Cristóforo Colombo Fontanarossa y sus “ocho viajes”

Gustavo Fiamma Olivares

I.-Introducción

1.-Su nombre: Cristóforo Colombo Fontanarossa. Cristóforo, “el que lleva a Cristo consigo”.

-En Lisboa, Portugal, “cambió su nombre por Cristóbal y su apellido por Colomo o Colom” (Cristóbal Colón, La enciclopedia biográfica en línea, biografiasyvidas.com)

-En España: se hacía llamar Xrobal Colón (XR era en la época el anagrama de Cristo) (Cristóbal Colón, La enciclopedia biográfica en línea, biografíasyvidas.com).

2.-Lugar y fecha de nacimiento: nació en Génova entre el 25 de agosto y el 31 de octubre del año 1451.

3.-Sus padres y hermanos: Cristóforo fue el primer hijo del matrimonio formado por Doménico Colombo y Susana Fontanarossa. Los Colombo tuvieron otros tres hijos y una hija, a saber: Bartolomé y Giacomo (Diego) y Bianchinetta (Cristóbal Colón, La enciclopedia biográfica en línea, biografiasyvidas.com)

4.-Casamiento: acostumbraba oír misa en el convento de Santos. Allí se fijó en una de las pupilas, Felipa Moniz Palestrello, joven hermosa y de familia importante. Cristóbal pidió y obtuvo la mano de Felipa en 1477, y un año después nació un hijo al que bautizaron como Diego. Felipa murió un año después de dar a luz (Cristóbal Colón, La enciclopedia biográfica en línea, biografiasyvidas.com)

Estando en Córdoba entabló relación con la joven Beatriz Enríquez, veinte años menor que él. De esa unión nació en 1488 un hijo, Hernando Colón, que sería el primer biógrafo del Almirante (Cristóbal Colón, La enciclopedia biográfica en línea, biografiasyvidas.com).

II.-Viajes en vida

-Primer viaje (1492-1493). El 3 de agosto de 1492 zarpó del puerto de Palos (Huelva), Palos de la Frontera y no Palos de Moguer.

-Segundo viaje (1493-1496). El 25 de septiembre de 1493 zarpó de Cádiz

-Tercer viaje (1498-1500). El 30 de mayo de 1498 zarpó de Sanlúcar de Barrameda

-Cuarto viaje (1502-1504). El 11 de mayo de 1502 zarpó de Cádiz.

III.-Muerte de Colón

Del cuarto y último viaje regresó cansado y enfermo quedándose en Valladolid, donde le sorprendió la muerte el 20 de mayo de 1506. Sus últimas palabras: “in manus tuas, Dómine, commendo spiritum meum” (Charles Verlinden y Florentino Pérez-Embid, Cristóbal Colón y el descubrimiento de América, Rialp, 2006, p. 184).

“A su cuerpo se le aplicó la llamada descarnación (para conservar el cadáver se quitaba la carne de los huesos)” (Chema Lizarralde, “La agitada ‘vida en muerte’ de Cristóbal Colón: los restos del almirante han dado muchos tumbos desde 1506”, en 20minutos.es (9-4-2022).

IV.-Nuevos viajes: los restos de Colón

“Nos adentramos en el último misterio de Cristóbal Colón: el de sus restos. En cuatro siglos, cuatro traslados” (Manuel Fernández Álvarez, “La gran aventura de Cristóbal Colón”, Espasa, 2006, p. 331).

Valladolid

Después de fallecido, fue sepultado en la iglesia de San Francisco de Valladolid. En efecto,

“el 21 de mayo de 1506 sus restos fueron enterrados en la antigua capilla de Luis de Cerda, del convento de San Francisco. Allí estuvieron durante tres años” (Chema Lizarralde, “La agitada ‘vida en muerte’ de Cristóbal Colón: los restos del almirante han dado muchos tumbos desde 1506”, en 20minutos.es (9-4-2022).

Primer viaje: Sevilla

“Tres años después su hijo don Diego dispone que sus restos pasaran a la Cartuja de las Cuevas de Sevilla” (Manuel Fernández Álvarez, “La gran aventura de Cristóbal Colón”, Espasa, 2006, p. 331).

Así, en 1509, “los restos del descubridor son trasladados a la capilla de Santa Ana del Monasterio de la Cartuja en Sevilla. Simón Verde, un mercader florentino, amigo de la familia, se encargó del traslado” (Chema Lizarralde, “La agitada ‘vida en muerte’ de Cristóbal Colón: los restos del almirante han dado muchos tumbos desde 1506”, en 20minutos.es (9-4-2022).

Segundo viaje: Santo Domingo

“Treinta y cinco años más tarde, en 1544, muerto ya don Diego, su viuda doña María de Toledo consigue el permiso del emperador Carlos V y lleva los restos del Almirante y de su hijo a la catedral primada de las Américas, a Santo Domingo. Parecía un sitio digno del Almirante. Era como un desagravio: que sus restos reposaran en aquella isla que había descubierto y de la que había sido el primer Gobernador” (Manuel Fernández Álvarez, “La gran aventura de Cristóbal Colón”, Espasa, 2006, p. 331).

“En 1523, a la muerte de Diego Colón, se lee su testamento y éste dispone que sus restos descansen en la República Dominicana, en la catedral de Santo Domingo… junto a los de su padre” (Chema Lizarralde, “La agitada ‘vida en muerte’ de Cristóbal Colón: los restos del almirante han dado muchos tumbos desde 1506”, en 20minutos.es (9-4-2022).

Tercer viaje: Cuba

“Y pasaron los siglos sin que nada alterase esa paz. Hasta que, a finales del XVIII, cuando España cede a Francia Santo Domingo por el Tratado de Basilea, firmado en 1794, la Monarquía de Carlos IV considera que no debe dejar bajo autoridad extranjera los restos del Almirante. Quien tanto había supuesto en la historia del Imperio español debía tener mejor destino. Así se decide su traslado a otro dominio español en ultramar, y se consideró el más idóneo el de La Habana, dado que aquella isla también había sido descubierta por Colón” (Manuel Fernández Álvarez, “La gran aventura de Cristóbal Colón”, Espasa, 2006, p. 331).

Sus restos “fueron conducidos a la Habana en 20 de Diciembre de 1795, en la fragata Descubridor, al mando del Jefe general de la escuadra D. Gabriel de Ariztizabal, quedando en la Catedral de la Habana hasta 1898, año en que cesó la soberanía española y que fueron trasladados a Sevilla.

Su traslado de Santo Domingo, se hizo con todas las solemnidades y pompa que el caso requería; era arzobispo de Santo Domingo, Fray Fernando Portillo; gobernador general de la Isla, el general Joaquín García; G. Saviñon Regidor de aquel Ayuntamiento y Ciudad; habiendo asistido todas las autoridades y dignidades de la Isla, y una representación del Duque de Veragua, compuesta de los Sres. J. B. Oyarzabal y D. A. de Lecanda.

Los restos del primer Almirante del Oceano y Virrey de las Indias, no estaban olvidados ni desconocida la urna cineraria que los contenía, pues el general Aristizabal fue derecho a ella, tomando por guía documentos auténticos y la tradición, cuyos preciosos restos fueron trasladados a la Catedral de la Habana y colocados en la urna cerca del Altar Mayor, entre dos pilastras, teniendo al exterior una lápida de mármol blanco con un busto, que tenía debajo la inscripción siguiente:

“O restos é imagen del grande Colón,

Mil siglos durad guardados en la urna

Y en la remembranza de nuestra nación

De conformidad con esta inscripción

Creed realmente los españoles y habaneros

De que la urna de que se hace mérito

Guarda los restos mortales de Colón”.

(Constantino de Horta y Pardo, “La verdadera cuna de Cristóbal Colón”, New York, 1912, ps. 62-63).

Según Chema Lizarralde, en La Habana, los restos de Colón quedaron “en un nicho de una de las paredes laterales de la Catedral de la capital cubana. Aunque la idea no era esa.

En La Habana se iban a levantar dos obras escultóricas para conmemorar el IV centenario del viaje de Colón. En 1891 se hace el encargo al arquitecto y escultor ARTURO MÉLIDA. Las esculturas se elaboran en España y se mandan a Cuba. Sin embargo, en octubre de 1892, los monumentos no pudieron ser inaugurados. Se postergó todo hasta el 20 de marzo de 1898. Pero para entonces la isla, en plena guerra por su independencia, no está para celebraciones y los restos de Colón siguieron en el nicho de la catedral” (Chema Lizarralde, “La agitada ‘vida en muerte’ de Cristóbal Colón: los restos del almirante han dado muchos tumbos desde 1506”, en 20minutos.es (9-4-2022).

Cuarto viaje: Sevilla

Tras la pérdida de Cuba, España “reclamó aquellos gloriosos restos. ¡Que al menos descansaran en tierra española! Y así se produjo el último traslado a la catedral de Sevilla, para que reposaran bajo suntuosísimo sepulcro” (Manuel Fernández Álvarez, “La gran aventura de Cristóbal Colón”, Espasa, 2006, p. 332).

“Los restos de Colón son embarcados junto al sepulcro escultórico de Arturo Mélida en el vapor Conde de Venadito el 12 de diciembre de ese año. Llegan a Cádiz y desde allí a Sevilla. Es en la catedral hispalense donde se emplaza todo el conjunto, es lo que se conoce como catafalco, según lo planeado por el arquitecto y escultor” (Chema Lizarralde, “La agitada ‘vida en muerte’ de Cristóbal Colón: los restos del almirante han dado muchos tumbos desde 1506”, en 20minutos.es (9-4-2022).

El catafalco “es un féretro que llevan en hombros cuatro reyes que representan a Castilla, León, Aragón y Navarra” (Constantino de Horta y Pardo, “La verdadera cuna de Cristóbal Colón”, New York, 1912, ps. 62-63).

V.-Autenticidad de los restos que se encuentran en Sevilla: la prueba de ADN

“A efectos de identificación, el material genético puede clasificarse en tres tipos:

A) El ADN nuclear: está contenido en cada célula del cuerpo.

Se hereda a partes iguales del padre y de la madre. Si estuviera en buen estado -cosa que es difícil después de tantos siglos-, Colón debía compartir una mitad de los genes con su hermano y otra mitad con su hijo.

B) Cromosoma «Y»: es una parte del ADN nuclear. Tampoco se conserva bien. Si se conserva algo, sería muy interesante, ya que el cromosoma «Y» se transmite sólo desde el padre (no de la madre) a los hijos varones y sin mezclas. Por tanto, si los huesos de Colón son de verdad suyos, su cromosoma «Y» será igual que el de su hermano (si es hermano natural) y que el de su hijo (que sí que lo es).

C) ADN mitocondrial: tiene la ventaja de que es mucho más abundante (por cada copia de ADN nuclear hay entre 1.000 y 10.000 copias de ADN mitocondrial), por lo que resulta mucho más fácil recuperarlo en buen estado. Ahora bien, el ADN mitocondrial es el reverso sexual del cromosoma «Y»: sólo lo transmiten las madres a los hijos (e hijas). En este caso, el hijo Hernando no sirve. El hermano, sí (siempre que sean hermanos de la misma madre). En este caso, el ADN mitocondrial de Cristóbal y el de Diego, su hermano, serán idénticos. Esta es una baza importante.

Para tener seguridades en una prueba de ADN, hay que partir de algunos hechos y pruebas fiables, como, por ejemplo, la seguridad que aportan los restos de algunos miembros de la familia directa.

Es decir, será determinante el cromosoma «Y», ya que este sólo se transmite desde el padre (no desde la madre) a los hijos varones y sin mezclas. Por ello, se acude a algunos miembros varones de la familia Colón que ofrezcan garantías. Se reconoce sin problemas que los restos de Diego Colón, hermano menor del descubridor, están bien documentados: murió el 21 de febrero de 1515 en Sevilla y fue enterrado en el monasterio cartujo de las Cuevas de Sevilla y -que sepamos- nunca salió de ahí. Igualmente conocemos -incluso mejor- que don Hernando Colón, hijo natural del primer Almirante, nacido en Córdoba, fruto de los amores entre el Almirante y Beatriz Enríquez de Arana, fue enterrado en el trascoro de la catedral de Sevilla y no se le ha movido de ahí desde 1539 en que fue depositado. Por tanto, ya tenemos dos puntos de referencia muy fiables. En conclusión, si los restos del descubridor son los auténticos de don Cristóbal Colón, su cromosoma «Y» deberá ser idéntico al de su hermano y al de su hijo.

Los primeros restos en exhumarse de la capilla de Santa Ana del monasterio cartujo de las Cuevas de Sevilla fueron los de Diego Colón, el hermano del descubridor, en septiembre de 2002. Meses después, el día 2 de junio de 2003, por la tarde, en medio de una gran expectación y con el hecho convertido en noticia mundial, ante docenas de periodistas, representantes eclesiásticos, descendientes del descubridor, operarios y vigilantes de todo tipo, comenzó el acto de exhumación de los restos colombinos de la catedral de Sevilla.

Tras utilizar las tres llaves que cierran la urna donde reposan los huesos de don Cristóbal Colón en la catedral de Sevilla, que llevaron a cabo los hermanos Anunciada y Jaime Colón de Carvajal, descendientes del primer Almirante, y envuelto el hecho en una gran carga de simbolismo, el equipo científico encabezado por el profesor JOSÉ ANTONIO LORENTE exhumó los restos de Cristóbal Colón y los de su hijo Hernando Colón de sus tumbas en la catedral de Sevilla con el fin de realizar una prueba genética de ADN” (Luis Arranz Márquez, “Cristobal Colón: Misterio y grandeza”, Marcial Pons Historia, 2006, p. 371).

Y allí, efectivamente, están los restos del descubridor. “Porque aunque hubo dudas de si los restos correspondían o no a Cristóbal Colón (…), en 2006 el estudio del ADN confirmó que sí, que aquellos huesos eran los del almirante. Eso sí, lo que se guarda en Sevilla no llega al 15% de la totalidad del esqueleto” (Chema Lizarralde, “La agitada ‘vida en muerte’ de Cristóbal Colón: los restos del almirante han dado muchos tumbos desde 1506”, en 20minutos.es (9-4-2022).

En efecto, científicos españoles de la Universidad de Granada, mediante la comprobación del ADN, han dado por auténticos los escasos restos colombinos existentes en el arca-custodia de la catedral de Sevilla” (Manuel Fernández Álvarez, “La gran aventura de Cristóbal Colón”, Espasa, 2006, p. 332).

Palabras finales

“Aunque fracasó en su idea original de abrir una nueva ruta comercial entre Europa y Asia, abrió algo más importante: un «Nuevo Mundo» que, en los años siguientes, sería explorado por navegantes, misioneros y soldados de España y Portugal, incorporando un vasto territorio a la civilización occidental y modificando profundamente las condiciones políticas y económicas del Viejo Continente” (Cristóbal Colón, La enciclopedia biográfica en línea, biografiasyvidas.com).

“Con su hazaña Colón abrió la puerta para la gran obra evangelizadora y cultural de España en América, empezando por la fundación de la primera ciudad, Santo Domingo, que se haría bajo sus auspicios. Una ciudad donde en su catedral, de fachada renacentista, campea el águila bicéfala de Carlos V, y que sería con la que se iniciaría un rosario fantástico de otras hermosísimas ciudades hispanas alzadas a lo largo y ancho de las Américas: La Habana, Veracruz, Guadalajara, México, Cartagena de Indias, Santa Fe de Bogotá, Lima, Asunción, Montevideo, Santiago de Chile, Buenos Aires…

De este modo se fue incorporando América a la cultura cristiana y occidental.

Cierto que, como en otras grandes conquistas -la de Roma por ejemplo-, hubo violencia y hubo sufrimiento; pero, todo sumado, quedó al menos un hermoso legado para todos los que habitan entre Río Grande y la Patagonia: la lengua. Y, con ella, las bases para la unidad de un gran pueblo: el hispanoamericano.

Y, de ese modo, hasta el gran poeta chileno PABLO NERUDA, en su Canto General, en el que tan sin medida critica la conquista realizada por España, al fin reconoce en los versos finales la grandeza de su obra:

“Un vuelo

de palomar salió de la pintura

con arrebol y azul marino.

y las lenguas del hombre se juntaron

en la primera ira, antes del canto.

así, con el sangriento

titán de piedra,

halcón encarnizado,

no sólo llegó sangre, sino trigo».

Para concluir Neruda con este precioso verso final:

“La luz vino a pesar de los puñales».

Que esa fue la luz que trajo España a las Américas».

(Manuel Fernández Álvarez, La Gran Aventura de Cristóbal Colón, Espasa, 2006, ps. 335-336).

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