50 años del golpe

Recuerdo casi como si fuera hoy aquella mañana del martes 11 de septiembre de 1973, cerca de las 9 horas en el tercer piso del módulo de la Universidad del Norte de Antofagasta, en la sala que ocupábamos habitualmente los alumnos y alumnas del primer año de sociología. En plena cátedra de antropología, de pronto se interrumpe la clase por los murmullos, ruidos y gritos in-crescendo surgidos afuera en los pasillos (…)”¡hay golpe! ¡hay golpe! El Presidente sigue resistiendo en la Moneda!…”

Se acabó la clase. Abandonando la sala en una mezcla de perplejidad, desconcierto y temor, cada estudiante se retiró a su casa o al lugar que ocupaba, militando en un partido, una iglesia, un sindicato; donde su mamá, su pensión, su población, o donde sea.

Todo esto se me agolpa en el recuerdo al pensar en ese día, 50 años después. Y muchos otros recuerdos; por supuesto.

De repente como de la nada aparecen tanques de guerra en las calles, con una cabeza asomándose en la punta y sus chirriantes e infernales ruidos de fierros y ruedas de oruga, girando estruendosamente sobre el pavimento. De pronto un tanque se instala enfrente girando abruptamente su cañón hacia la entrada del campus (Avenida Angamos 010) apuntando a donde estábamos amontonados un grupo de compañeros y compañeras… ¡Esto es un Golpe de Estado! exclamamos. Palabra repetida en reuniones y asambleas y que ahora se hacía realidad… Nos disolvimos y despedimos rápidos en la puerta de la Universidad; algunos compañeros nunca más los volvimos a ver, y otros simplemente desaparecieron.

Pero regresemos a seis meses antes: marzo de 1973, en los Jardines de la misma Universidad. Recién llegado a ese campus y extasiado en una ciudad legendaria y de sol, a la cual arribaba en la luminosa costa de Tarapacá. Primer día de ingreso, proceso de matrícula. Los que llegaron primero orientan los pasos a seguir a los demás; trámites administrativos, la inscripción de ramos… Conocemos nuestros nombres: Bernardo, Yerny, Julián, Lucía, Ana, Miguel, Jorge, Héctor… Todos lozanos y veinteañeros(as) nos hacemos amigos de inmediato, con alegría, emoción, utopía y sueños de formar parte de un grupo que iba a contribuir al proceso en marcha. ¡Universidad, revolución y juventud! tres ingredientes irresistibles para estos mechones de sociología. Apoyar un proceso humano liberacionista desde la sociedad civil, pacífico, cultural y educativo (así lo entendía yo al menos, en ese momento).

El proyecto de socialismo con sabor a empanadas y vino tinto de la Unidad Popular, permitía a pobladores, campesinos, jóvenes, hombres, mujeres, trabajadores, gremios, etc. que los tomaran en cuenta. El proletariado por primera vez en la historia de Chile estaba representado en el Estado como clase. Más aún, era Estado, era poder. Como expresa Jorge Arrate en un libro sobre el tema (…)”El pueblo de Allende pensó que podía mandar y alterar el esquema de dominación. Ese llegó a ser su espíritu…”(LOM 2014).

Un proyecto pacífico que tenía un ideal del hombre, un ideal antropológico y una cuestión ético-política, la creación de una mejor sociedad, del “hombre nuevo”…

Pienso también en la inmolación del Presidente, su trágica muerte ese mismo día. Semanas después del golpe se decía que había sido acribillado por los militares en La Moneda. Mucho después la versión canónica señala que se suicidó, como un héroe que sacrifica su vida ´por una causa ideal.

Volvamos a septiembre de 1973, ¡perdimos la inocencia! Habían pasado seis meses y todo cambió abruptamente. Asistimos a una tercera etapa estudiantil, sometidos a la instalación de una Dictadura!… Curiosamente la carrera no se cerró; nos titularnos, con otro régimen y planes de estudio. Sociología funcionalista no marxista ni materialista-dialéctica; fenomenología filosófica y metodología positivista. (Igual profesores y alumnos nos las arreglamos para conocer y estudiar otras perspectivas críticas. Libros de Marx circulaban bajo la manga, revistas, informes políticos). Felizmente también aparecieron algunos profesores que contribuyeron a modelar nuestros pensamientos, algunos de ellos verdaderos Maestros.

Fueron 17 años de dictadura militar; que no es del caso analizar… Sólo mencionarla por respeto a los muertos, perseguidos, encarcelados, torturados, exiliados; al terror… Posteriormente egresamos y cada cual siguió su camino buscando un lugar profesional. Pasaron otros 30 años y ya estamos en la “modernización” encabezada por la Concertación de Partidos por la Democracia: Un cambio en lo político y continuación del modelo económico. Tomando en sus manos el modelo societal construido por los chicago boys: producir, consumir y entretenerse. De repente votar. Y acumular (heroísmos y traiciones, sería otro tema).

Y luego la bendita Posmodernidad. A fines de los ‘80 hasta los ‘90 aparece el cambio cultural del siglo XX al siglo XXI, una “Nueva Era” en la historia humana. Desacralización de los valores, disolución de reglas normas e instituciones, descomposición de la “vieja” moral. Otras teorías.

Y así ha pasado medio siglo, tiempo suficiente para mirar la historia. “Ibamos a cambiar el mundo”, íbamos a ayudar a construir el socialismo o una Democracia Popular Avanzada como se decía… Hoy vivimos la tercera década del siglo XXI, electrónica y de poder incontestable. El mundo cambió igual. Época neocapitalista de “poder concentrado”; concentrado por  arriba y concentrado por abajo; por arriba poder duro en la estructura política, económica y tecnológica. Por abajo, en la mente insegurizada, manipulada o desorientada de las masas; irritada y explosiva. Con una sociedad agitada, des-articulada y violenta, ¡con miedo! que busca algún consenso en proyectos hegemónicos inestables.

Sociedad Civil que trata de recuperar confianza en un ideal histórico. Una hegemonía convocante y articuladora del Pueblo, con los nuevos actores y movimientos sociales  configurados en este tiempo: de género, ecológicos, inmigrantes, pueblos originarios. Con herramientas y medios tecnológicos al alcance de la mano para bien  o para mal (“influenzer”, redes electromagnéticas, delincuencia, crimen “organizado”). Con un medio ambiente crítico; con derechos humanos inéditos e irrenunciables.

Y frente a estas problemáticas sociológicas, cómo proponer una nueva dialéctica ampliando la noción de proletariado; o planteado de otro modo, el presente actual ¿avanza hacia una democracia popular avanzada?.

Complejo. Los sociólogos necesitamos teorías, metodologías y epistemologías “nuevas” para confrontar la época. No  dualismos al estilo hombre-mujer, sujeto-objeto, alma-cuerpo, individuo-sociedad, intelectual-pueblo. No basta el “hecho social” de Durkheim mirando la sociedad como si fuera cosa… Es preciso considerar al individuo y la naturaleza indisolublemente unidos. Una mirada triple: individuo-sociedad-naturaleza. O: ser humano-otros-universo. Una mirada antropológica circular, concéntrica y orgánica, en la perspectiva de una mejor sociedad.

La pregunta que me queda es: las y los mechones  universitarios de año 1973 en esa etapa de jóvenes utopistas y con expectativas ¿cuánto lo logramos? Cada generación tiene su peso en la historia.

Julián González Reyes Sociólogo. Universidad del Norte, Antofagasta.         

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