El Papa Francisco visita Iquique el 18 de enero de 2018
La visita del Papa a Iquique generó desde su anuncio enormes expectativas. Fueron muchas las respuestas que se esgrimieron para explicar los motivos de su visita. ¿Dónde se hará la misa? fue la pregunta más recurrente tomando en cuenta la estrechez de un puerto que se ubica entre el cerro y el mar y de crecimiento sin arreglo a patrones básicos de planificación urbana. Detrás de esas preguntas y respuestas se sentía el pulso de la religiosidad popular que se expresa cada año el 16 de julio. En la misa del 18 de enero, dos ejes estructuraron la narrativa de la misma: la religiosidad popular y la migración.
Ambos aspectos centrales en nuestra realidad fueron sin embargo, tratados en forma somera y a veces despectiva. Me detengo en la religiosidad popular. Se construyó un cuadro casi pintoresco. Se la redujo al cantar y al bailar y terminó siendo una tarjeta postal más. Se la redujo a un hecho folklórico y festivo. Nade se dijo de su mística, de su ética social y menos de lo que le da sentido: el marianismo. La primera frase del papa fue elocuente: «El único intermediario entre Dios y los hombres, es Cristo», cerrando con ello la posibilidad de que la virgen del Carmen, de Ayquina, de Las Peñas y san Lorenzo pudieran ejercer tal rol, tal como lo vienen haciendo desde hace tanto años. El Papa negó el marianismo, al invisibilizarlo. En la misa nunca se escuchó la palabra china, que es el modo cariñoso que los peregrinos usan para referirse a ella. La china es la madre, cercana, generosa y protectora.
La religiosidad popular en el Norte Grande ha sido una piedra en el zapato para la iglesia católica, así como para la elite ilustrada tanto de izquierda como de derecha. Un movimiento social que sostuvo la fiesta por cerca de un siglo, en conflicto con los curas que no entendían tanto «paganismo». Organizados en asociaciones y luego en federaciones, inspirado en la orgánica del movimiento obrero de la pampa salitrera, supieron hasta el golpe de estado de 1973, ser celoso guardianes de su autonomía. Muchos de sus dirigentes fueron tomados presos, exiliados y perseguidos. Luego del golpe de Estado, la iglesia comienza una segunda evangelización. La idea es borrar todo rastro de marianismo para cristianizar a esta población. Para los peregrinos adorar, bailar y cantar a la virgen era su propósito. Ahora lo es Cristo. De allí que en la misa de Lobito, se habló más de Jerusalén, Belén que de la pampa del Tamarugal. Nunca Francisco mencionó al pueblo de La Tirana. Y por cierto ningún caporal de la fiesta de La Tirana, compartió con el Papa. Y cuando un piel roja canta, no lo hace pidiendo perdón a la China, sino entonando un aleluya, concepto de origen hebreo. Otra cosa hubiera sido si cantaba: «Campos naturales déjanos pasar/ que tus morenos/ vienen a adorar».
Tanto el Estado como la Iglesia insisten en que la virgen del Carmen es la patrona del Ejército y Madre de la Patria. Eso es cierto. Pero esa iglesia llega al sur peruano en plena guerra del Pacífico. La China, nuestra virgen del Carmen, es la hibridación de la Pachamama y de la Virgen traída por los españoles. La leyenda de La Tirana, así lo deja establecido.
¿Por que Lobito? Está claro que el diseño de los lugares donde el Papa iba a dar misas estaba previamente diseñado desde el Vaticano y permeado por protocolos de seguridad que lo único que lograron era distanciar a las ovejas de su pastor. Lobito, lejano de Iquique y con temas de accesibilidad y sin mobiliario urbano, con horarios de entrada francamente exagerados no ayudó en nada a la convocatoria.
Los bailes religiosos alma y corazón de la religiosidad popular nortina, enviaron a representantes por orden del Obispo. Y muchos de ellos fueron, más que por el Papa, para acompañar a sus imágenes sagradas. Una visita área del lugar denuncia el fracaso de la operación Lobito.
Muchos nos preguntamos ¿y por qué no se hizo en La Tirana? El 15 de julio en la noche, se congregan 200 mil habitantes. El calor humano supera al frío pampino, en la que hombro con hombro, hombres y mujeres, se rinden frente a la belleza de la China, creando un sentido del nosotros sin igual. Razones de seguridad habrán desechado tan «loca» idea. Muchos peregrinos no fueron a ver al Papa ya que para ellos, es el Papa el que tiene que ir a ver a la virgen. No al revés. Además, seamos sinceros, al pueblo tiraneño y con ello incluyo a los de Ayquina, Las Peñas y San Lorenzo, las misas le sigue pareciendo un evento ajeno en la que su participación es mínima, por no decir cero.
El desafío de la iglesia católica es evitar su clericalismo (pensar siempre como endo-grupo dueños de la verdad) e interculturizarse. Es decir, valorar lo popular y nutrirse con los saberes y sabores locales. Hoy día es una iglesia globalizada, cuya pretensión de universalidad parece agotarse. Al finalizar la misa y casi por un protocolo impuesto por el pueblo, se escuchó La Reina del Tamarugal, canción que expresa muy bien el carácter local de nuestras festividades.
Bernardo Guerrero Jiménez