Primer flash que se me viene a la mente, una mañana de un martes 11 de septiembre, en clases en la U. del Norte, Antofagasta, en mi calidad de “mechona” de la Carrera de Sociología, se abre bruscamente la puerta de la sala e irrumpe un estudiante gritando azorado: “Todos al casino, hay golpe de estado”. Nos levantamos y partimos raudos. En el trayecto nos cruzamos con la profesora de la cátedra de Materialismo Histórico que era brasileña y quien había vivido en su país la dictadura que derrocara al Presidente Joao Goulart y nos afirma que el tan anunciado golpe era una realidad pues se habían “cortado las comunicaciones” con el gobierno de Salvador Allende y eso era signo inequívoco que “el lobo había llegado”. Una vez en el punto de reunión, observo al Opi, un dirigente que, encaramado en el techo de una dependencia aledaña al Casino, extendía sus largos brazos y preguntaba: “y las armas , compañeros, dónde están las armas…?” No obtuvo respuesta alguna, nosotros, generación 73, cual de todos más inocente, en un estado de shock, sólo veíamos tanquetas apostadas en las afueras de la Universidad, escuchábamos orientaciones y preguntas que no sabíamos cómo procesar en esos minutos de vértigo y fue así cómo seguí a mi amiga y compañera que tenía más formación política que yo al baño dónde incineramos, en el resumidero, nuestros carnets de postulantes a una célula de uno de los partidos que apoyaban al gobierno del Presidente Allende.
Segundo flash, abandonamos la Universidad y nos dirigimos a la casa de la Tina, una compañera que vivía cerca y para llegar a su casa debíamos cruzar el emblemático edificio Curvo, una joya arquitectónica que aún subsiste y que tiene la particularidad de tener doble acceso, esto es, a algunos departamentos podíamos ingresar por la calle Carlos Pezoa Véliz, y en uno de sus extremos comenzaba la gran terraza que tenía departamentos que daban frente al mar y cuyo acceso era por la calle Armando Mook. ….estando en la terraza y, a punto de bajar las escaleras para acceder a la Gran Vía donde estaba la casa de Tina, yo, que iba última, observo una pareja de un padre y un hijo que se encontraban y abrazaban y el padre o el hijo que tenía más fuerza levantaba en vilo al padre del suelo y bailaban haciendo un círculo festejando felices el golpe de estado…yo, indignada, los intento separar y los confronto: ¡Cómo es posible que bailen y hagan gala de este hecho tan terrible que nos toca vivir! Ellos, me miraron como una mocosa atrevida y no me tomaron en cuenta pues estaban inmersos en su euforia mientras yo no concebía tamaña insensibilidad. Mi compañera me gritó que bajara.
Tercer flash, en lugar de irme al departamento donde vivía con mi tía y que quedaba frente al edificio Curvo pero más al este, seguí a mi compañera a una “Casa de seguridad” ubicada en un edificio que estaba a la subida de la población Coviefi. Allí nos acogió un matrimonio muy amoroso que tenia la radio Moscú encendida y supimos del ataque y bombardeo al Palacio de Gobierno y los bandos de los toques de queda ….no sé si dormí, no sé si recibí alguna ingesta sólida…sólo recuerdo haber aceptado una taza de té que algo pudo reconfortarme. Al día siguiente, con el toque de queda levantado nos retiramos agradecidas por la hospitalidad de aquella pareja.
Cuarto flash, mi tía lanzando por el incinerador mis libros no sin antes quemarlos en el hornillo de la cocina y yo intentando arrebatarle el que recuerdo había comprado nuevecito y aún no había ni siquiera hojeado “Lo que verdaderamente dijo Mao.”
Quinto flash, fui testigo ocular desde el edificio de Nicanor Plaza muy cerca del icónico Curvo, cómo los militares golpeaban las puertas de los departamentos de dicho edificio y si no se las abrían al primer o segundo golpazo, procedían a derribar sus puertas a punta de patadas y con los rifles en ristre irrumpían en los hogares en busca de extremistas. Ellos decían que este edificio era un “nido de terroristas”. Nada más lejos de la realidad, allí vivían familias trabajadoras, personas que ya habían formado familia y ahora estaban en su jubileo, otros eran estudiantes universitarios pero no todos eran militantes de partidos políticos o movimientos revolucionarios… mi hermana misma casada hacía 3 años vivía en el acceso U, cuarto piso y estando embarazada de 8 meses fue víctima del allanamiento a su departamento mientras mi cuñado de profesión constructor civil, estaba en la obra. Mi hermana con su niñita de 1 año y medio agarrada a sus pretinas tuvo que enfrentar a ese piquete insolente que le revolvió todo y violó su privacidad. Por el susto y el stress que le produjeron, su parto fue complicado y el niño nació con sufrimiento fetal el 19 de octubre y tuvo mi hermana muchos desvelos para sacarlo adelante. Cabía en una caja de zapatos, pero gracias al tratamiento de un muy buen pediatra de la época y a su amor de madre, logró su recuperación.
Sexto flash, me veo, dentro del transcurso de 1 mes aprox. yendo a la cárcel a visitar a mi compañero Jaime Cossio y regalarle “El lobo estepario” de Herman Hess. Era mi primera vez en un recinto penitenciario, donde fuí sometida a un toqueteo impropio en la revisión previa a la visita. Compartimos cerca de 30 minutos y ahí me enteré que su polola estaba haciendo todo por casarse con él y luego dejar el país rumbo a Suecia, situación que así aconteció. Su amigo que vivía con él, estudiante de periodismo y con quien yo muchas veces me venía de la universidad, no tuvo la misma suerte pues a él le aplicaron la “ley de la fuga” acribillándolo por la espalda, a Luis Alaniz (Q.E.P.D.) nunca lo sacaré de mi alma.
Y, por último dentro de estos flashes deseo mencionar que tuve la osadía de comprar en esos días una arpillera hecha por un preso político en pleno Paseo Prat superando el miedo de contribuir, con este gesto, a la causa de estos compañeros. Esta arpillera me acompaña desde entonces, la he llevado de Antofagasta a Montreal y luego a Santiago, enseguida otra vez a Antofagasta y ahora me acompaña acá en mi pieza en Santiago. Me tendrán que enterrar con ella. Es un fragmento de las Alturas de Machu Picchu que reza así: “Y busco hasta encontrar el tejido profundo. Así también encuentro, la unidad de los hombres. Y, en el pan, busco, más allá de la forma. Me gusta el pan, lo muerdo y, entonces veo el trigo”. Hay una mujer que abraza una espiga bordada con lanas de color lila y su cabellera trenzada con colores naranjo. La espiga es de color amarillo y las letras de los versos son en negro sobre una arpillera marrón.
De la generación ’73 que en marzo de aquel año, iniciara en un número no menor de 100 mechones un camino lleno de ideales, con un programa de estudios ad-hoc a los tiempos que corrían y que, en septiembre, nos enfrentáramos abruptamente al cierre y/o readecuación de la carrera como fue nuestro caso, fueron quedando en el camino muchos de aquellos que partieron con nosotros. Sólo llegamos a titularnos no más de seis hombres y dos mujeres. Nuestro jefe de carrera Mario Fanta, emigró a Montreal, Canadá y en su reemplazo, asumió Augusto Iriarte. Tuvimos un desbande de profesores extranjeros que fueron repatriados, en su lugar, nos hicieron las clases los de la primera generación Alejandro Guillier, Orlando Vargas, César Trabucco, Rebolledo y otros más que no recuerdo sus nombres. El profesor de Metodología de la Investigación, cura holandés Juan Van Kessel nos adoptó y nos llevó a conocer el mundo andino, Eduardo, Juan, Bernardo, Jerny y Lucy conformaron su equipo de ayudantes. Nuestras tesis fueron todas relacionadas con la temática de los pueblos originarios. Nosotras la hicimos sobre la familia aymara. Otros se enfocaron más en el aspecto económico y así…todos logramos llegar a puerto gracias a su inestimable apoyo. El año ’80 parto a Montreal, un 6 de julio, pleno verano allá y yo llegó con abrigo de piel comprado por mi madre. Mi hermano a quien no veía desde el año ‘76 que emigró con su mujer y sus tres pequeños, me esperaba. El shock fue grande, las puertas se abrían al hacer contacto mis pies con el umbral de ellas, todo automático, todo inmenso, todo limpio, todo funcionaba pero mi francés era incipiente….me perdí muchas veces, otras tantas tuve que repetir diez veces una sentencia para hacerme entender. pero logré el objetivo. Al cabo de cinco duros y significativos años, en los que aprendí lo que era el stress de novedad, el lesbianismo político, la conciencia de la causa medio ambientalista, la importancia del género y el feminismo, lo que era vivir en un país del primer mundo entre tantas otras experiencias, retorné a mi país luego de dejar presentada la tesis de mi maestría que versó acerca de “Les modalités d’insertion des Chiliennes a Montréal. Une décade d’inmigration”. Regresé en 1985 a Chile y me ocupé ese resto de año y el otro medio año en hacer las correcciones que me habían dado los profesores examinadores. Regresé a Antofagasta y recibí mi título de Socióloga y el grado académico de Licenciada en Sociología de manos de un Rector ‘delegado’ , en su oficina, y a sus espaldas, con un retrato del Dictador. Me hizo las preguntas de rigor y cuando preguntó si yo juraba o prometía…yo respondí con tono fuerte y grave: Prometo.
Intenté ubicarme en la Universidad de Antofagasta en la que yo había tenido ayudantías y había sido profesora hora pero en mi entrevista con el Rector de la época, muy afín a la dictadura, al parecer no le gustó mi planteamiento frente a la situación que se estaba dando en Chile y, rechazó mi reincorporación. Regresé a Santiago dónde ingresé a un Liceo Técnico Profesional ubicado en la comuna de Pedro Aguirre Cerda. Allí, aparte de la docencia, abracé la causa sindical. Fui Secretaria y con la directiva logramos cambiar a la Directora que era pro Pinochet. Democratizamos la gestión, votando por una profesora que fue la Directora del establecimiento. Al cabo de unos años, recibí una oferta de la Universidad José Santos Ossa muy interesante que me hizo regresar a mi perla del norte en marzo ‘91. Me dediqué principalmente a la docencia de los primeros años de Trabajo Social, Psicología, Educación Parvularia..etc. Luego dirigí seminarios de título, participé de cursos, talleres, comisiones de acreditación, asumí jefaturas y, en fin, culminé mi carrera profesional el año 2010 en que regresé nuevamente a Santiago para acompañar a mis padres en su último tramo de vida.
Desde el quiebre de la democracia, septiembre’73, asistimos al advenimiento de los “Chicago boys” que implementaron el modelo liberal duro, impuesto por la fuerza y que en 17 años, en una revolución silenciosa, acrecentaron el poder económico de la élite castrense, y de los empresarios afines al gobierno sumiendo a las clases medias y a la clase popular en una parálisis política, socio-económica y cultural. Sólo cuando las fuerzas políticas democráticas lograron rearticularse y unirse en pos de un objetivo claro que se tradujo finalmente en recuperar la democracia en el histórico plebiscito del 5 de octubre de 1988, recién entonces, las clases medias y el pueblo empezó a levantar su situación social y económica. Los conflictos vividos e institucionalizados en dictadura dieron paso al cambio de ellos, a la visibilidad de ese país oculto que comenzó a renacer igual que el ave fénix. Recuperamos la libertad de expresión, de comunicación, de movimiento, de ser nuevamente capaces de organizarnos y formar agrupaciones que nos condujeron a elevar nuestro status y cumplir nuestros roles con la conciencia que en este nuevo escenario, la dignidad sería uno de nuestros mejores valores y nuestros intereses estarían puestos en continuar luchando por una “patria buena y justa” como afirmara el presidente de la transición, don Patricio Aylwin. La reconciliación nacional se convirtió en una causa país pero con los pactos de silencio de los uniformados, hasta hoy, ha sido imposible, conocer el paradero de los DD.DD., herida abierta en el alma nacional.
Durante los 30 años de sucesivos gobiernos democráticos entre los cuáles debemos consignar el de la transición, encabezado por don Patricio Aylwin con una duración de 4 años, luego el de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, 6 años, el de Ricardo Lagos Escobar, 6 años, el de Michelle Bachelet Jeria, 4 años, el de Sebastián Piñera del conglomerado político Chile Vamos, partidos de derecha, luego un segundo mandato de Bachelet y, por último, un segundo mandato también de 4 años de Sebastián Piñera. Es decir, 24 años el poder estuvo en manos de partidos de la Concertación y Nueva Mayoría que agrupó a partidos Socialista, Partido por la Democracia, Partido Demócrata Cristiano, Partido Radical, Liberal, Izquierda cristiana, Mapu, Usopo, Padena, Partido Humanista y Los Verdes. En la Coalición Nueva Mayoría se incorporó el Partido Comunista. Los restantes 6 años el poder estuvo en manos del conglomerado de Renovación Nacional, UDI, Evópoli, y el PRI.
Luego, en 2022, llegó a La Moneda un nuevo conglomerado, el Frente Amplio, que reagrupa partidos como Convergencia Social, Revolución Democrática, y Comunes. Fundado el 21 de enero de 2017.
Durante estos 30 años el país creció en el contexto del modelo de desarrollo impuesto por la dictadura pero con la salvedad de que, en palabras de Manuel Castell, éste tenía rostro humano, es decir, Modelo Neo liberal. Hubo logros significativos en cuanto a bajar los índices de pobreza, aumento de la educación superior para muchos estudiantes que antes no tenían acceso a estas aulas.
Como conclusión a este itinerario sucinto y por cierto testimonial, opino que esta coyuntura de los 50 años nos alcanza en un momento de suyo complejo, incierto y por qué no decirlo, desesperanzador. Los últimos escándalos de Democracia Viva y otros nos dejan un sabor más que amargo. ¿Qué es lo que yo quisiera? En primer lugar, que todos los partidos que se llaman democráticos y que hablan de fortalecer la democracia, se unieran y formaran una coalición fuerte, integradora, libre de corrupción, más criteriosa, con mayor pragmatismo y que lograran recomponerse porque de continuar así, sembrando desconfianza en la población, sólo conseguirán perder el poder y vuelta a las manos de los oligarcas de siempre.
Por cierto, deseo, para nuestro país que se rescaten más sitios de memoria, que se hable y se incorpore dentro del aula, de forma obligatoria, la enseñanza y discusión de cómo fueron violados los DD.HH., del holocausto de Pinochet . Que esté en el curriculum escolar este episodio trágico y horroroso que nos marcó como generación al igual que al pueblo alemán con ese personaje siniestro de Hitler o a los españoles con el dictador Franco. Las nuevas generaciones al conocer esta parte de nuestra historia no vacilarán en unirse al consenso de que este hecho no puede volver a ocurrir nunca más en nuestro país. Este consenso es, en términos dialécticos, lograr la tan anhelada síntesis superadora.
Por último, agradezco a mis profesores Fernando Farías (Q.E.P.D.), Daslav Petricio(Q.E.P.D.), María Felixis Vargas, Mario Fanta, Augusto Iriarte, Juan Van Kessel, Alejandro Guillier, César Trabucco, Orlando Vargas, por todo lo que nos “apañaron” y gracias, a quiénes, pudimos sortear la coyuntura de una carrera huérfana, sin posibilidades de continuar a no ser por su entrega y compromiso férreo con nosotros, sus aprendices, ávidos de seguir por los derroteros de la Sociología. Grandes, mis queridos y entrañables maestros.
Lucy Ramírez
Socióloga. Universidad del Norte, Antofagasta.