Fundamentos Arquitectónicos
Este memorial está dedicado a los prisioneros políticos fusilados en el campo concentración de Pisagua; hecho ocurrido en el lapso de los meses de septiembre de año 1073 a octubre de 1974. La obra se erigirá en el lugar mismo donde se efectuaron las ejecuciones.
Se trata de un sitio ubicado lejos del pueblo, localizado en el extremo norte de la rada de Pisagua, sobre un barranco que caer a pique a los requeríos de una playa; el lugar es absolutamente árido y las faldas arenosas de los cerros que lo entornan se presentan salpicada de piedra y peñascos.
Hasta comienzos del siglo pasado estuvo emplazado allí lo que los pisagüeños llaman el “cementerio viejo”. En el año 1940, fue arrasado por un aluvión, con lo cual cayó totalmente en desuso. Algunas tumbas, vestigiales con sus cercos y cruces de madera carcomidas y quemadas por la sal y por el sol, todavía pueden verse en algunos d sus sectores.
Hoy predomina en el lugar presencia de la llamada “fosa clandestina”, zanja excavada contigua al cementerio donde enterraron secretamente a diecinueve de los ejecutados. Fue pesquisada y descubierta en los meses de mayo y junio del año 1990. Los cadáveres exhumados fueron entregados a sus deudos para un digno adiós y una humana sepultura. Se circundo la fosa con un cerco bajo de cadenas y se levantó en su cabezal una pequeña lápida en la cual se lee: “aunque los pasos toquen mil años este sitio no borrarán la sangre de lo que aquí cayeron- Neruda”.
Desde entonces el lugar ha comenzado a ser de eventuales visitas en grupo por parte de sus familiares, de sus amigos y de unos pocos turistas.
Cuando llegan conversan un rato, luego se dispersan recorriendo el sitio en distintos sentidos. Caminan pausadamente observando el entorno, las tumbas abandonadas y fosa; en el curso de este caminar algunos se cruzan, cambian palabras al paso y luego se separan para seguir cada cual en su deambular ensimismado. Después todos se reúnen, conversan y recuerdan. Finalmente suben a sus vehículos y se van. El lugar queda nuevamente solitario.
Se trata de un lugar aislado e inhóspito, ajeno a todo aquello que el hombre se ha empeñado en cultivar para hacer la vida más amable y la muerte menos violenta. Un lugar inhumano podría decirse, como inhumanos fueron los hechos que allí sucedieron.
Cuando me encargaron el diseño del memorial y me enfrente por primera vez al lugar, me llamó la atención justamente aquello: la correspondencia entre la desolación del sitio y la desolación de los hechos, ambas se interaccionaban conformando un mundo tensionado entre lo salvaje del paisaje y de los fusilamientos, y lo respetable de una muerte sufrida por ideales que creyeron trascedentes.
Me di cuenta entonces que esa situación estaba en el ámbito del lugar, que lo esencial del memorial ya estaba “construido” y que ninguna obra que se realizara por grande alegórica o simbólica que fuese, podría ser más efectiva que la crudeza del paisaje para develar la realidad d los hechos. Solamente faltaba señalarlo y significarlo.
Pensé que aquello no debió suceder en los memoriales que se han levantado en otras partes del país donde la geografía es menos ruda, que tenía entre manos una tarea arquitectónica diferente, generada por los desiertos del norte grande de Chile.
Me imagine una construcción que enfrentara la fosa y la cancha de las ejecuciones, obra algo apartada y encaramada en la falda del cerro, construida totalmente con piedras rústicas del entorno, emparentándose íntimamente con el paisaje geográfico. La imagine conformada por tres terrazas ascendentes vinculadas por escaleras y rampas como son las subidas a las ermitas.
La terraza inferior, presidiendo el ascenso, presentaría una escultura dedicada al suceso. La terraza intermedia ofrecería dos pérgolas laterales para sentarse a la sombra a la vista completa del lugar y del puerto de Pisagua en la lejanía. La terraza superior, culminaría en un muro también de piedra, conteniendo cuatro placas de mármol blanco pulido contrastando con la rusticidad de la construcción y el entorno; en aquellas placas se daría cuenta del hecho y de los nombres de los mártires, significando el lugar.
Este templo abierto, más la fosa clandestina, la tierra amontonada que cubrió sus cuerpos, la lápida antigua con su doloroso epitafio, la cancha de las ejecuciones, el poste vil, las flores nuevas junto a las marchitas, las tumbas desoladas del cementerio viejo, el estallido de las olas en los roqueríos, el graznido de las gaviotas y la inhóspita soledad del paisaje, conformarían un mundo fuertemente integrado, articulado en nuestro interior a través de aquel reunirse recordatorio y de aquel deambular solitario y reflexivo.
Lo imagine amparando en el presente el recuerdo, la piedad y el amor por los que murieron y, en el futuro, abriendo y propiciando la reflexión histórica de las nuevas generaciones.
Patricio Advis V.
Arquitecto 2003