Rastreando el topónimo Iquique

Hay consenso entre los historiadores de que el topónimo Iquique es sinónimo de Ique Ique y de Puerto de Tarapacá. En otras palabras, se trataría de tres términos utilizados en el tiempo para designar un mismo sitio geográfico. A riesgo de ser tildados de irreverentes, transgresores, presuntuosos, entrometidos y un largo etcétera, nos permitimos disentir de aquello y presentar una propuesta que amerite, al menos, motivo de reflexión.

Y no tenemos recelo al plantearla porque ninguno (nadie) de quienes adoptan la noción Ique Yque=Puerto de Tarapacá=Iquique ha atinado a indicar su fuente de sustentación, requisito elemental en toda proposición historiográfica, ya que sin esto cuanto se afirme carece de validez.

Se trata de una falla recurrente en la historiografía de Arica y Tarapacá. Todo comienza con algo que no tiene comienzo, que surgió por ahí, de quien sabe quién o simplemente se le ocurrió a fulano. De manera acrítica, la especie es tomada y presentada como evidencia plausible que se aquilata con la autoridad académica de quien la maneja (magister dixit). Y a medida que pasa el tiempo, se va repitiendo mecánicamente hasta consolidarse y adquirir carta de ciudadanía histórica, cuando en verdad no es más que un enunciado sin raíz, una premisa vacía de la que no pueden derivarse sino conclusiones falsas porque, desde el punto de vista de la lógica, constituye una rotunda falacia.

Pensamos que se trata de un asunto que no puede quedar como página cerrada, como un dogma oleado y sacramentado, puesto que existe la alternativa de explorar antecedentes que conduzcan a un paradigma más apropiadamente convincente. Debemos aclarar, a todo esto, que no somos ni nos creemos historiadores; en absoluto. Somos meros cronistas que cultivamos la microhistoria. Nuestra propuesta procura aportar evidencias y testimonios pertinentes, además de un recurso válido como son las representaciones elaboradas por vía de intuición.

                     El Iqueyque primigenio

Debemos al cronista español Gerónimo de Bibar el rescate del nombre Ique-Ique, registrado en su obra “Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reynos de Chile”, publicada en 1558.

Es notoria la similitud que guardan determinados párrafos de Bibar con acápites de las cartas de Pedro Valdivia, rasgo que algunos historiadores han interpretado como paternidad valdiviana, toda vez que Bibar relata hechos en los que no estuvo presente, como ocurre con el episodio que a continuación exponemos, debiendo admitirse sí que la versión bibariana es mayormente circunstanciada y atesora un contenido providencial.

En diciembre de 1547, en un viaje al Perú, el barco en que navega Pedro de Valdivia hace la siguiente recalada (las negritas son nuestras):

“Víspera de Navidad, eché ancla en el puerto de Tarapacá, que es en las provincias del Perú, ochenta leguas de la ciudad de Arequipa y doscientas de la de Los Reyes». Agrega que en tierra encontraron a dos españoles.

La versión paralela de Bibar dice así:

 “… y allegaron al puerto de Yqueyque, en los términos y minas de plata del valle de Tarapacá en los reinos del Pirú doscientas y cincuenta leguas de la ciudad de los Reyes».

De lo que se desprende que Yqueyque y Puerto de Tarapacá son sinónimos.

Poco después, en 1561, en carta a su empleado Roberto Cornieles, el encomendero Lucas Martínez Vegaso le encarga que «si el padre Hernando Diez Rojo viene con vos decidle que me haga merced de estarse en este asiento» (Huantajaya) «hasta que yo vuelva, doctrinando esta gente» (la de Huantajaya) «y la de Hique hique» (Puerto de Tarapacá). (Glave y Díaz 2019:163).

Casi por la misma fecha, el curaca de Pica, Juan Amastaca, evoca un registro de la memoria ancestral al referirse a Huantajaya como «minas de Hique hique» (Choque y Muñoz 2016).

El lingüista peruano Rodolfo Cerrón Palomino afirma que la forma radical «yqui» o «iqui» significa tanto «padre» como «señor» y es de indudable procedencia puquina (Cerrón:2011:126). Se estima que ésta era la tercera lengua del Imperio Inca, después del quechua y el aymara e incluso hay razones para que en un principio la hablaban exclusivamente el Inca y la nobleza cuzqueña.

Adicionalmente, fundándose en el cronista y sacerdote Bartolomé Alvarez (1588), Cerrón incorpora para iqui el concepto de “fuerza animadora”:

De nuestra parte, se nos antoja proponer que la reiteración de dicho término (Yque-Yque) nos estaría representando algo así como “Padre de padres”, o mejor “Padre Primordial”.

Se sabe que el puquina era hablado en varios sectores del Perú prehispánico y que terminó confinado a las zonas costeras. En tal sentido, a mediados del siglo 17, el cura de Atacama daba cuenta de su labor misionera de más de 21 años “en la lengua materna de los indios camanchacas (…) en estos dichos Puertos como son Cubija, Colupo, Yquique y Loa» (V.Castro 2009).

Pues bien, hay sobrada evidencia para aceptar equivalencia entre Ique-Ique y Puerto de Tarapacá. Pero queda pendiente la tarea de identificar su lugar geográfico.

A fin de descartar la creencia de que Puerto de Tarapacá es Iquique (término que por entonces no estaba consignado en la toponimia colonial), comenzaremos por atender el testimonio de Pedro Cieza de León, quien recorrió el Perú entre 1548 y 1549 y es autor de una obra que terminó en 1553, donde al describir nuestro litoral expresa:

“Cerca de Tarapacá está una isla que tendrá de contorno poco más de una legua, y está de la tierra firme legua y media, y hace una bahía donde está el puerto” (Cieza:1984:I parte, cap.V:26).

Un párrafo de contenido aparentemente simple, por lo reducido, pero que requiere ser analizado con atención.

En primer lugar, el texto de Cieza no asigna nombre a la isla ni a la bahía. Ambas entidades quedan, por el momento, como anónimas.

Ahora, la referencia de que Tarapacá y el binomio isla-bahía están «cerca» involucra una relación de proximidad, pero entre dos puntos geográficos diferentes, separados por una distancia que el autor no precisa (es de 8 kilómetros); por lo tanto, Yqueyque no es lo que llegará a denominarse Iquique.

Sin embargo, la Isla no era anónima ni desconocida. Para los ancestrales pescadores locales parece haber despertado interés a partir de la introducción de la balsa de cuero de lobo marinos que les permitió acercarse a ella y abordarla. Y también significarla, nombrarla. Y algo más adelante adquirió estatus como depósito guanero gracias a la política ecológico-extractiva de los incas (De la Vega 2020:cap.V-pag.25). 

C0rrigiendo el registro de Cieza, entre tierra firme y la isla había una distancia inferior a 500 metros. Pero el nombre original de esta caleta vecina a la isla lo conocían solamente los pescadores nativos y permaneció en latencia hasta que a Olivier van Noort se le ocurrió preguntar: se llamaba Icaise. (Desde nuestra antojadiza óptica particular, sería Iqueise).

En efecto, en la relación de su paso en junio de 1600, el holandés trazó la siguiente descripción: “Terrepaca» (Tarapacá) «está en 21 grados, hay un puerto llamado Icaise donde también hay pesquería, hay además brea de fuerte olor que los de Arica vienen a comprar. Pissago (Pisagua) es una buena bahía en 20 grados» (Van Noort 1602:28).

Sea como fuere, el topónimo Icaise tuvo exigua vida. Entre sus escasas menciones, está el mapa elaborado hacia 1640 por Jodocus Hondius, en el que constan los topónimos Icaiso y Terrapaca. Pero Icaise nunca más volvió a ser mentado por boca o pluma de occidentales y se extinguió, al igual que los camanchacas puquina hablantes.

En cuanto al topónimo Tarapacá, hay razón para presumir que le antecedió como apelativo promigenio la voz puquina Ique Ique y que tras la colonización aymara fue sustituido por el de Tarapaca, modificado a su vez con la tilde aguda que le pusieron los españoles.

Cuesta admitir que Martínez Vegaso pudiera haber elegido la caleta anónima vecina a la isla (futuro Iquique) como base de operaciones marítimas para sus afanes mineros en Huantajaya.

Desde el punto de vista de la conectividad y transferencia de cargas, no le servía en absoluto la vía más inmediata de acceso a la pampa, la quebrada de Huantaca: empinada, angosta y resquebrajadiza de subida, para luego serpentear por interminables pasadizos encajonados en ese laberinto que es la serranía costera.

No había otr0 corredor apropiado sino la cuesta de Molle, trazada hacía más de un milenio por las caravanas de llamos transaltiplánicas.

Tal cual, remontando el corto tramo arenoso del zig zag se llega a la plataforma que es Pampa de Molle, la que despliega su planicie en directa perspectiva hacia la montaña argentífera. Entonces, nada más lógico y práctico que apostar por la caleta de Bajo Molle (Puerto de Tarapacá), alojada en la ensenada de Chiquinate y al pie del Cerro Tarapacá, como el punto de servicios logísticos y marítimos más idóneo.

Nuestras más tempranas referencias sobre este puerto de Bajo Molle bajo la acepción Tarapacá se remontan a 1547 y corresponden precisamente al encomendero Lucas Martínez. Entre otras, por ejemplo, cuando hallándose en el teatro de la guerra de los encomenderos del sur contra la corona, en carta remitida el 12 de abril de 1547 desde el puerto arequipeño de Quilca encarece a sus empleados que el barco de su propiedad “no desembarque en el puerto de Arica ni de Tarapacá, porque no han dejado cosa de comida los de Chile en Tarapacá” (Medina Tomo VIII 1896: 383). Elocuente testimonio de la calidad de despensa para las Minas de Tarapacá (Huantajaya) que tenía dicha caleta.

                       Su ubicación geográfica

Ahora lo que procede es tratar de verificar cómo es que se instala el topónimo Iquique en la caleta adjunta a la isla, la Icaise develada por Olivier van Noort.

Contrariamente a lo que se cree, Iquique es un nombre nuevo, sin raíz etimológica autóctona. Coloquialmente, diríase que es un advenedizo, un «convidado de piedra» que provoca tropiezos, como el de ser tenido por un vocablo de raíz aymara cuyo significado sería «dormidero de pájaros”, “lugar de descanso” y hasta “lugar de sueños”. Esta última especie se viralizó a nivel global al ser mentada en el añ0 2018, en playa Lobitos, por el Papa Francisco, quien no hizo más que repetir un estereotipo de estándar oficial claramente inoficioso.

Al mentar Iquique estamos hablando de un neologismo que se configura por efecto concomitante: tanto de traslación geográfica desde Bajo Molle a la caleta de la Isla del Guano, como de mutación onomástica del Yqueyque (Puerto de Tarapacá) a su definitiva y actual denominación.                                             

Puede que el origen de la errada triple equivalencia que anotamos en un principio (Yqueyque=Puerto de Tarapacá=Iquique) provenga de Guillermo Billinghurst. Leyendo e interpretando un párrafo de Pedro Cieza de León, el caracterizado cronista vecino de Iquique tuvo a bien (o mal) discernir que Puerto de Tarapacá es precisamente la ciudad donde él vivió (Billinghurst 1886:67). Y, al parecer, lo siguieron los buenos de ayer y de hoy…

             La isla como predictor onomástico

Retomando el hilo discursivo, y teniendo en mente el rescate del Yquyque por Gerónimo de Bibar (1558), observamos que documentos de la Caja Real de Arica, desde 1607 y hasta aproximadamente la tercera década del siglo 17, adjudican la forma Yqueyque a la Isla (Dagnino 1909:166/265) y no a la caleta adyacente. Ejemplo de ello es también el registro “una isla que llaman de Yqueyque” del cronista Fernando López de Caravantes en 1630. Escribiendo seis años más tarde Alvaro Alonso Barba alude igualmente al guano «que se trae de la isla de Yqueyque» (Barba 1640:29).

Un poco antes (1618), no como observador in situ, sino que transcribiendo referencias de terceros, Antonio Vásquez de Espinosa -quien no visitó la zona- provee estos términos ya conocidos: “cerca de Tarapacá a vista de tierra está un islote pequeño, adonde van muchas fragatas a cargar de la tierra de dicho islote (…) a la cual llaman guano”.

Tenemos entonces que, por efecto espejo, a la isla le queda endosado el topónimo de la caleta de Bajo Molle (Yqueyque) y ella a su vez pasa a transferir el apelativo a una entidad sociodemográfica que gracias a la actividad guanera experimentará el proceso de metamorfosis asentamiento de pescadores camanchacas-caleta guanera-caserío y puerto-ciudad de Iquique.   

La estrecha asociación isla-caleta encuentra sentido por razón no sólo física e histórica, sino también geológica, puesto que la ínsula no es un apéndice externo, sino un trozo de tierra firme que quedó flotando como consecuencia de un cataclismo que mutiló al continente en tiempos en que aún no existía la humanidad.

                      A prueba de porfías

El uso de Yqueyque se mantiene en documentos oficiales y escritos generales hasta más o menos 1792, sobre todo en partidas de bautismo. Sin embargo, es en este último tipo de registros eclesiásticos donde se detecta nuevamente la distinción entre la caleta de Bajo Molle y la caleta contigua a la isla. Nos referimos a las inscripciones bautismales asentadas entre 1686 y 1697 (Larraín y Bugueño 2011: 15-16) cuando se verifica la administración del sacramento a personas adscritas al «ayllu Yqueyque» y a otras que residen en el «Puerto». De lo que se desprende la existencia de dos locaciones diferentes: Bajo Molle e Iquique, respectivamente.

Y como postrer cogollito, tengamos en cuenta la pista que nos ofrece Antonio O’Brien (1765), cuando tras asimilar «Yqueyque, Yqueyquy e Iquiqui» como una sola cosa, lo describe como «una Playa Arenosa de tres quarttos de Legua de ancho» (O’Brien 2009:23), para luego anotar el trágicómico párrafo de que “En este Puertto, no se da sepultura a los cuerpos, porque la dureza del Terreno, no permite abrir sepulturas en él, y así después de hecho el funeral los llevan a un sementerio que está al lado de la Yglesia, y los arriman a la pared en donde se secan, de suertte que ni se deshazen, ni causan mal olor, y ni se pudren las Mortajjas” (O’Brien 2009:23).

Despejando la incógnita, O’Brien no quería referirse a Iquique, sino a Bajo Molle, donde realmente era imposible cavar, porque el suelo es realmente duro, al punto que se le denomina “pavimento de arenisca”. Un gazapo que, de todas maneras, resulta iluminador.

Cuento corto: el Yqueyque experimentó una leve variación y se transformó en Iquique.

Braulio Olavarría Olmedo                                 

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Barba, Alvaro Alonso (1640): Barba, Avaro Alonso Barba: Arte de los metales en que se enseña el verdadero beneficio de los de oro y plata por azogue, el modo de fundirlos todos, y como se han de refinar y apartar unos de otros. Compuesto por el licenciado Alvaro Alonso Barba. https://archive.org/details/artedelosmetales00barb.           

Bibar, Gerónimo de: Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reynos de Chile hecha por Gerónimo de Bibar, natural de Burgos. 1558. Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina. Santiago, 1966.

Billinghurst, Guillermo: Estudio sobre la geografía de Tarapacá. Imprenta de El Progreso, Santiago, 1886. https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-9261.html

Cartas de Pedro de Valdivia, que tratan del descubrimiento y conquista de Chile. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cartas-de-pedro-de-valdivia-que-tratan-del-descubrimiento.

Castro, Victoria: Huacca Muchay. De ídolos a santos. Evangelización y religión andina en Charcas, Atacama la Baja. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana y Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Santiago, Chile. 2009.https://www.centrobarrosarana.gob.cl/622/w3-article-56798.html?_noredirecty =1

Cerrón-Palomino, Rodolfo: El legado onomástico puquina: a propósito de «capac» y «yupanqui». Estudios Atacameños, N° 41. Universidad Católica del Norte, San Pedro de Atacama, Chile, 2011                         https://www.redalyc.org/pdf/315/31523173006.pdf.

Choque Mariño, Carlos e Iván Muñoz Ovalle: El Camino Real de la Plata. Circulación de mercancías e interacciones culturales en los valles y Altos de Arica (siglos XVI al XVIII), Historia (Santiago) vol.49 no.1 Santiago junio 2016.                                             https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-71942016000100003

Cieza de León, Pedro (1553): Crónica del Perú. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima. 1984.                                                          https://repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/181524

Garcia y García, Aurelio: Derrotero de la costa del Perú. Lima, 1863. https://archive.org/details/bub_gb_R6RBAAAAYAAJ/page/n3/mode/2up.

Glave, Luis Miguel y Alberto Díaz Araya: Buscando al encomendero. Estudios Atacameños, Arqueología y Antropología Surandinas Nº 61/ 2019.                                                                     https://revistas.ucn.cl/index.php/estudios-atacamenos/article/view/999/3160.

Hack,William: Pisagoa Yqueque. A Wagoner of the South Sea describeing the sea coast from Acapulco to Albemarle isle. London, 1685.                                      https://www.rmg.co.uk/collections/archive/rmgc-object-541314

Hondius, Jodocus: America noviter delineata. Library of Congress Geography and Map Division Washington, D.C.  https://www.loc.gov/resource/g3290.np000144/?r=0.446,0.506,0.198,0.074,0#:~:text=MAP-,America%20noviter%20delineata,-About%20this%20Item

House, Derek y Norman Thrower: A bucaneer’s atlas: Basil Ringrose’s Sea South Waggoner. University of California, 1992. https://www.cambridge.org/core/journals/journal-of-navigation/article/abs/buccaneers-atlas-basil-ringroses-south-sea-waggoner-edited-by-howse-derek-and-j-w-norman-thrower-314-pages-illustrations-maps-1-colour-plate-31-23-c.

Larraín B., Horacio y Víctor Bugueño G.: Presencia de un ayllu de camanchacas en el puerto de Iquique en el siglo XVII. Revista de Geografía Norte Grande, 50: 7-21 (2011).     https://repositorio.uc.cl/server/api/core/bitstreams/cc7c8598-da69-4ff3-86cc-8f9f72547847/content.

Medina, José Toribio: Colección de documentos inéditos para la Historia de Chile. Tomo VIII Valdivia y sus compañeros.                 https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-79552.html.

Oré, Jerónimo de (1607): Ritvale sev Manvale Pervanvm. Jacobum Carlinum et Constantinum Vitalem, Neapoli.

Van Noort, Olivier: Description du penible voyage fait entour de l’Universe ou globe terrestre, par Sr. Olivier du Nort D’Autrecht. Imprimé a Amsterdam, chez Cornille Claef l’1602.            

Gallica.bnf.fra/ark:/12148/bpt6k580703/f.2.item.zoom.

Vidal Gormaz, Francisco. Estudio sobre el Puerto de Iquique. Imprenta Nacional, Santiago, 1880.                 file:///C:/Users/personal/Downloads/MC0027490%20(1).pdf.

.  

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *