla, como referente para explorar las diversas actividades económicas que allí históricamente han tenido lugar.
Al margen de los usos que han hecho las sociedades prehispánicas de los recursos de este sector, focalizamos nuestra mirada en un lapso que abarca desde la época colonial (siglo 18) hasta el presente. En este sentido, se imponerecordar los ensayos pioneros tendientes a localizar recursos de agua para fines agrícolas que realizaron determinados personajes piqueños.
En primer término, está la iniciativa de Juan de Loayza y Valdés (1663-1770), fundador de la dinastía Loayza y reanudador de Huantajaya, gracias a la revelación del camanchaca Cucumate.
Empeñado en desarrollar un proyecto agrícola fuera del oasis, Loayza efectuó tareas de sondaje en La Noria Antigua, tras serle concedido un terreno de 1,3 hectáreas (Villalobos 1979:87).Específicamente, se proponía cavar “sacando por zanjas en su declive el agua subterránea” (Echeverría 1952:334), al modo de los socavones existentes en el oasis.
El nombre La Noria Antigua da cuenta de un sector dotado de napas, aunque no todas necesariamente dulces, como parece haber sido el punto elegido por Loayza, de manera que renunció al proyecto. Se trataba de un sector entreverado de grupos dispersos de tamarugos, gramales y buen número de suelos de capas superficiales de sal, bórax y arcilla (Raimondi, citado por Castro y otros 2017:123)
Mejor suerte tuvieron dos contemporáneos suyos, ambos autoridades y claros ejemplos del entrecruzamiento entre notables españoles y aristocracia indígena: el cacique Francisco Guagama Pérez(1704-1770), casado con la española Petronila Quiroga (Cerda 2013:6).
Y Pedro Sánchez de la Rueda y Zamora, teniente de corregidor entre 1701 y 1720, casado con Andrea Caucoto,miembro de otra familia de la nobleza indígena del oasis. La hija de ambos, Bartolina Rueda Caucoto, casó en 1719 con Juan González Miranda, que era a su vez viudo de Lusgarda GuagamaPérez (Cerda 2013:6).
Francisco Guagama y Pedro Sánchezlograron labrar dos puquios o pozos.
Dado que la superficie de la Pampa del Tamarugal está conformada por salares y arenas estériles, hay que dar por descontado que se propusieron ubicaren el subsuelo estratos húmedos y no salinos, inaugurando tempranamente el sistema de “canchones”. Fue una aventura de dulce y agraz, ya que pudieron sembrar trigo, col y maíz, pero como no cercaron sus terrenos, los burros y cabras que ellos mismos criaban se encargaron de devorar las plantaciones (Hidalgo 2009:126).
Puede que la culpa no haya sido exclusivamente de los burros y las cabras, sino también de otros depredadores que atacaban los “canchones”, como los gusanos, la palomilla y las sartenejas (tucu-tucu), pequeños roedores de hábitos nocturnos que construyen madrigueras subterráneas en forma de túneles con varias entradas y salidas. El suelo así profusamente horadado dificultaba el paso de los caballos y mulares.
Al cabo de unas décadas sí comienza a tener éxito la exploración de recursos freáticos. A lo menos hacia 1765, Jerónimo Mayor labra un pozo que vende a Santiago Torres, quien se dedica a proveer agua al mineral de Huantajaya, pues disponía de barriles y de una tropilla de burros “con que hacía sus despachos de agua al cerro” (Huantajaya) “todas las semanas”(Villalobos 1979:183). Ejercicio que se revierte: empresarios imponen la idea de traer los minerales de plata a los pozos del Tamarugal, donde abundandos elementos requeridos para procesarlos con mercurio, como el aguade pozos y la leña de tamarugo.
Así nacen los buitrones, oficinas o azoguerías. El primero de estos centros mineros es el Pozo El Carmen, de Santiago Torres, situado en un punto que la toponimia prehispánica signabacomo Tirani (Cereceda 2010:128) y que prontamente derivó en Tirana. Curioso entramado de coincidencias, puesto que luego de cesar aquel buitrón original hacia 1822 (Castro 2020:6), el apelativo migró un kilómetro al norte, al Pozo Santa Rosa, como se llamaba ya el puquio labrado originalmente por Guagama, refundando con su identidad patronímica al que ha llegado a ser afamado pueblo-santuario.
En 1799 funcionaban 7 buitrones, cifra que al año siguiente había escalado a 13 unidades. Para fines del siglo 19, Billinghurst contabilizó 26 restos de relaves, correspondientes a igual números de oficinas (Billinghurst 1893:40 nota 1).
La progresiva extracción de leña será el comienzo de la devastación de los bosques, fenómeno que terminará por consumarse con la industria salitrera.
Testimonios de pampinos aseguran que hasta casi fines del siglo 19, mirando desde Pozo Almonte al norte, no se podía divisar la Oficina La Palma (Humberstone), porque lo impedían las aún profusas arboledas tamarugueñas.
La actual dimensión y riqueza paisajística forestal que sigue justificando el apelativo Pampa del Tamarugal, se debe a dos señeras iniciativas de reforestación: la de la Fundación Junoy (fines del siglo 19) y la de la Corporación de Desarrollo de la Producción, Corfo (siglo 20).
Los canchones: chacras sin riego
A partir del fenómeno socio-económicode los buitrones, el sector que hemos definido como Tamarugal pasa a ser conocido como Los Pozos y es el escenario donde luego campearán los “canchones”, una experimento agrícola en pleno Salar de Pintados y que, según la tradición, fue iniciada por un personaje conocido como “Tío Yure“(Riso Patrón 1890:23), nombre quelleva una pampa al oriente de La Huayca.
Cuenta la tradición que un grano de maíz que se le cayó a un arriero aterrizó en un hueco húmedo del terreno y originó una plantita que el “Tío Yure” descubrió e intuyó que aquello era obra de la humedad pregonera del agua subterránea que fluye a relativa poca profundidad. Esto habría ocurrido allá por 1850 (Bowman 1942:90).
A nuestro entender, el legendario “Tío Yure” o “Yuri” no sería sino el personaje real llamado Mariano Morales Núñez, nacido en Matilla 1799 (Torres 2017: I-412).
Jorge Smith le escribió en 1850 a su amigo William Bollaert -quien se encontraba en Inglaterra- refiriéndole que Mariano Morales llevaba tiempo trabajando una “chacra sin riego”, para lo cual cavó tres pies (aproximadamente un metro) hasta dar con una capa de tierra humedecida por el agua subterránea y plantar trigo, maíz, cebada, arroz y hortalizas. Otros cultivos vecinos de este tipo eran lasaguadas de Santana, Chancas e Hidalgo (Bollaert 1851:113).
En un recorrido por la provincia en 1853, el naturalista italiano al servicio del Perú, Antonio Raimondi, conoció a Morales en su canchón situado en el camino entre Challapozo y La NoriaAntigua produciendo melones, sandías, zapallos, trigo, cebada y alfalfa. Lo caracterizó como un “hombre que ha pasado tantos trabajos y sacrificios en los primeros años y porque ha dado un ejemplo a los de la provincia al hacer producir un terreno que antes era enteramente estéril” (citado por Luis Castro y otros 2017:123-124).
El historiador Oscar Bermúdez cuestiona esta tradición y sostiene que el desarrollo de los canchones se sitúa hacia la década de 1840 (Bermúdez1987:96).
Nos parece que la cita de Raimondi es suficientemente reveladora para asignar al “Tío Yuri” la autoría del sistema decanchones, debiéndose también tener presente que tanto su testimonio como el de Smith y Bollaert hacen presuponer una data anterior a la década de 1840.
Ahora bien, los canchones eran fosas de unos 20 metros de largo por 3 a 4 metros de ancho, que se formaban al retirar la costra superficial salina, dejando al descubierto tierra vegetal dulce y húmeda que era abonada con estiércol de animales domésticos o con guano de Pabellón de Pica o Huanillos. Entonces se procedía a sembrar(Basadre 1884: 177).
Escogido un terreno, la primera operación era remover las costras de arena y sal y apilarlas; incluso se las unía con barro a manera de cerco perimetral, pero no era raro tirarlas descuidadamente, formandodesordenadas rumas.
El primer brote aparecía en una semana y a los 80 días ya se hallaba en condición de proceder al corte. Se lograban cuatro cortes: uno en la temporada de heladas (abril-agosto) y otros tres durante el resto del año. Más allá de las plagas y depredadores ya mencionados, el verdadero terror de los canchoneros eran las heladas invernales, que inutilizaban todo esfuerzo emprendido.
Los canchones, eso sí, tenían vida útil limitada, ya que al cabo de algunos años se llenaban de eflorescencia salinas y terminaban secándose, obligando a habilitar nuevos sitios para repetir la fórmula establecida (Brüggen 1936:35).
Estas originales parcelas se extendieron desde la Aguada de Hidalgo, situada un tanto al Sur de La Tirana, hasta el monte de Cumiñalla, sector que se especializó en la producción de alfalfa, zapallo, además de sandía y del apetecido “melón de canchones”, esta dos las únicas frutas que toleraban la salinidad (Billinghurst 1893:45).
En total, se los canchones se extendían por espacio de unos de 20 kilómetros, enumerándose parajes, sitios y puquios como Rinconada (ex Pozo El Carmen), corral Cosallón, Challapozo, Challapocito, Aguada de Santana, Monte Grande, aguada de Palape, aguada de Hidalgo, Cabrería, Pozo Quinto y La Noria Antigua.
A fines del siglo XIX los terrenos de chacras sin riego más caracterizados eran los de Cumiñalla, Puquios, La Huayca, Challa, La Noria, San Francisco y San Lorenzo. La produccióntotal se estimaba en unos 48.125 quintales, sin considerar lo que rendían adicionalmente los canchones deChallapozo, Challapocito y el puquio de los huatacondinos (Billinghurst 1893:47).
En torno al Canchón La Huayca se formó una población que hacia 1890 llegó a tener unos 200 habitantes y fue en realidad la capital de Los Pozos. En1898, la población global de los canchones marcó un millar dehabitantes (Riso Patrón 1984:23).
Una señal elocuente de la fecundidad de estas pequeñas parcelas fue que los canchoneros tuvieron además la iniciativa de plantar algarrobos(prosopis dulce) que alcanzaron alturas de hasta 5 metros y producían un forraje de calificada utilidad. Las mayores superficies se hallaban en Cumiñalla, Challa y La Huayca. Se calcula que se plantaron unos 15 mil ejemplares (Billinghurst 1983:50).
Ya en las primeras décadas del siglo 20 se hablaba de Canchones de La Huayca, Canchones de Cumiñalla, etc., resultando que la denominación Canchones terminó por definir genéricamente aquel sector del Tamarugal. En la actualidad, se le adscribe a La Huayca.
Concluido el ciclo de los canchones (los buitrones hacía tiempo que eran historia), la vida económica en el Tamarugal se circunscribe a la venta de leña y a la elaboración de carbón de espino. Por otra parte, en el paraje Cabrería, bosquecillo de tamarugos cercano a La Noria Antigua, hubo durante bastante tiempo crianza de caprinos (Basadre 1883:34).Quehaceres menores propios de una economía rural marginal.
Un área de insospechadas proyecciones
El siglo 20 conocerá nuevas y variadas aristas económicas para el Tamarugal. Hacia la tercera década, la sociedad Froehlich y Müffeler (Brüggen 1936:36) estrenará su viña Los Puquios paraproducir una variedad de la cepa Oporto. Pero tendrá su ocaso en 1949, casi paralelamente con el ocaso de las penúltimas oficinas salitreras.
Asimismo, por la década del 60 se ensayará un proyecto de crianza de ganado ovino para propósitos lanares basado en las propiedades alimenticiasdel tamarugo. Y en 1971 se establece un plan ganadero adicional, con una fase preliminar de 30 parcelas dedicadas al cultivo de alfalfa para forraje. Sus protagonistas, las comunidades aymaras, garantizan un bagaje de saberes ancestrales y la probada capacidad para compatibilizarlos con metodologías modernas.
Ya en pleno siglo 21, la emblemáticapampa persevera como escenario de audaces proyectos. Uno de los más recientes es la apuesta ecoturística con enfoque ecológico y sustentable. Mediante la implementación de diseños con pertinencia cultural y tecnológica, han surgido campings y centros recreativos que componen un plus de remozamiento o remodelación (si se nos permite insinuarlo) del entornopaisajístico, de manera tal que la Región puede merecidamente blasonar de poseer una campiña que brinda disfrute bucólico y solaz en losacogedores parajes del Tamarugal.
Y esto no es todo en materia de novedades gratificantes y que ademásreditúan progreso. Tras 15 años de sistemático y ferviente esfuerzo, culminó exitosamente el Proyecto FIC “Enoturismo del Vino del Desierto”, una iniciativa de la doctora Ingrid Poblete, desarrollada por un equipo de profesionales agrónomos de la Universidad Arturo Prat (Unap).
Un arduo proceso, consistente en primer lugar en la búsqueda en terreno de cepas patrimoniales en estado de relicto; y seguidamente un meticuloso trabajo de investigación molecular en laboratorio para dar con una planta resistente a las condiciones extremas del territorio (Poblete y otros 2022). Así se logra dar vida y lanzar al mercado el “Vino del Desierto”. Un producto del Norte Grande, tarapaqueño, tamarugueño, nuestro. Ni más ni menos, un innovativo y real aporte a la región.
Por supuesto que este emergente producto estrella motiva la celebración de su propia la Fiesta de la Vendimia, allí en la Estación Experimental de Canchones, en el mes de abril.
Como para cantar y entonar(nos): Y entre los tamarugales ha florecido un viñal.
Braulio Olavarría Olmedo
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