Iluga: pampa linda, llena de vida

 Pampa Iluga es la planicie que se extiende entre el actual pueblo de Huara y el inicio de la quebrada de Tarapacá, en tanto que su límite norte estaría marcado por las líneas que dejan los aluviones estivales que se desprenden de la quebrada de Aroma y su límite sur por las huellas que producen las descargas de la quebrada de Quipisca. Ahora, de manera más práctica y directa, aceptemos que es la pampa que se extiende frente (al Este) de Huara.

Aunque cueste creerlo, en tiempos remotos, fue un desierto poblado de vida y de relevante significado socio-cultural

Un espacio desértico que desde épocas cuaternarias y por efecto de los escurrimientos fluviales, se configuró como un suelo de gruesas capas sedimentarias de gran aptitud agrícola. La misma naturaleza aportó el drenaje estacional y las comunidades desarrollaron tecnología hidráulica para convertirla en un sector de alta productividad.

Como zona arqueológica, se considera un área agrícola de más de 4.124 hectáreas, dentro de la cual se han registrado 122 montículos artificiales que han servido para fines de sepultación, junto a monolitos esféricos de materia volcánica, además de plazas, corrales y otros recintos.

Esta zona de interés arqueológico dista 13 kilómetros al este del actual pueblo de Huara y sólo 5 kilómetros del Cerro Unita.

Información que proporciona el arqueólogo Mauricio Uribe en su tesis  postdoctoral titulada “Pampa Iluga y las ‘chacras’ de los ancestros” (1).  

                                  Aldeas, chacras y sitios sagrados

Para  Pampa Iluga se estima un desarrollo cultural que arrancó hace unos 3 mil años, desde la incursión de comunidades de cazadores-recolectores, pasando por etapas como la sedentarización e inicio de la agricultura, la aymarización del territorio tarapaqueño y la llegada de los Incas.

Mauricio Uribe lleva cerca de 20 años estudiando el territorio de la Región de Tarapacá, junto a un equipo interdisciplinario de campo. Subraya que, aparte de sector agrícola, constituía un centro ritual. En tal sentido, los túmulos o montículos contienen vestigios como ofrendas, entierros humanos, objetos varios y alimentos.

Complementando este escenario sagrado, se han encontrado parejas de rocas erguidas, una especie de estelas diminutas que, a juicio de Uribe, son monumentos representativos de la dualidad hombre-mujer y también de la dualidad vida y muerte (2).

Por cierto que los Incas también ocuparon Pampa Iluga. Hay evidencias de muchas intervenciones suyas, porque se ha hallado materiales del tipo Imperial, como cerámica con decoración muy fina, policromática, con diseños de camélidos, ramas alusivas al maíz, además de figuras geométricas que pueden ser representaciones de cerros, cruces o también del sol. Además, figuran los característicos colores imperiales: negro, rojo y crema.

¿Qué causó la desaparición de esas unidades socio-productivas y de su centro litúrgico? Responde Uribe:

 “Al parecer hay temas climáticos que afectaron la vida en Pampa Iluga y en la del Tamarugal hubo mayor aridez, menos precipitaciones en el altiplano, lo que implicó que lugares como éste fueran afectados. A su vez, como se produjo una concentración tan importante de personas en la pampa, se provocaron problemas sociales con los que el sistema no aguanto más y comenzó la disgregación” (3).

Luego, al desintegrarse estos sistemas sociales, que vivían en la pampa de forma nuclear y concentrada, se generan diásporas y asentamientos en demanda de la precordillera, con el afán de llegar lo más cerca posible de las fuentes de agua que descendían del altiplano.

Por toda la precordillera se disgregaron pequeños poblados-pukara, los que comienzan a desarrollar cultivos en macetas y perfeccionan las técnicas de regadío y canales. Por toda la cuenca del río Tarapacá se pueden encontrar hoy cientos de pequeños sitios arqueológicos que hablan de esta disgregación social, agrega el arqueólogo.

“Los poblados no eran tan densos ni concentrados, pero todos estos pucaras tenían sus sistemas agrícolas. Esa misma población es la que de alguna manera va a generar esta otra dinámica en estas aldeas que se vinculan con otras poblaciones, produciéndose una mayor integración con comunidades del altiplano que manejaban la ganadería a gran escala, generándose una mixtura entre estas poblaciones pampinas tarapaqueñas con la altiplánica ganadera. Esta mezcla luego se va a conocer como el proceso de aymarización de ese territorio. Esto se dio por cerca de 2 mil años hasta que llegaron los incas y como imperio comenzaron a ocupar todo el territorio altiplánico e incluso llegaron a Pampa Iluga, donde permanecieron y generaron sus prácticas rituales”, concluye Mauricio Uribe (4).

                                 Complejo sistema de canales

En su “Descripción de Tarapacá” (1765), Antonio O’Brien se refiere a vestigios de trigo cultivado por los españoles, suponiendo que había sido un terreno drenado por lluvias (5). Y discurrió un proyecto de irrigación de esta pampa basado en canales que condujesen aguas desde el altiplano, Complementando la iniciativa, sostenía la idea de concentrar poblaciones precordilleranas en Iluga. Craso error el pensar siquiera en desarraigar pueblos de inmemorial historia e instalarlos en otro lugar. Hubiese sido un crimen ecológico y cultural. Afortunadamente, la idea no prosperó por falta de apoyo inmediato de parte del virrey del Perú.

Sin embargo, desde la propia autoridad virreinal se instruyó en 1808 al ingeniero español Francisco Javier Mendizábal que reestudiara la propuesta de O’Brien. En el respectivo informe de evaluación, Mendizábal declaró que “la mayor parte de la Pampa de Iluga consta de arenales inútiles para la Agricultura” (6).

Tanto O’Brien como Mendizábal ignoraban la historia del sector que exploraron.

En el año 1971 un equipo interdisciplinario del Instituto de Geografía de la Universidad Católica de Chile practicó una investigación en Pampa Iluga, desde el umbral de la quebrada de Tarapacá hasta los vestigios de una remota área de cultivo y su respectivo sistema de regadío mediante canales.

El informe de dicho estudio relata que luego de recorrer algunos kilómetros en sentido Este-Oeste, y sobre algunas superficies planas, comenzaron a vislumbrarse áreas cultivadas.

“Las formas se hacían cada vez más abundantes y la evidencia era mayor. Se llegó, finalmente, a sitios que evidentemente fueron gigantescas chacras en el pasado. Extensiones enormes aparecían recubiertas por el sistema de cuadrículas tan propio de las áreas cultivadas del Norte Grande. Además, lo más importante es que dicha superficie aparecía recubierta con cerámica esparcida por doquier. En las inmediaciones se encontraron también los restos de mortero. En algunos sectores habían formas que parecían haber sido canales de regadío, bordeados por hileras de piedras” (7).

Estos canales tienen un ancho de 4 a 5 metros y alcanzan una longitud aproximada de 8 kilómetros en línea recta, hasta la desembocadura de la quebrada de Quipisca. En síntesis, se detectó la existencia de a lo menos cuatro grandes sectores con extensos terrenos de cultivo. Su tamaño fluctúa entre un pequeño establecimiento con una o dos casas y algunos corrales, hasta planicies cultivadas de unas 1.000 hectáreas.

La red de canales presupone la disponibilidad de recursos hídricos no necesariamente provistos por las lluvias de verano, sino por el drenaje de los flujos precordilleranos (quebradas de Aroma, Tarapacá y Quipisca), que en horizontes pretéritos desembocaban en Pampa Iluga. Según se desprende de investigaciones geológicas, fracturas tectónicas cortaron los valles en sentido Norte-Sur, haciendo que las aguas se infiltraran antes de llegar a la Pampa del Tamarugal, donde hay también incidencia de un terremoto (8). Fenómenos que han debido ocasionar el éxodo de los asentamientos humanos a espacios más benignos.

                                     Pampa Iluga y sus poblaciones

Procede ocuparnos ahora de la localidad signada como Iluga, topónimo que es mencionado en mapas peruanos y chilenos y en diccionarios geográficos y que estuvo hacia la desembocadura de la quebrada de Tarapacá, más exactamente en las inmediaciones de Huarasiña.

Aparte de los canales alimentados por flujos y avenidas del interior, las comunidades ancestrales de Pampa Iluga deben de haberse abastecido de pozos.

Mapas e informaciones del siglo 20 dan a conocer que la aldea Isluga se ubicaba hacia la banda Sur de la quebrada de Tarapacá, algo debajo de Huarasiña (9). En un mapa del geógrafo Alejandro Bertrand (1879), aparece un Pozo de Castro, al Nor-Este de Huara. Un sendero lo comunica con Iluga (10) Otro mapa, de 1912, muestra el Pozo Valparaíso, probablemente en la misma ubicación del recién mencionado Pozo de Castro. Y un poco más al Sur, los pozos Rosario y Puntilla (11). Finalmente, en un mapa del siglo pasado (sin referencias), vemos dos puquios: un Pozo de San Martín, el que a su vez pareciera corresponder al ya mentado Valparaíso; y un Pozo Rosario, aproximadamente paralelo a la ex Oficina San Jorge (al Nor-Este de Huara).

                                      El Mito de Challacollo

Guillermo Billinghurst, al referirse a las vertientes inferiores de la quebrada de Tarapacá, apunta que en la boca misma de la quebrada está la de Huarasiña, “y más hacia la pampa de Iluga, la de Challacollo” (12).

De acuerdo a una antiquísima tradición, en Pampa Iluga existió un pueblo denominado Challacollo, noción que debe estar asociada al pozo o vertiente mencionado por Billinghurst y que no hay que confundir con el topónimo similar de un mineral altiplánico.

Nos permitimos traer a colación el relato de un excelente amigo e informante nuestro, don Emiliano Pereira, arriero coscayino y después trabajador salitrero, radicado posteriormente en Arica, donde falleció.

El nos dio a conocer la leyenda de Challacollo (cerro de arena, en aymara), la que se clasifica dentro del género de los mitos andinos que reelaboran el relato bíblico de Sodoma y Gomorra y específicamente el episodio de la mujer de Lot, convertida en estatua de sal.

En tiempos inmemoriales, hubo en lo que hoy se conoce como Pampa Iluga un hermoso y próspero oasis, cuyos habitantes derivaron a una vida licenciosa y totalmente apartada de los deberes religiosos. Un anciano forastero reprendió a esa gente por su mala conducta, instándola a cambiar de vida. Los interpelados se indignaron y le ordenaron marcharse. Cuando estaba a punto de dejar la población, una sirvienta se le acercó para ofrecerle comida y agua, lo que el anciano aceptó agradecido.

En reconocimiento por su gesto, el anciano obsequió a la mujer una bolsa con oro y le reveló que estaba a punto de sobrevenir un castigo divino. Le encareció que partiera de inmediato y sin mirar atrás. La mujer salió precipitadamente y comenzó a caminar por la pampa. Estando a corta distancia del pueblo, observó que se avecinaba una descomunal tormenta de viento y polvo que pareció abrirse a su paso. Sobrecogida por el furioso rugido del viento, miró hacia atrás, quedando convertida en una estatua, mientras la aldea y el oasis quedaban sepultados bajo la arena.

Remontándonos ahora al siglo pasado, circulaba entre los pampinos de las oficinas aledañas a Huara el comentario de que entre los bajos montículos y dunas someras de Pampa Iluga se alzaba una especie de estatua con formas atribuibles a una mujer.

Algunos que conocían la historia del anciano y la sirvienta, no tardaron en sospechar que aquella estatua correspondiera a dicha sirvienta; por lo tanto, allí debía estar también el oro.

No faltaron los entusiastas que organizaron excursiones bien premunidos de combos y picotas. Pero por más que prodigaron fuerza y tenacidad no consiguieron nada, ya que a cada golpe respondía un rechinante sonido metálico que se hacía más estridente e insidioso en medio del silencio de la pampa.

Los intrigados pampinos se preguntaban la razón de esa estatua enclavada en pleno desierto: ¿será obra de los Incas?

Comentando este asunto con don Emiliano, un viejito muy sabio y gran conocedor de la pampa -como que había sido patizorro- manifestó a don Emiliano su opinión de que aquel objeto metálico era el fragmento de un meteorito que cayó en la zona.

Parecido a este mito es el que habla de una aldea prehispánica de nombre Tiahuanaco, “que se levantaba alegre y pintoresca en la pampa de Huara o de Iluga, rodeada de frondosos árboles y que fue sepultada cruel y violentamente por las avenidas torrenciales que se precipitaron, arrasándolo todo, por la quebrada de Aroma” (13).

Braulio Olavarría Olmedo

Referencias bibliográficas:

1. Mauricio Uribe: Pampa Iluga y las “chacras” de los ancestros (Tarapacá, Norte de Chile): tensionando materialidades y ontologías desde la arqueología. Revista Chilena de Antropología N° 42. 2020.

2. Francisco Velásquez:  Pampa Iluga: El hallazgo que abrió la prehistoria del Norte Grande, sábado 22 de julio 2017.

3. Obra citada.

4. Obra citada.

5. Antonio O’Brien: Descripción de Tarapacá, foja 42 v. En Jorge Hidalgo: Historia andina en Chile, página 34.

6. Francisco Javier de Mendizabal: Informe de D. Francisco Javier de Mendizabal, sobre la imposibilidad de dar agua al mineral de Guantajaya. Archivo General de Indias (A.G.I.). Citado por Jorge Hidalgo en: Historia andina en Chile, página 369. Editorial Universitaria. 2004.

7. Juan Bergoeing, Oscar Bermúdez, Hugo Bodini, Jorge Checura y Luis Velozo: Pampa O’Brien. Objetivos metodológicos y conclusiones de la primera etapa. Universidad Católica de Chile-Universidad del Norte, julio-agosto 1971.

8. Reinaldo Boergel: Algunas aproximaciones recientes al problema de la evolución geomorfológica de la Pampa del Tamarugal (Norte de Chile), página 382. Norte Grande, Volumen I Nº 3-4, diciembre de 1975. Instituto de Geografía, Universidad Católica de Chile. Santiago, Chile.

9. Biblioteca Nacional Digital: Mapoteca, Colección general, mapa N°396. http://www.bibliotecanacionaldigital.cl/bnd/631/w3-article-350901.html

10. Carta de los desiertos de Tarapacá i de Atacama [material cartográfico] publicado por la Oficina Hidrográfica, según varios planos documentos i observaciones de viajeros. 1879. En Noticias del Departamento Litoral de Tarapacá i sus recursos / Alejandro Bertrand.http://www.bibliotecanacionaldigital.cl/bnd/631/w3-article-350906.html

11. Tacna, Tarapacá (material cartográfico). Comisión Chilena de Límites. 1912

http://www.bibliotecanacionaldigital.cl/bnd/631/w3-article-155247.html

12. Guillermo Billinghurst: La irrigación en Tarapacá, página 70. Santiago de Chile, Imprenta y Librería Ercilla, calle de la Bandera 214. 1893.

13. Francisco Riso Patrón: Riso Patrón, Francisco: Diccionario geográfico de las provincias de Tacna y Tarapacá (versión mimeografiada). Instituto Profesional de Iquique. Iquique, 1984. 

                              Iluga: pampa linda, llena de vida

 Pampa Iluga es la planicie que se extiende entre el actual pueblo de Huara y el inicio de la quebrada de Tarapacá, en tanto que su límite norte estaría marcado por las líneas que dejan los aluviones estivales que se desprenden de la quebrada de Aroma y su límite sur por las huellas que producen las descargas de la quebrada de Quipisca. Ahora, de manera más práctica y directa, aceptemos que es la pampa que se extiende frente (al Este) de Huara.

Aunque cueste creerlo, en tiempos remotos, fue un desierto poblado de vida y de relevante significado socio-cultural

Un espacio desértico que desde épocas cuaternarias y por efecto de los escurrimientos fluviales, se configuró como un suelo de gruesas capas sedimentarias de gran aptitud agrícola. La misma naturaleza aportó el drenaje estacional y las comunidades desarrollaron tecnología hidráulica para convertirla en un sector de alta productividad.

Como zona arqueológica, se considera un área agrícola de más de 4.124 hectáreas, dentro de la cual se han registrado 122 montículos artificiales que han servido para fines de sepultación, junto a monolitos esféricos de materia volcánica, además de plazas, corrales y otros recintos.

Esta zona de interés arqueológico dista 13 kilómetros al este del actual pueblo de Huara y sólo 5 kilómetros del Cerro Unita.

Información que proporciona el arqueólogo Mauricio Uribe en su tesis  postdoctoral titulada “Pampa Iluga y las ‘chacras’ de los ancestros” (1).  

                                  Aldeas, chacras y sitios sagrados

Para  Pampa Iluga se estima un desarrollo cultural que arrancó hace unos 3 mil años, desde la incursión de comunidades de cazadores-recolectores, pasando por etapas como la sedentarización e inicio de la agricultura, la aymarización del territorio tarapaqueño y la llegada de los Incas.

Mauricio Uribe lleva cerca de 20 años estudiando el territorio de la Región de Tarapacá, junto a un equipo interdisciplinario de campo. Subraya que, aparte de sector agrícola, constituía un centro ritual. En tal sentido, los túmulos o montículos contienen vestigios como ofrendas, entierros humanos, objetos varios y alimentos.

Complementando este escenario sagrado, se han encontrado parejas de rocas erguidas, una especie de estelas diminutas que, a juicio de Uribe, son monumentos representativos de la dualidad hombre-mujer y también de la dualidad vida y muerte (2).

Por cierto que los Incas también ocuparon Pampa Iluga. Hay evidencias de muchas intervenciones suyas, porque se ha hallado materiales del tipo Imperial, como cerámica con decoración muy fina, policromática, con diseños de camélidos, ramas alusivas al maíz, además de figuras geométricas que pueden ser representaciones de cerros, cruces o también del sol. Además, figuran los característicos colores imperiales: negro, rojo y crema.

¿Qué causó la desaparición de esas unidades socio-productivas y de su centro litúrgico? Responde Uribe:

 “Al parecer hay temas climáticos que afectaron la vida en Pampa Iluga y en la del Tamarugal hubo mayor aridez, menos precipitaciones en el altiplano, lo que implicó que lugares como éste fueran afectados. A su vez, como se produjo una concentración tan importante de personas en la pampa, se provocaron problemas sociales con los que el sistema no aguanto más y comenzó la disgregación” (3).

Luego, al desintegrarse estos sistemas sociales, que vivían en la pampa de forma nuclear y concentrada, se generan diásporas y asentamientos en demanda de la precordillera, con el afán de llegar lo más cerca posible de las fuentes de agua que descendían del altiplano.

Por toda la precordillera se disgregaron pequeños poblados-pukara, los que comienzan a desarrollar cultivos en macetas y perfeccionan las técnicas de regadío y canales. Por toda la cuenca del río Tarapacá se pueden encontrar hoy cientos de pequeños sitios arqueológicos que hablan de esta disgregación social, agrega el arqueólogo.

“Los poblados no eran tan densos ni concentrados, pero todos estos pucaras tenían sus sistemas agrícolas. Esa misma población es la que de alguna manera va a generar esta otra dinámica en estas aldeas que se vinculan con otras poblaciones, produciéndose una mayor integración con comunidades del altiplano que manejaban la ganadería a gran escala, generándose una mixtura entre estas poblaciones pampinas tarapaqueñas con la altiplánica ganadera. Esta mezcla luego se va a conocer como el proceso de aymarización de ese territorio. Esto se dio por cerca de 2 mil años hasta que llegaron los incas y como imperio comenzaron a ocupar todo el territorio altiplánico e incluso llegaron a Pampa Iluga, donde permanecieron y generaron sus prácticas rituales”, concluye Mauricio Uribe (4).

                                 Complejo sistema de canales

En su “Descripción de Tarapacá” (1765), Antonio O’Brien se refiere a vestigios de trigo cultivado por los españoles, suponiendo que había sido un terreno drenado por lluvias (5). Y discurrió un proyecto de irrigación de esta pampa basado en canales que condujesen aguas desde el altiplano, Complementando la iniciativa, sostenía la idea de concentrar poblaciones precordilleranas en Iluga. Craso error el pensar siquiera en desarraigar pueblos de inmemorial historia e instalarlos en otro lugar. Hubiese sido un crimen ecológico y cultural. Afortunadamente, la idea no prosperó por falta de apoyo inmediato de parte del virrey del Perú.

Sin embargo, desde la propia autoridad virreinal se instruyó en 1808 al ingeniero español Francisco Javier Mendizábal que reestudiara la propuesta de O’Brien. En el respectivo informe de evaluación, Mendizábal declaró que “la mayor parte de la Pampa de Iluga consta de arenales inútiles para la Agricultura” (6).

Tanto O’Brien como Mendizábal ignoraban la historia del sector que exploraron.

En el año 1971 un equipo interdisciplinario del Instituto de Geografía de la Universidad Católica de Chile practicó una investigación en Pampa Iluga, desde el umbral de la quebrada de Tarapacá hasta los vestigios de una remota área de cultivo y su respectivo sistema de regadío mediante canales.

El informe de dicho estudio relata que luego de recorrer algunos kilómetros en sentido Este-Oeste, y sobre algunas superficies planas, comenzaron a vislumbrarse áreas cultivadas.

“Las formas se hacían cada vez más abundantes y la evidencia era mayor. Se llegó, finalmente, a sitios que evidentemente fueron gigantescas chacras en el pasado. Extensiones enormes aparecían recubiertas por el sistema de cuadrículas tan propio de las áreas cultivadas del Norte Grande. Además, lo más importante es que dicha superficie aparecía recubierta con cerámica esparcida por doquier. En las inmediaciones se encontraron también los restos de mortero. En algunos sectores habían formas que parecían haber sido canales de regadío, bordeados por hileras de piedras” (7).

Estos canales tienen un ancho de 4 a 5 metros y alcanzan una longitud aproximada de 8 kilómetros en línea recta, hasta la desembocadura de la quebrada de Quipisca. En síntesis, se detectó la existencia de a lo menos cuatro grandes sectores con extensos terrenos de cultivo. Su tamaño fluctúa entre un pequeño establecimiento con una o dos casas y algunos corrales, hasta planicies cultivadas de unas 1.000 hectáreas.

La red de canales presupone la disponibilidad de recursos hídricos no necesariamente provistos por las lluvias de verano, sino por el drenaje de los flujos precordilleranos (quebradas de Aroma, Tarapacá y Quipisca), que en horizontes pretéritos desembocaban en Pampa Iluga. Según se desprende de investigaciones geológicas, fracturas tectónicas cortaron los valles en sentido Norte-Sur, haciendo que las aguas se infiltraran antes de llegar a la Pampa del Tamarugal, donde hay también incidencia de un terremoto (8). Fenómenos que han debido ocasionar el éxodo de los asentamientos humanos a espacios más benignos.

                                     Pampa Iluga y sus poblaciones

Procede ocuparnos ahora de la localidad signada como Iluga, topónimo que es mencionado en mapas peruanos y chilenos y en diccionarios geográficos y que estuvo hacia la desembocadura de la quebrada de Tarapacá, más exactamente en las inmediaciones de Huarasiña.

Aparte de los canales alimentados por flujos y avenidas del interior, las comunidades ancestrales de Pampa Iluga deben de haberse abastecido de pozos.

Mapas e informaciones del siglo 20 dan a conocer que la aldea Isluga se ubicaba hacia la banda Sur de la quebrada de Tarapacá, algo debajo de Huarasiña (9). En un mapa del geógrafo Alejandro Bertrand (1879), aparece un Pozo de Castro, al Nor-Este de Huara. Un sendero lo comunica con Iluga (10) Otro mapa, de 1912, muestra el Pozo Valparaíso, probablemente en la misma ubicación del recién mencionado Pozo de Castro. Y un poco más al Sur, los pozos Rosario y Puntilla (11). Finalmente, en un mapa del siglo pasado (sin referencias), vemos dos puquios: un Pozo de San Martín, el que a su vez pareciera corresponder al ya mentado Valparaíso; y un Pozo Rosario, aproximadamente paralelo a la ex Oficina San Jorge (al Nor-Este de Huara).

                                      El Mito de Challacollo

Guillermo Billinghurst, al referirse a las vertientes inferiores de la quebrada de Tarapacá, apunta que en la boca misma de la quebrada está la de Huarasiña, “y más hacia la pampa de Iluga, la de Challacollo” (12).

De acuerdo a una antiquísima tradición, en Pampa Iluga existió un pueblo denominado Challacollo, noción que debe estar asociada al pozo o vertiente mencionado por Billinghurst y que no hay que confundir con el topónimo similar de un mineral altiplánico.

Nos permitimos traer a colación el relato de un excelente amigo e informante nuestro, don Emiliano Pereira, arriero coscayino y después trabajador salitrero, radicado posteriormente en Arica, donde falleció.

El nos dio a conocer la leyenda de Challacollo (cerro de arena, en aymara), la que se clasifica dentro del género de los mitos andinos que reelaboran el relato bíblico de Sodoma y Gomorra y específicamente el episodio de la mujer de Lot, convertida en estatua de sal.

En tiempos inmemoriales, hubo en lo que hoy se conoce como Pampa Iluga un hermoso y próspero oasis, cuyos habitantes derivaron a una vida licenciosa y totalmente apartada de los deberes religiosos. Un anciano forastero reprendió a esa gente por su mala conducta, instándola a cambiar de vida. Los interpelados se indignaron y le ordenaron marcharse. Cuando estaba a punto de dejar la población, una sirvienta se le acercó para ofrecerle comida y agua, lo que el anciano aceptó agradecido.

En reconocimiento por su gesto, el anciano obsequió a la mujer una bolsa con oro y le reveló que estaba a punto de sobrevenir un castigo divino. Le encareció que partiera de inmediato y sin mirar atrás. La mujer salió precipitadamente y comenzó a caminar por la pampa. Estando a corta distancia del pueblo, observó que se avecinaba una descomunal tormenta de viento y polvo que pareció abrirse a su paso. Sobrecogida por el furioso rugido del viento, miró hacia atrás, quedando convertida en una estatua, mientras la aldea y el oasis quedaban sepultados bajo la arena.

Remontándonos ahora al siglo pasado, circulaba entre los pampinos de las oficinas aledañas a Huara el comentario de que entre los bajos montículos y dunas someras de Pampa Iluga se alzaba una especie de estatua con formas atribuibles a una mujer.

Algunos que conocían la historia del anciano y la sirvienta, no tardaron en sospechar que aquella estatua correspondiera a dicha sirvienta; por lo tanto, allí debía estar también el oro.

No faltaron los entusiastas que organizaron excursiones bien premunidos de combos y picotas. Pero por más que prodigaron fuerza y tenacidad no consiguieron nada, ya que a cada golpe respondía un rechinante sonido metálico que se hacía más estridente e insidioso en medio del silencio de la pampa.

Los intrigados pampinos se preguntaban la razón de esa estatua enclavada en pleno desierto: ¿será obra de los Incas?

Comentando este asunto con don Emiliano, un viejito muy sabio y gran conocedor de la pampa -como que había sido patizorro- manifestó a don Emiliano su opinión de que aquel objeto metálico era el fragmento de un meteorito que cayó en la zona.

Parecido a este mito es el que habla de una aldea prehispánica de nombre Tiahuanaco, “que se levantaba alegre y pintoresca en la pampa de Huara o de Iluga, rodeada de frondosos árboles y que fue sepultada cruel y violentamente por las avenidas torrenciales que se precipitaron, arrasándolo todo, por la quebrada de Aroma” (13).

Braulio Olavarría Olmedo

Referencias bibliográficas:

1. Mauricio Uribe: Pampa Iluga y las “chacras” de los ancestros (Tarapacá, Norte de Chile): tensionando materialidades y ontologías desde la arqueología. Revista Chilena de Antropología N° 42. 2020.

2. Francisco Velásquez:  Pampa Iluga: El hallazgo que abrió la prehistoria del Norte Grande, sábado 22 de julio 2017.

3. Obra citada.

4. Obra citada.

5. Antonio O’Brien: Descripción de Tarapacá, foja 42 v. En Jorge Hidalgo: Historia andina en Chile, página 34.

6. Francisco Javier de Mendizabal: Informe de D. Francisco Javier de Mendizabal, sobre la imposibilidad de dar agua al mineral de Guantajaya. Archivo General de Indias (A.G.I.). Citado por Jorge Hidalgo en: Historia andina en Chile, página 369. Editorial Universitaria. 2004.

7. Juan Bergoeing, Oscar Bermúdez, Hugo Bodini, Jorge Checura y Luis Velozo: Pampa O’Brien. Objetivos metodológicos y conclusiones de la primera etapa. Universidad Católica de Chile-Universidad del Norte, julio-agosto 1971.

8. Reinaldo Boergel: Algunas aproximaciones recientes al problema de la evolución geomorfológica de la Pampa del Tamarugal (Norte de Chile), página 382. Norte Grande, Volumen I Nº 3-4, diciembre de 1975. Instituto de Geografía, Universidad Católica de Chile. Santiago, Chile.

9. Biblioteca Nacional Digital: Mapoteca, Colección general, mapa N°396. http://www.bibliotecanacionaldigital.cl/bnd/631/w3-article-350901.html

10. Carta de los desiertos de Tarapacá i de Atacama [material cartográfico] publicado por la Oficina Hidrográfica, según varios planos documentos i observaciones de viajeros. 1879. En Noticias del Departamento Litoral de Tarapacá i sus recursos / Alejandro Bertrand.http://www.bibliotecanacionaldigital.cl/bnd/631/w3-article-350906.html

11. Tacna, Tarapacá (material cartográfico). Comisión Chilena de Límites. 1912

http://www.bibliotecanacionaldigital.cl/bnd/631/w3-article-155247.html

12. Guillermo Billinghurst: La irrigación en Tarapacá, página 70. Santiago de Chile, Imprenta y Librería Ercilla, calle de la Bandera 214. 1893.

13. Francisco Riso Patrón: Riso Patrón, Francisco: Diccionario geográfico de las provincias de Tacna y Tarapacá (versión mimeografiada). Instituto Profesional de Iquique. Iquique, 1984. 

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