Con el cronista Pedro Cieza de León (1553) se abre a la historia una ventana para el horizonte colonial del guano y su focalización en el litoral de Tarapacá. Tras un recorrido realizado por diversas zonas peruanas Ciezaapuntó esta específica referencia a nuestro entorno:
“Más adelante están los ricos valles de Tarapacá. Cerca de la mar en la comarca destos valles ay algunas yslas bien pobladas de lobos marinos. Los naturales van a ellas en balsas: y de las rocas que están en sus altos traen gran cantidad de estiércol de las aves para sembrar sus mayzales y mantenimientos”.
Y supo también ponderar el impacto de este abono natural desde el punto de vista agrícola y alimentario:
“y hállanlo tan provechoso, que la tierra se pasa con ello muy gruessa y fructífera: siendo en la parte que lo siembran estéril: porque si dejan de echar deste estiércol, cogen poco mayz. Y no podrían sustentarse, si las aves posándose en aquellas rocas de las yslas de yuso dichas no dejassen lo que después de cogido se tiene por estimado, y como tal contratan con ello como cosa preciada vnoscon otros” (Cieza 1984: LXXV, 222-223).
Por la fecha de la crónica de Cieza de León, las sociedades indígenas tenían todavía el patrimonio exclusivo del guano y hacía muchos siglos que lo habían privilegiado como fertilizante principal, dejando el uso decabezas de pescado y excremento de camélidos.
Al parecer, el primer asomo de interés español por comercializarlo se gestó en la región sur peruana de Moquegua, por iniciativa del encomendero Solís de Gómez, quien solicitó autorización para explotar los recursos existentes en la franja costera comprendida entre esa zona y Arica. Para ello se proveyó de un barco, pero la petición le fue denegada (Glave y Díaz 2019:159).
A todo esto, cabe señalar que las autoridades españolas del mencionado sector mantuvieron una suerte de resguardo por los derechos ancestrales de las comunidades indígenas sobre las guaneras en general. En el Archivo General de la Nación y en los Archivos Regionales de Moquegua y Arequipa, existe documentación que reconocela vernacular posesión de guaneras por parte de etnias puquina hablantes del Collisuyu o Colesuyo (Galdós: 2014:116).
Diferente fue la situación en Tarapacá. El guano no estaba considerado aún como un bien de intercambio ni afecto a tributación, de manera que el encomendero Lucas Martínez Vegaso no tuvo impedimento para erigirse libremente como pionero en la explotación del guano de la isla que más tarde se denominará Iquique. Esto tiene que haber sido luego de recuperar la encomienda que le había sido quitada en 1558.
Martínez extrajo abono y lo remitió a Arica -en un barco de su propiedad a cargo decamanchacas- para sus cultivos de maíz, trigo y viñas en los valles costeros de Lluta y Azapa, los que eran administrados por su pariente y mayordomo Gonzalo de Valencia.
Aunque según autores el guano en referencia provenía de la isla ariqueña Alacrán, la lectura de Antonio Vásquez de Espinosa apunta directamente a la Isla de Iquique. En efecto, escribiendo en 1618, este cronista informa sobre la “rica mina” que se ubica “cerca de Tarapaca” (Bajo Molle), donde van “fragatas a cargar de la tierra de dicho islote (…) a la cual llaman guano a vista de tierra está un islote pequeño, adonde van muchas fragatas”.
Dado que Vásquez no visitó Tarapacá, desconocía que el “islote pequeño” ya era llamado Iquique, al igual que la caleta aledaña.
El cronista hace especial énfasis de los rendimientos en el valle de Lluta, donde a lo largo de 16 leguas “se siembra y coge mucho trigo y maíz, que da con abundancia y fertilidad referida echándole el guano”.
Aunque la cita se sitúa unos 50 años después del quehacer guanero de Martínez Vegaso, es de carácter retroactivo, pues el cronista menciona al ex mayordomo de Lucas Martínez Vegaso: “sucedió que un Gonzalo de Valencia sembró 8 almudes o celemines de trigo en macollas, como se siembran las habas y guaneando logró de ellas 1.000 hanegas y por haber sacado de aquel islote tanto”).
Tal era la necesidad para indígenas y agricultores en general de disponer del abono, “que primero dejaran de comer, que de comprar el guano” , enfatiza (Vásquez 1948: 1414,1418).
Al momento de visitar Vásquez territorio ariqueño, Gonzalo Valencia ya había dejado este mundo (hacia 1595), no sin antes perder el cargo de mayordomo y la confianza de la encomendera María Dávalos (viuda de Martínez Vegaso) y era su hijo Salvador quien se encargaba de las tierras que heredó deGonzalo (Hidalgo 2004:464).
En consecuencia, los camanchacas iquiqueños tenían que embarcar guano, navegar hacia Arica, donde descargaban los sacos o vasijas y luego los transportaban a Lluta y Azapa. De retorno traían vasijas de agua hasta el Puerto de Tarapacá (Bajo Molle) y finalmente las subían hasta el mineral.
Es de presuponer que esta práctica de abonar con guano de lquique perseveró en el tiempo a tal punto que Arica funciona desde inicios del siglo 17 como poder comprador y distribuidor de guano, a través de una red de comerciantes, fleteros marítimos y agricultores.
Un producto estrella
La primera norma de fiscalidad sobre la pesquería fue la tasa de tributos establecida en 1550 y que se mantenía en tiempos en que María Dávalos (la viuda de Martínez Vegaso) se desempeñaba como encomendera. De acuerdo a este esquema impositivo, los pescadores camanchacas de Tarapacá estaban obligados a entregar 278 arrobas de pescado seco (charquecillo); y los de Pica y Loa, 40 arrobas (Cook, 1975: 237, citado por Hidalgo 2019:281). Un volumen harto pesado si consideramos que una arroba equivalía a 11 kilos y medio. Como los indígenas de Pica no tenían donde pescar, practicaron en un principio el trueque por otros productos y terminaron pagando monetariamente.
El charquecillo de congrio precede al guanocomo atractivo económico-productivo del litoral iquiqueño. Se trataba de un productoalimenticio de larga duración, de manera que podía ser llevado a los pisos ecológicos más altos (precordillera, altiplano y transaltiplano) y tenía marca registrada de los camanchacas iquiqueños.
Surge de inmediato pregunta de porqué se recurría a Iquique si en Arica también habían camanchacas que podían elaborarlo.
Una explicación podría ser la que entrega Antonio Vásquez de Espinosa, en el sentido que dicho ejercicio sí se practicaba en Arica por parte de gente pobre que lo comercializa en la sierra (Vásquez 1948:483). De lo que puede inferirse que se trataba de una producción en mínima escala y no en la que demandaba el mercado, como veremos a continuación
En data tan temprana como 1603, el precio del pescado tenía un valor de 4 pesos la arroba (Aguilar y Cisternas 2013:181). Diez años después, sabemos que la aduana y tesorería que era la Caja Real de Arica grava las transacciones en un 7,5% (Aguilar y Cisternas 2013:180)
El tráfico naviero referido a este rubroostenta también un ritmo creciente. Así es como desde el 12 de mayo de 1612 hasta el 8 de junio de 1613, llegaron a Arica desde Iquique los siguientes barcos: fragata “Santa Isabel”, maestre Miguel Román, con 40 arrobas de congrio seco, que pagó de almojarifazgo 7 pesos y 4 tomines; fragata “San Antonio”, maestre Simón Román, con pescado seco que pagó 6 pesos y 6 tomines; fragata “Nuestra Señora de los Reyes”, maestre Jorge Pérez, con pescado que pagó 2 pesos, habiendo hecho el mismo buque otro viajes tres meses después (Dagnino 1909:27).
Otra exclusividad de los nativos iquiqueños y requerida en el puerto del Morro era la brea, un adhesivo preparado con resina de la planta sorona que fue inventado por los arcaicos chinchorros para recubrir artefactos de cestería y someterlos a cocción a manera de ollas (Max Uhle, citado por Cuneo 1977:33) y que los españoles utilizaban tanto para el calafateo de embarcaciones, como para embadurnar las vasijas y odres.
El guano fundacional
Centrándonos ahora en el guano de aves marinas, según los oficiales de la Caja Real de Arica, en 1607 “el trato del guano de Iquique es uno de los más provechosos del partido, y sin el cual no se puede vivir en toda esta costa” (Vicente Dagnino 1909: 166). Un testimonio más que elocuente.
Entre 1618 y 1619 se produce un verdadero hito: el encomendero Pedro de Córdoba y Messia arrienda los puertos de Iquique, Pisagua y Loa a Juan Donoso (Aguilar y Cisternas 2013:168). Aunque la institución del arrendamiento del puerto y el litoral circundante no estaba aún oficialmente establecida, Donoso es empoderado por la autoridad y fuero de Pedro Córdova, quien era además acreedor suyo.
Entonces y después, los porteros tuvieronatribuciones para comercializar todos los recursos marítimos del área indicada. Sin embargo, el fundamento imprescindible de este boyante negocio era el protagonismo laboral y productivo (sistema casi esclavista de explotación) de los camanchacas, rol que se conjugaba en dos quehaceres principales.
Los que vivían y trabajaban en la Isla roturaban el suelo para extraer el guano, apilarlo y finalmente envasarlo o ensacarlo.
Los balseros de tierra firme servían de estibadores en el embarque del abono o en su transferencia a la playa para efecto de ser transportado a la zona precordillerana por medio de trajineros como nuestro emblemático y también camanchaca Cucumate, el relocalizador de Huantajaya. Además, producían charquecillo y brea (comercializados por el portero) y también se encargaban de ir a buscar agua a Pisagua.
En el año 1620, se conoce de una transacción que involucró la venta de 600 fanegas de guano a 10 reales y medio cada fanega (Hidalgo y otros 2019:284)
La fanega era una medida para calcular la cantidad de grano o cereales y era equivalente a 5,5 litros o a 70 kilogramos.
Juan Donoso expendía el guano a razón de un peso por fanega, medida que significaba 70 kilos (Aguilar y Cisternas 2013:184). Queda claro que el abono es ostensiblemente más barato que el pescado.
Antes de esto, en año 1628, se da cuenta de un documento de la Caja Real de Arica que consigna la venta de pescado seco y brea provenientes de Iquique, lo que podría homologarse con un manifiesto de aduana (Dagnino 1909:265).
La caleta española
En torno a la industria del guano y el pescado de Iquique la fiscalidad colonial se comportó de manera bastante errática, oscilando entre una permisividad atávica y el impulso por aplicar las gabelas pertinentes, pero entreverada por lagunas de franca indefinición.
Así fue como en 1607 los celosos oficiales de la Caja Real de Arica propusieron a la Real Audiencia, en suplencia del Virrey, que impusiese los tributos de alcabala (gravaba las operaciones comerciales) y almojarifazgo (arancel por cabotaje) tanto al pescado seco de Ique-que, como al guano de toda la costa y sus islotes. Con alarde de lógica práctica, expresaban el 26 de marzo de 1607:
“La provincia de Tarapacá” “es de este corregimiento y está más de cuarenta leguas de esta ciudad por la costa de la mar. De ella y otros puertos más cercanos traen a vender esta brea y pescado salado y seco, y otras cosas de las cuales he hallado era costumbre no cobrar almojarifazgo, y así no he innovado; pero doy cuenta de ello a Vuestra Alteza porque conforme a vuestras Reales Cédulas, me parece se debe, como las demás mercaderías, Vuestra Alteza mande lo que se ha de hacer en esto, si se cobrará o no” (Dagnino 1909:166)
Después, por si no dejaban constancia del guano, añaden que si a este no se aplican tributos ha sido porque alguien “entabló estas cosas al principio, porque esta es una de las mayores riquezas que tiene este puerto a lo sordo, y mercadería que no tiene avería, ni riesgo, ni otra ninguna cosa de las que suelen tener las demás mercaderías que vienen desde España con tan grandes riesgos pagan (…) No pueden ir sin licencia a sacar guano a las islas, pues son de Su Majestad” (Dagnino 1909:166-167).
Un par de años antes de que entre a operar Juan Donoso, el cronista Garcilaso Inca de la Vega manifestaba que “En la costa de la mar, desde más abajo de Arequepa hasta Tarapacá (que son más de 200 leguas de costa), no echan otro estiércol que el de los pájaros marinos” (Garcilaso de la Vega 2017:V-300).
Entre los varios ariqueños al ejercicio, hacia 1620 encontramos los nombres de Gonzalo de Maraver, “tratante de huano dueño de barcos de la carrera de Iquique y Patillos”; y al también “tratante de huano” Jerónimo Quintero (Cuneo 1977:IX-32). En 1624, se menciona a “Juan Anjelo, genovés que tiene una fragata con que anda al trato de guano” (Suárez 1910:14).
Importante el dato de que también se explotan las covaderas de Patillos, de las que se obtiene guano blanco, el que por no ser fósil, como el rojo de la Isla, sino más fresco se caracteriza por despedir un fuerte olor a ácido úrico. A diferencia de los depósitos de la Isla, las covaderas están cubiertas por una densa capa de arena que dificulta la extracción.
Algo más tarde se trabajan también las covaderas de Pabellón de Pica (o Guano Grande), actividad que tuvo como pionero a Bartolomé de Loayza y que fue continuada por otros empresarios piqueños como Ignacio Zavala, Gabriel de Soto y Manuel Vásquez (Torres 2017: I:615).
Un lugar de circuito
Viajeros europeos que hicieron breve estadía dejaron someras referencias de lo que eraentonces esta humilde caleta en el siglo 17.
El geógrafo holandés Jean de Laet, en una obra publicada en 1625, entrega la siguiente mención de Iquique (lo signa como Hickahic) y la Isla:
“La bahía de Hickahic se encuentra a la latitud de 20 grados sobre un suelo áspero y estéril donde apenas hay hierba”. Hasta el “apenas” es exagerado, pero mucho más lo es decir que la Isla mide “alrededor de una legua”. Laet menciona un puerto ubicado alos 21 grados, probablemente se refiere al Puerto de Tarapacá, ubicado en Bajo Molle(Laet 1625:393).
Puede que Laet sea el primero en signar textualmente el nombre Hickahic, grafía que emularán los cartógrafos Joan Blaeu en 1659, Pieter Googs en 1667 y John Ogilby en 1671.
Creemos que este Hickahic y otras formas parecidas como Hicaahic (Jean BaptisteBourguignon d’Anville: 1733) Icacos (VicenzoCoronelli: 1688) o Hicacos (Henri Chatelin: 1745 corresponderían a deformaciones de Icaise. Destacable es que ninguno de estos autores deja de consignar expresamente Terrapaca (Puerto de Tarapacá, en Bajo Molle).
En 1630 el cronista Francisco López de Caravantes encomia la extraordinaria propiedad fertilizante del guano que se trae de “una isla que llaman de Yqueyque, en donde se recogen infinidad de pájaros, de cuyos excrementos se hace un estiércol que se llama guano en lengua de los indios, con que se siembra el trigo y maíz y las otras legumbres, todo á mano, como las habas en Castilla; y echando un puño dél, con cuatro granos se cogen infinidad de semillas, en tanto grado que de cada ordinario cogen 300 hanegas y más, y vez hubo que se cogieron 500”. (López de Caravantes 1989:23).
En su libro escrito en 1637 y publicado en 1640, el mineralogista y sacerdote español Alonso Barba hace la siguiente descripción: “llaman a esta tierra Guano, que quiere decir estiércol no por serlo de pájaros como muchos han pensado, sino por su admirable virtud en fertilizar los sembrados. Es liviana y esponjosa; y la que se trae de la isla de Iqueyque, de color pardo obscuro, muy parecido al tabaco molido” (Barba 1640:9).
El 6 de febrero de 1652, la Caja Real de Arica percibe 1.585 pesos corrientes por cobro de alcabala al guano. Entre 1664 y 1665 recauda 19 mil pesos por igual concepto. Un crecimiento exponencial, a expensas de una cada vez más exigente labor para los camanchacas isleños.
Dando cuenta de que en ese tiempo no se tenía un conocimiento claro de este litoral, en 1671 el cartógrafo y explorador escocés John Ogilby entrega una escueta y peregrina información sobre: “la pequeña aldea de Hicahic, situada junto a un acantilado” y de “la bahía de Terrapaca, protegida por una isla” (Ogilby 1671).
La realidad geográfica es a la inversa. Lo que Ogilby describe como una aldea situada junto a un acantilado es Terrapaca (Puerto de Tarapacá), en tanto que la bahía protegida por una isla ya está siendo mencionada como Iquique.
Y persiste la confusión, como lo demuestra Francois Coreal, autor de una crónica titulada “Relation des voyages de Francois Coreal auxIndes Occidentales”, en la que reseña una exploración realizada entre los años 1666 y 1697. No es posible determinar exactamente en qué año visitó nuestro litoral, al que dedica un par de líneas, sin dejar de alterar la ubicación latitudinal:
“De Arica la costa se extiende siete leguas hacia el Sur-Oeste, donde está la desembocadura del río Pisagua, y siguiendo la misma ruta, a 19 leguas está el Morro de Tarapaca, frente al cual está la isla de guano”. Sin lugar a dudas que noticias como ésta indujeron a error a Amadeo Francisco Frezier(1716), quien a su vez sirvió de falsa pauta a George Shelvocke (1720) con resultado obvio.Gazapos por efecto dominó.
Pero no deja de ser interesante que Coreal (de su viaje realizado entre 1666 y 1697) describa al enclave Isla-Iquique como “un lugar de circuito” (Coreal 1722:374); es decir, un destino de frecuente incidencia para la navegación comercial en el extremo sur del Perú. Es que ya por entonces tomaba cuerpo el incesante peregrinar de naves hacia la pequeña y milagrosa ínsula que brinda aquel abono fecundante que tonifica y revitaliza hasta los suelos más estériles, haciendo germinar las semillas en forma prodigiosa.
Una promisoria caleta
Volviendo a la señera figura de Juan Donoso, procede destacar que era un hombre acaudalado y prestamista del encomendero Córdoba. Su visión empresarial le permitió disponer de una flota de nueve embarcaciones, de equipos de carpinteros de rivera en varios puertos y de desplegar una red de distribución costera desde Atacama al norte de Arica y además hacia el Alto Perú.
Sirviéndose del derecho fáctico de explotar todos los recursos marítimos entre Pisagua y El Loa, transforma el trajín guanero en una industria que, aparte de su trascendencia económica, significó impulsar la caleta de Iquique y construir, no sólo la primera casa de piedra, sino además el primer templo de su devenir histórico bajo la advocación de la Inmaculada Concepción (Aguilar y Cisternas 2013: 167).
En efecto, aunque caleta de escasísima población, gracias a la munificencia de Juan Donoso, Iquique disponía de un templo que cualquier otra caleta habría envidiado, si consideramos el extenso y detallado inventario que se levantó en el año 1680.
Habían cuatro imágenes de bulto, cada una sobre su altar. En primer lugar, la de la patrona Virgen de la Concepción, que estaba dotada de un variado ajuar de mantos y velos. Luego, una imagen principal de Cristo -que era bajada desde su altar- y otra junto a una columna. Había un Nacimiento y el Niño Dios tenía cinco vestidos y cinco camisitas. Completando la serie, estaban las imágenes de San Lorenzo y Santa Bárbara, con sus respectivas andas para procesiones (Aguilar y Cisternas 2013:167). .
Procede señalar que la imagen de San Lorenzo no involucraba alguna connotación de patrono de la minería, ya que por entonces Huantajaya se mantenía en un receso secular. Más bien podría responder a la devoción que irradiaba este santo desde el pueblo de Tarapacá, de cuya parroquia dependía la iglesia de la Inmaculada Concepción de Iquique. Recordemos que ya en 1578 la localidad precordillerana comenzó a llamarseSan Lorenzo de Tarapacá.
Entre los vasos sagrados, se contaba con “un cáliz grande de plata con paño con puntas de oro y su patena” y “vinajeras con su salvilla de plata” (Lamagdelaine y Orrico 1994:1).Extraña que estos objetos de culto no sean mencionados entre las especies que se llevó el pirata John Watling en febrero de 1681 y que están consignadas en el inventario levantado en 1680 (Larraín y Bugueño 2009:140)
Los sacerdotes que oficiaban en visitas eventuales disponían de “una casulla nueva de lama blanca con galón angosto de oro, estola y manípulo aforrado en tafetán amarillo”, un alba, amito, cíngulo y varios corporales (Aguilar y Cisternas 2013:187).
Aquella iglesia poseía también poseía un arpa
Juan Donoso formalizó su testamento el año 1637, fecha probable de su fallecimiento y cuando Pedro de Córdoba ya había dejado de existir.
Piratas en la Isla
Más detenida y referenciada es la visita de los piratas ingleses capitaneados por John Watling y Bartolomew Sharp en 1681. De acuerdo al escrito del cronista de esa expedición, Alexander Olivier Exquemeling, en la isla laboran cerca de 50 indígenas (camanchacas) y para la caleta calcula una población de no más de 50 habitantes(Exquemeling 1686:407) reunidos en unas 18 o 20 casas, junto a una capilla construida de piedra y con un techo de cueros de lobo marino (Exquemeling 1686: 406).
A continuación, el régimen de encomienda de Tarapacá experimenta cambios sustantivos, ya que la Corona establece el sistema de Pensiones. No todo el importe del tributo irá ahora a manos de los nuevos encomenderos (que son personajes de la aristocracia peninsular), sino que su renta fluctuará entre un 30 y un 55%, recaudada y enviada a destino por el corregidor de Arica.
Entrando al siglo 18, la primera y escueta alusión a la actividad guanera y a la Isla (erradamente signada como Yaneque), la proporciona el inglés William Funnel, en 1703, quien viajaba en un barco comandado por el famoso pirata William Dampier y era, por tanto, una incursión con propósitos nada inocentes. Aunque estuvo en Iquique (que denomina Yaneque) entre el 19 y el 22 de marzo, su relato es sumamente escueto:
“… isla de Yaneque, desde este lugar llevan abono para los valles de Arica y Sama y aquí viven algunos pocos indios, quienes están constantemente extrayendo abono para el fin indicado” (Funnel 1707: 132).
Al visitar Arica (1710), el religioso y científico francés Louis Feuillée atestigua la importancia que tiene para este puerto el tráfico del guano. Los grandes volúmenes desembarcados y que deben ser transferidos por mar o por tierra implican requerimientos logísticos: “Se han construido a la orilla del mar unos almacenes a los cuales lo llevan a fin de cargarlo en buques para que lo transporten a Lima y otros puntos de la costa, para abonar la tierra”. Y subraya que este lucrativo negocio constituye una de las principales rentas de la ciudad. (Feuillée, citado por Dagnino 1909:56)
Porque Arica sigue siendo el puerto de emisión de incursiones marítimas que vienen por el guano y luego lo comercialización en su entorno. Es el poder comprador del abono iquiqueño. En el siglo siguiente, los fleteros y vendedores de guano constituirán el principal gremio de Arica. Tal era su poder económico y, por supuesto, también, sociopolítico.
Tres años después de Feuillée, otro francés se ocupa de la Isla y el guano. Ya hemos expresado anteriormente que Amadeo Francisco Frezier nunca estuvo en Iquique. En su texto, registró explícitamente que el barco “Jesús, María y José” (que transbordó en Coquimbo y que viajaba de sur a norte), zarpó de Caldera con destino directo a Arica, saltándose los puertos-caletas de Cobija, Iquique y Pisagua (Frezier 1902:140).
Sus referencias sobre Cobija e Iquiquecorresponden a la transcripción suya de testimonios recibidos de compatriotas viajeros. De Pisagua sólo alude el nombre, a propósito de manifestar que los camanchacas iquiqueños van allí a buscar agua.
Frezier destaca que anualmente recala aquí un promedio de diez o doce navíos. Pero también hay buenas cantidades de abono que se lleva en mulas a las viñas de Pica y a las tierras cultivadas de Tarapacá y otros lugares(Frezier 1902:146).
Lo más relevante del reporte de Frezier tras visitar Arica es consignar la extraordinaria producción de ají que se obtiene gracias al guano de la isla iquiqueña. En conjunto, Azapa, Sama y Locumba registraban ventas por un valor de 600.000 pesos anuales. Uno de sus principales mercados es el Alto Perú, donde el ají es notablemente apetecido, pero no puede cultivarse allí por razones climáticas (Frezier 1716:153).
Hacia 1716, y según el testimonio gráfico del capitán francés Ioachim Darquistade, el perímetro original de la caleta de Iquique comprendía dos sectores habitacionales bien definidos.
Hacia el sur-oeste, el segmento autóctono y hábitat marítimo de los camanchacas, que se cobijan en sus vernaculares toldos de cuero de lobo marino sobre un piso de arena que es así mismo el colchón familiar. En una construcción más formal funciona el almacén de venta de charquecillo. Y ya en plena playa, la menuda ensenada que sirve de varadero. Dos elementos que componen la fisonomía de una caleta pesquera.
Y respondiendo a un diseño de ocupación dictado por la segmentación sociocultural, en el espacio que enfrenta al punto donde hoy se sitúa el Muelle Prat, se ubica el sector español, que comprende un escaso número de viviendas, la pulpería que maneja el portero (o arrendatario del puerto) y la iglesia.
El botín recogido en Iquique
El general Joseph de Morales, luego de ejercer como corregidor entre 1717 y 1721, se radicó en Tacna y fue uno de los principales comerciantes de guano. En 1728 pagó 70 pesos de alcabala por la venta anual de abono traído en una embarcación de su propiedad, “un queche de un solo palo y de poco andar” con el que “se dedicaba a transportar guano de la Isla de Iquique a Arica” (Carlos Daniel Malamud, citado por Luis Cavagnaro1994:41).
La siguiente referencia es la del inglés GeorgeShelvocke, quien como buen pirata saqueó la caleta, específicamente la pulpería que mantenía el portero José González Cabezas, haciéndose de una buena partida de harina, porotos, algo de carne seca de cerdo y cordero, gran cantidad de pescado salado y de ave, además de galleta y pan fresco como para unos cinco días. Y de yapa, cinco o seis jarras de vino y pisco (“peruvian brandy”), pudiendo de esta manera reponer su menguado repostero y mejorar ostensible la magra dieta de su tripulación consistente en anguilas casi descompuestas y fritas con un aceite requemado (Shelvocke 1726:277).
En la visita previa de Waitling y Sharp (1681), en la Isla habían peones indígenas. En 1713, cuando vino Frezier, indios y negros. Ahora Shelvocke (1719), señala que allí viven únicamente esclavos negros, “quienes extraen y acopian el guano en grandes rumas antes de embarcarlo” (Shelvocke 1757: 278) yespecifica dos actividades que cumplen los indios de tierra firme (Iquique): van a buscar agua a Pisagua y elaboran en forma higiénica el charquecillo que es “exportado en grandes cantidades en los barcos que vienen por el guano” (Shelvocke 1757: 280).
Esto último hace evocar la mención del “almacén de los pescadores” que hizo Darquistade en 1715.
Shelvocke subraya su opinión de que la actividad del guano es el único objetivo o ventaja para que se radique gente en la caleta, que comprende unas 50 casas y una pequeña iglesia, seguramente la mismo que construyó Juan Donoso.
Sorprende la brusca diferencia entre las cinco casas dibujadas por Darquistade en 1716 y las cincuenta reportadas apenas cuatro años después por el pirata inglés. Pensamos que elcrédito debe otorgarse a este último, aunque no sabemos si también contabilizó las tolderías de los nativos.
Después de la piratería, los puertos del Pacífico sudamericano deben afrontar el contrabando. En 1725 tras la visita a Iquique de la nave francesa “La Providence”, el virrey despacha órdenes de cerrar los puertos. Sin embargo, poco después se descubren dos desembarcos clandestinos de “La Providence”. La mercadería yacía enterrada en una playa. Corolario de este hecho fue que en 1726 el teniente de corregidor Bartolomé de Loayza impuso una multa a un arriero que desobedeció la prohibición de “bajar al puerto de Iquique” (Dagnino 1909:296).
El mismo año, “Espíritu Santo”, otro barco de bandera francesa recorre la costa del sur del Perú, motivando a que las autoridades prohíban (no sabemos por cuánto tiempo)todo comercio en la costa del Pacífico, incluido el del guano 560 (Hidalgo y otros 2019:287).
Poder comprador en retirada
Antes de la medianía del siglo 18 comienzan a perfilarse atisbos de competencia interregional de producción guanera entre Moquegua-Arica y Tarapacá. En 1735, el corregidor de la primera zona mencionada, cuestionó la presencia de barcos ariqueños comerciando guano procedente de la Isla de Iquique y ordenó “que los dueños de barcos de la jurisdicción de Arica y otros cualesquiera, que con ningún motivo ni pretexto comercien ni trafiquen el guano de que necesitaban los comunes de indios de la provincia de Moquegua” (Cavagnaro1994:168).
Una actitud cuando menos hipócrita, puesto que entre noviembre de 1735 y febrero de 1736, dicha autoridad no tuvo empacho en comprar diez barcadas de guano iquiqueño, no para abonar tierras propias, sino para comercializarlas. Aparte de la flagrante inconsecuencia, saltó a la luz que no haya optado por lo que ofrecían los islotes y covaderas de Ilo y Locumba.
Pero, al margen de estas contrariedades, la Isla no deja de ser visitada por barcos ariqueños, como la nave “Nuestra Señora del Rosario”, del empresario Juan Francisco Velarde, entre otros.
Nuestro caracterizado Antonio O’Brien señala en 1765 que vienen a buscar guano de las provincias de Arica, Carangas, Lipes y Atacama, para el cultivo de las tierras, y pagan al arrendatario un real por saco cuando se lo conduce a la playa. “Y también lo llevan por mar a varios parages de la Costa, en donde lo venden quando menos a diesrreales fanega de Diez arrobas” (O’Brien 1765: foja 14 v, citado por Hidalgo 2009: 23).
La población se abastece de dos tipos de agua: la de Pisagua, que es salobre, cuesta 4 reales la botija y es la que beben los trabajadores guaneros; y la de Arica, cuyo precio de 8 reales la botija habla de su calidad superior (O’Brien citado por Hidalgo 2009:23).
En cuanto a la pesquería, destaca O’Brien la abundancia y variedad y enumera entre lasespecies congrio, lenguado, congrio colorado y negro, corvina, pejesapo, lisa, tollo, sardina, cabrilla, anchoveta, caballa, pejerrey, aparte de mariscos. Y apunta que “del Congrio hazenCharquesillo, y lo venden en el mismo Puertto, desde seis asta Ocho pesos, para conducirlo a las Provincias Ynteriores”(Hidalgo 2009:23).
Algunas décadas más tarde, aparte de la especie congrio, se elaborará charquecillo con tollo y corvina.
Hacia 1775, encontramos que ahora Aricacomienza a abastecerse también del guano de su isla Alacrán y con el de la caleta La Quiaca, ubicada un poco más al norte (Hidalgo y otros 2019:284:286).
Por esta fecha el portero y administrador del guano y el pescado existente en Iquique y Loa, Antonio Cuadros, tuvo la iniciativa de destinar parte de sus cuantiosos ingresos a obras de equipamiento. En 1778, construyó un nuevo templo (base para la institución de la Viceparroquia de la Inmaculada Concepción), una sala de primero auxilios, una cárcel y un cementerio. También dispuso estipendio para los sacerdotes visitantes.Recién en 1792 hay noticia de un párroco residente.
Y otra vez vemos a un corregidor de Arica (autoridad también de Tarapacá) entrometido en el negocio del guano.Demetrio Egan había vendido mediante elexpediente del reparto forzoso a los caciques de Tacna al precio de 12 reales la fanega de abono sacado de Arica y a 2 pesos el que extraían de La Quiaca. Un dato más concreto es que Egan entre 1774 y 1775 distribuyó entre las comunidades andinas, vía repartoforzoso (entrega obligada), la cantidad de 9.754 fanegas de guano (Hidalgo y otros 2019:284).
Más avispado aún resultó el corregidor de Arica, Andrés Ordóñez, al implantar un nuevo sistema de extracción y comercialización, pasando por encima del poderoso y selecto gremio de dueños de embarcaciones ocupadas en el tráfico del guano y su comercialización en Arica-Tacna-Ilo y en el hinterland alto peruano. Ordóñez no tuvo empacho alguno en exteriorizar sus intereses, ya que él era también parte del negocio.
Lo que en verdad perseguía era restringir el número de competidores, a cuyo efecto logró con sus colegas guaneros un acuerdo unánime que funcionó a título de ordenanza, pues disponía multas para los infractores. Sólo quienes suscribieron tal acuerdo quedaron facultados para operar en la extracción del producto, en una temporada de cuatro meses (septiembre a diciembre), con turnos de seis días corridos, salvo domingo y festivos, en los cuales podían comercializar. El primer turno se lo adjudicó para sí.
En 1783, el intendente Antonio Alvarez y Jiménez realiza un catastro de sitios guaneros y de embarcaciones dedicadas al trajín y además prohíbe sacar guano de los faldeos sur del Morro de Arica, labor que practicaban los indígenas (Hidalgo y otros 2019:288).
Un cambio sustantivo fue el que estableció el virrey Teodoro Croix al suprimir en 1784 el sistema de corregimientos (instituido en 1565) y lo reemplaza por el de intendencias desglosadas en partidos. De esta manera, se crea el Partido y Subdelegación de Iquique-Pisagua, dependiente de la Intendencia de Arequipa.
La política de la Corona, que en virtud de las reformas borbónicas, instaba a succionar el mayor volumen posible de dinero desde sus colonias, no deja de detectar el creciente impulso económico iquiqueño, ya que, pese a tener este puerto escaso vecindario y actividad económica más bien precaria, en 1785 aporta más del 20 por ciento del ingreso del territorio de Tarapacá.
Efectivamente, los 2.244 pesos ingresados a la Caja Real de Arica en 1784, suben al año siguiente a 6.023 pesos, el subsiguiente marcan 4.513 pesos y entre 1786 y 1789 registran 5.375, 6.284 y 6.106 pesos, respectivamente. Ingresos que se desglosan en cobros por cobos y diezmos, almojarifazgos de entrada, alcabalas de tierra, productos del Azogue de Huancavélica y el nuevo impuesto del aguardiente o pisco (Casassas 1974:221).
Movimiento que hace necesaria la instalación de una oficina de aduana, que se hace efectiva en 1789.
Más novedades para Iquique, ya que en 1785 el intendente Antonio de Alvarez y Jiménez elimina el centenario sistema de arrendamiento del puerto, lo que significa terminar con el monopolio del guano; en tanto que los comerciantes y vecinos solicitan la declaración de comercio libre para Iquique y sus caletas, clamor que es elevado por el intendente de Arequipa, José Meléndez Encalada, a la Real Audiencia de Lima, la que otorga su beneplácito (Cuneo 1977:IX-213)..
En el intertanto, Huantajaya fluctúa entre período de repunte y caída y a medida que termina el siglo 18 se aproxima a un proceso de decadencia crónica, pese a los numerosos esfuerzos por recuperar sus fueros.
Crepúsculo de la Isla
No pasa mucho tiempo y ya hacia 1791 la situación del guano se torna crítica. Al recalar en Arica, el célebre navegante Alejandro Malaspina se entera de que el guano que traen muchas embarcaciones ariqueñas desde Iquique “va escaseando” (Sagredo y González 2004:724).
Apreciación certera que es confirmada en 1798, cuando las comunidades indígenas de Camiña, Sibaya y de Pica representan al intendente Bartolomé María de Salamanca su preocupación por el agotamiento del guano de la Isla. Y ocurre que la mencionada autoridad, quien cuatro años antes había declarado el fin del monopolio del comercio del guano, procedió ahora a prohibir la extracción en las covaderas de Patillos, Guasilobos y Pabellón de Pica, en resguardo de los intereses de esos sectores andinos(Hidalgo y otros 2019:291).
Así mismo influyó en su determinación el hecho de que barcos extranjeros estaban extrayendo guano en forma subrepticia para llevarlo a Europa, de manera que bloqueó el acceso de esas naves a los depósitos de guano.
Comoquiera que fuese, en Arica cobra impulso la construcción de embarcaciones en respuesta al sostenido trajín guanero, ya no de la Isla de Iquique, sino de depósitos naturales del litoral de Moquegua, aunque al mismo tiempo se trabaja el guano local de la isla Alacrán. Nada más lógico si se considera que, extinguido el guano de la Isla, ahora hay que ir a buscarlo a Patillos o a Pabellón de Pica, ubicados respectivamente a 60 y 80 kilómetros más al sur.
Así es como en 1804 el alcalde ariqueño pondera que se están construyendoembarcaciones de hasta 4 mil quintales de carga “para conservar el comercio del guano”. Para el casco y obra gruesa se utiliza la madera del olivo, que tanto abunda en el valle de Azapa, mientras que para tablazón y arboladuras se recurre a material de Guayaquil.
Cabe precisar que en este lado del extremo sur del Perú (Iquique y Arica) la actividad guanera es más bien de alcance local y, por lo mismo, de escala limitada.
Las estadísticas de 1827 hablan por sí solas: Arica (Isla Alacrán) e Iquique (covaderas del sur) producen entre 4 y 5 mil fanegas, movilizadas en embarcaciones cuya capacidad promedio es de 600 a 800 fanegas.
En cambio, en Mollendo se registran nueve viajes al año de unos seis buquecitos que transfieren entre 20.000 y 25.000 fanegas. Y de Cocotea se extraen cerca de 6.000 fanegas por año (Rivero 1857:173-174).
Al cabo de dos décadas, la supremacía nacional en producción de guano la adquieren las caletas de Ica y, fundamentalmente, las Islas Chincha, en la zona de Pisco. Esta vez será una industria de exportación a Europa.
La carrera del guano y el salitre
Escribiendo en 1804, el cronista-sacerdote piqueño radicado en Arequipa, Francisco Javier Echeverría y Morales, había advertidoque la Isla del puerto ya no estaba “surtida de guano de pájaros” y fiel a su tendencia pesimista vaticinó que “consumiéndose el estiércol, no tardará de desolarse este lugar” (Iquique).
Pero se equivocaba, puesto que el naturalista francés Alcides D’Orbigny, que recaló en Iquique el 20 de abril de 1830, señala que si bien ha disminuido bastante el flujo a este litoral de embarcaciones guaneras, Iquique ha ganado notoriedad “por otro género de comercio, consistente en salitre o nitrato de potasio, que muchos navíos recogen como carga de retorno, para transportarlo a Europa” (D’Orbigny 1945:941).
En efecto, a la sazón funcionaban varias paradas salitreras que embarcaban por Iquique, en cuya bahía empezaron a recalar naves de bastante mayor envergadura que las modestas embarcaciones guaneras.
Devienen cambios en la caleta: la naciente industria salitreras demanda infraestructura portuaria, como muelles, y también logística como bodegas de almacenaje. Claro que la tarea de estiba de naves sigue a cargo de los balseros camanchacas.
Nuevos protagonistas ingresan a la escena iquiqueña. El transporte de salitre desde la pampa a la costa implica un intermitente flujo de caravanas de arrieros andinos, segmento de población flotante que se alojará en precarias chozas en el tradicional sector costero caracterizado por la existencia de un peñón denominado “Morro”, donde su presencia determinará además el surgimiento de cocinerías y vivanderas.
Volviendo a la situación del guano, consciente el gobierno peruano del desmedro del secular negocio guanero de Iquique, promulgó una ley que subsidiaba el tráfico tarapaqueño, pero ni aún así fue posible competir con la calidad y progresiva escala de la producción en las Islas Chinchas, aunque logrará seguir subsistiendo como actividad marginal, tanto desde el punto de vista económico, como geográfico.
Entre 1833 y 1845 el Estado prohíbe no sólo la pesca por buques extranjeros en la costa peruana, sino también la extracción informal del guano. Así se declara el abono orgánico como bien nacional y se estatiza la actividad (Marcelo Estucchi Portocarrero 2016). Y en 1841 se inician la exportación a Europa y con ello la “Era del Guano”.
El abono orgánico cobra protagonismo en la carrera competitiva con el salitre de las paradas tarapaqueñas, pero las erradas políticas económicas harán que en poco más de dos décadas el “boom guanero” se transforme en una “prosperidad falaz”, al paso que la implantación de las oficinas salitreras de máquina catapultarán la industria del nitrato merced a la llegada de capitales europeos.
Y una vez más la errada política económica estatista provocará una crisis que será precipitada por la guerra con Chile y el definitivo dominio de los grandes compañíasbritánicas.
Braulio Olavarría Olmedo
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