21 de mayo

Arturo Prat Chacón y Benjamín Vicuña Mackenna 

Por Gustavo Fiamma Olivares

 

Don Benjamín Vicuña Mackenna publicó muchos artículos y discursos relacionados con la gesta heroica del 21 de mayo, los cuales fueron recopilados por Pedro Muñoz Feliú en el libro El Veintiuno de Mayo de 1879.

El citado libro tiene más de trescientas páginas. Nosotros hemos seleccionado sólo algunos pasajes que nos han parecido lo suficientemente esclarecedores para llegar a comprender el verdadero significado de la hazaña del 21 de mayo.

Arturo Prat, para no dejar cuentas pendientes, agradeció de antemano a quien, posteriormente, sería su brillante biógrafo, don Benjamín Vicuña Mackenna, brindándole apoyo a su candidatura presidencial. En efecto, en el documento “El Museo Nacional Benjamín Vicuña Mackenna, Prensas de la Universidad de Chile, 1946, se afirma: “Entre los vicuñistas connotados, puede mencionarse a Arturo Prat, futuro héroe de Iquique y al eminente historiador don Crescente Errázuriz, futuro Arzobispo de Santiago” (ps. 10-11).

Por esta razón, en esta oportunidad hemos querido reunir a estos dos ilustres y afines personajes que, por lo visto, se tuvieron respetuosa admiración; y quienes, además, desde sus respectivos quehaceres, contribuyeron tan significativamente en la configuración de la épica nacional. Como dice Salustio, “muchos hombres son elogiados, unos por haber hecho grandes cosas; otros por haberlas escrito”. Sucede aquí, coincidencia del destino, que encontramos abrazadas, perpetua e indisolublemente, la espada indomable del capitán Prat y la pluma tricolor de don Benjamín Vicuña Mackenna. A continuación, pues, las enseñanzas del Combate Naval de Iquique, según la narrativa de Vicuña Mackenna.

1.-La Esmeralda y el combate heroico según el discurso del almirante Stakelberg de la marina real de Suecia, publicado en Estocolmo el 15/11/1879 y  traducido por doña Enriqueta Cox

Por razones de espacio, no transcribiremos la versión del combate que hace el almirante sueco. Sólo queremos recordar este artículo mediante el cual, Vicuña Mackenna, nos hace ver que el heroísmo de nuestros combatientes fue reconocido y admirado urbi et orbi.

Respecto del abordaje y arrojo de Prat, terminó su discurso, el almirante Stakelberg, diciendo: ¿Qué más podía hacer? ¡Era esa la única cubierta que aún le quedaba para combatir! (ob. cit. ps. 227-237).

2.-La bandera de Chile no se rinde

“De aquí la admirable, la milagrosa unidad, que constituye la grandeza moral de la epopeya de Iquique. En una tripulación que ha venido de todos los parajes del  mundo, que habla diversas lenguas, que acaba de instalarse como bajo techo prestado en aquella nave condenada al servicio vulgar de los pontones, no hay, cuando el peligro asoma, sino una sola voluntad, un solo latido, un sólo brazo, una resolución única y sublime, -defender la bandera y morir cubriéndola con sus pechos y con sus hachas en la borda, en el alcázar y al pie del mástil: “La bandera de Chile no se rinde …”

Y eso, que era la muerte, ejecutóse sin que una sola voz desfalleciera en aquel horrible desamparo, durante una batalla que duró la mitad de un día, inmóvil el buque, atacado por la tierra y por el mar, envuelto en un círculo de fuego, solo, sin socorro posible, roto por la metralla y por el espolón, todo a la vez y todo a un tiempo….

Sin embargo, ¿quién escuchó siquiera dicho al oído una sola vez, ronco y ahogado gemido de desaliento? Nó. La bandera flamea al tope del mástil, y el pililo del mar está allí para salvarla muriendo. Y todos, menos la bandera inmortal, que es la Patria, perecen asidos a sus pliegues. Nó la bandera tricolor no fue en Iquique un trofeo, fue la mortaja de la gloria” (ob. cit. p. 252).

3.-El heroísmo registrado en Iquique encendió el amor patrio: “A las armas, chilenos, a las armas!

“Esa es la divisa de todas las naves que con la bandera de Chile al tope surcan a estas horas las aguas del Pacífico. Tengo la confidencia de almas heroicas; y llegada es ya la hora en que la América sepa que lo que han consumado los marinos de Chile a la vista de millares de sus enemigos, no es sólo un arranque imprevisto de magnánimos corazones, sino un pacto sublime y cumplido.

Y ese pacto austero de los hombres de la mar, retenedlo bien, señores, será mañana la única divisa del ejército de tierra.

En esta guerra, como en las guerras que hicieron nuestros mayores, no quedará ninguna bandera en manos de naciones enemigas …Ni los marinos ni los soldados chilenos han aprendido todavía el arte cómodo de izar al tope “bandera de parlamento”.

Pero entretanto y en medio de ejemplos de tan levantada virtud, ¿qué haremos nosotros para ponernos a su altura?

Ciudadanos:

Vosotros los que no tenéis sino vuestra sangre que ofrecer en aras de la Patria, corred desde aquí mismo a los cuarteles a inscribiros bajo las banderas. La Patria necesita de todos sus hijos para dar pronto y glorioso acabo a la lucha que se inicia.

A las armas, chilenos, a las armas! En la ciudad y en la aldea, en el palacio y en la choza. A las armas! A las armas!

Y los que no tengan la envidiable dicha de marchar envueltos en los pliegues de la bandera tricolor, que ocurran sin demora a las maestranzas, a los hospitales de sangre, a los asilos, a los sitios en que se recojan ofrendas amplias o humildes para el desamparo de la viuda, para el hambre de los hijos de los héroes…

Y cuando el país entero haya hecho todo eso, entonces, compatriotas, pero sólo entonces, esos mudos emblemas de nuestras viejas glorias que embellecen y coronan esta ancha avenida triunfal –O’Higgins, Carrera, San Martín- dejarán su helada y silenciosa vestidura, y alzando su voz y su brazo de bronce del fondo de los mármoles y de los siglos, bendecirán a la América, puestos de rodillas, declarando a las edades que sus nietos de Chile fueron dignos de sus abuelos” (ob. cit. ps. 9-10).

4.-El sublime pacto de la gloria y de la emancipación en el sacrificio de los héroes de la Esmeralda: ¡Con nuestras vidas tomamos posesión de este mar y de estas tierras!

“Todo heroísmo humano tiene también su límite.

Y cuando el glorioso barco que simboliza tres veces la gloria naval de Chile, allí en las aguas de Papudo y en la rada del Callao, destrozada por el ariete hasta en sus más vitales entrañas, iba lentamente sumergiéndose, había justo derecho en cada pecho de héroe para cubrir su vida con la gloria conquistada.

Pero los tripulantes de la Esmeralda no hicieron eso sino que diciéndose los unos a los otros con la mirada ardiente, con la voz de fuego y con el ronco estampido del último cañón: “Esta tierra y este mar es nuestro… fuéronse a pique … cruzándose de brazos en el soberbio y nunca sino por ellos conquistado alcázar…”

¿Y por qué?

¡Ah! Porque la batalla naval de Iquique no debía ser sólo una gloriosa y a la larga estéril hazaña, sino la toma de posesión fecunda y eterna de aquel suelo que era chileno antes de aquel día.

Y por esto mismo, si alguna vez mano cobarde y corazón pusilánime y traidor intentara borrar aquel pacto de la gloria y de la emancipación en el sacrificio, las aguas tranquilas que bañan las faldas del Colorado se agitarían por sí solas, y arrojando a su superficie sangrientas espumas irían a salpicar con ellas el pecho y la frente de los renegados…

Esa es por tanto la significación verdadera y filosófica, tradicional e histórica de la hazaña imperecedera…

Sépanlo, pues, los pueblos de Tarapacá desde el Loa al Morro de Arica.

Sépalo el Gobierno de Santiago.

Sépalo el Congreso de Chile que va a reunirse.

El territorio de Tarapacá es indestructiblemente e irrevocablemente chileno desde el 21 de mayo de 1879, como Chile fue libre desde el 18 de setiembre de 1810” (ob. cit. ps. 282-283).

5.-Concepción moral y nacional del combate de Iquique: el deber y el amor a la Patria

“Ocúrrese entonces pensar, delante de todo esto, que en la batalla de Iquique no sólo reluce el indómito valor –prenda antigua y nunca desmentida del chileno- porque hay un principio más alto, un sentimiento más intenso, una luz dominadora y superior como la de los astros fijos, que ha dado impulso y guía a aquella resolución incomparable, pareja, uniforme, inalterable, idéntica antes de la batalla, al estallar la batalla, en medio de su hórrido fragor que ha durado cuatro horas, en su terrible acabo que no ha durado sino un minuto.

Y ese algo que se adelanta como concepción moral al fallo de la historia, como la luz de los faros a la entrada del puerto, fórmalo la alianza sencilla y a la vez sublime de estos dos grandes sentimientos de la época: –el deber y el amor a la Patria.

He aquí el carácter moral, la definición verdaderamente nacional del combate de Iquique. Y por esto hemos dicho que su fama no ha venido a Chile sólo como un resplandor, sino como una enseñanza” (ob. cit. p. 45).

Como puede observarse, la conducta de nuestros héroes estuvo iluminada por la luz de un ideal que ellos supieron cumplir hasta el extremo. Ese es el principio que nos legaron, y que, bajo pretexto alguno, puestos en similares circunstancias, podríamos eludir.

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