En mi reciente metropolitano paso por la FACSO de la Universidad de Chile, me recuerdo presentándome así: “soy tarapaqueño, y soy Chino en La Tirana”. Más allá de las razones de mi temprana pertenencia, de todos los tradicionales bailes religiosos de La Tirana, sin duda el baile Chino es quién más desconocimiento y nebulosas reviste. Y esto ha de ser por su centenaria tradición que se manifiesta en la cadencia de su música y baile, o por su confundido origen vinculado con Asia, o incluso con la errónea traducción del concepto ‘Chino’ desde el quechua como ‘servidor’. Todo ello ha aportado a crear un relato que ha sido utilizado por los otros bailes para poner en cuestión la calidad de escoltas de la imagen ‘peregrina’ del santuario de La Tirana. Construyamos un poco de memoria.
Los bailes de Chinos son agrupaciones de músicos danzantes que veneran a algún personaje del panteón católico, y que se desarrollaron inicialmente en los centros de explotación minera en la Región de Coquimbo en el siglo XVI. De ahí el trozo de cuero utilizado sobre las asentaderas, que se suele llamar ‘culera’: este implemento era utilizado tanto como protección de los muslos en las faenas encuclilladas, como en el transporte del mineral hasta las superficies de beneficio. Al compás de pequeños tambores, soplan unas ‘flautas’ -que pueden ser de caña, de madera o incluso de PVC- y que tienen antecedentes prehispánicos. Sobre su música y danza mucho se ha escrito, pero debido a su antigüedad es poco lo que se puede asegurar. Sin embargo, el canto de los Chinos funciona como una oración, donde los con mayor trayectoria en el baile guían y motivan versos hacia la Chinita, y el resto de la hermandad responde como un solo cuerpo místico.
Otro aspecto que vale la pena esclarecer es el supuesto vínculo del baile Chino con la cultura asiática. En más de una ocasión he escuchado que el baile recibe este nombre por los esclavos chinos traídos a las covaderas del litoral para la explotación del guano, incluso antes del auge salitrero. Esto llegó a ser una certeza que se veía plasmada en los trajes y demás indumentarias del baile en los 80’s y 90’s: pañuelos bordados o pintados con pagodas, geishas o dragones, así como también líneas verticales y horizontales que emulaban la caligrafía mandarina. Este proceso vio su esplendor durante la instalación de ZOFRI, debido al mayor contacto propiciado con las importaciones chinas, además de cinematografía protagonizada por Bruce Lee o Jackie Chan. Incluso, en algún momento escuché que nuestros pasos eran emulaciones de artes marciales asiáticas, por las flexiones y elongaciones en la performance.
No obstante, el concepto de Chino que se vincula al baile está asociado al utilizado por la élite chilena durante el siglo XIX para referirse a la población de origen indomestizo. Como un ejercicio de agrupar a esos ‘otros’ que incomodaban por estar fuera de lo deseable, por su figura, su color y sus palabras, se les denomina Chinos, los hijos de las chinas: mujeres indias y mestizas que se dedicaban a labores domésticas en las haciendas. Los Chinos no son ni indios, ni mulatos, ni sambos, ni criollos: son portavoces de todo ello, resistiendo a clasificaciones e interpretaciones que los encasillen. Por lo tanto, ¿Chino significa servidor en quechua? No, ya que no existe ninguna palabra o concepto en el quechua que lo vincule a ello. Pero históricamente, la palabra ‘chino’ se ha asociado a la servidumbre y, a través de esto, a la cultura indomestiza.
Estos antecedentes aún no son suficientes para entender el motivo de por qué los Chinos son los escoltas en La Tirana. Para ello debemos preguntarnos cuándo y cómo llega este baile a la fiesta en La Tirana, y esto nos remonta al momento en que el salitre comienza a reemplazar al guano costero, y con ello al comienzo de la Guerra del Pacífico (1879-1883). Bajo la administración peruana de las actuales regiones de Arica y Parinacota, y Tarapacá, el gobierno de turno solicita al vecino país Chile que pudiese facilitar mano de obra para habilitar los prolíferos y extensos ramales ferroviarios que comunicarían y movilizarían la fuerte explotación salitrera. Ello implicó principalmente el arribo de operarios desde las actuales Regiones de Copiapó y Coquimbo, trayendo con ellos la tradición de los bailes Chinos hasta la pampa. Instalados en la cosmopolita ‘sociedad del salitre’, los chilenos se harían parte del efervescente escenario social y cultural, entre los cuales, uno de los más importantes, era la religión popular. Invitados a La Tirana, cuenta la tradición oral que se les dio el privilegio de escoltar la procesión, y lo hacían con dos banderas chilenas flanqueándola gallardamente.
Cuando estalla la guerra del salitre, no hay registros de la realización de la fiesta, pero sí de que la construcción de la actual iglesia en el pueblo se culmina al cesar las jornadas del Pacífico. Un dato muy hermoso lo hallamos en la persona de don Víctor Silva Rodríguez, quien fue hijo de un soldado enrolado en la Guerra del Pacífico y que, tras terminado el enfrentamiento bélico, se queda en estas tierras donde se casa con una tarapaqueña, con quien formaría su familia. El viejito Silva -como todos lo conocemos- fue caporal y posteriormente cacique de nuestro baile. El asta de su bandera aún es preservada por la familia, precisamente en la persona de una de sus hijas, quien se casaría después con “El Manicero”, quien perteneció al baile Chunchos y, después de una experiencia con la diablada orureña, fundarían junto a Gregorio Órdenes -papá del primer obispo iquiqueño- la Primera Diablada de Chile en 1950.
Por eso, cuando vestimos de Chinos, nuestro traje va engalanado con símbolos y motivos patrios: la cinta tricolor, algunos escudos nacionales, o incluso la estructura del canto en versos octosilábicos al estilo del canto a lo divino, presente en la ruralidad de los valles y campos del Chile atacameño y coquimbano. Estos símbolos refuerzan el dispositivo chilenizante desplegado por el Estado chileno tras la Guerra del Pacífico, pero también pueden ser leídos como la construcción de una nueva identidad tarapaqueña que estará enriquecida con elementos tan heteróclitos como la vida pampina misma, como lo son los pompones de lana, la presencia de un barroco artístico propios del mundo andino en trajes y estandartes, o algunos conceptos como kamanchaca o Pachamama en nuestros cantos.
En fin, desde su formalización el 8 de septiembre de 1908, en el pueblo Alto de San Antonio, el baile Chino ha sido un elemento muy importante en la construcción de la historia del Norte Grande y del país. Es muy probable que, debido al lugar de su fundación, muchos Chinos hayan participado en el movimiento obrero que llevaría a ese fatídico 7 de diciembre en 1907. Y así como el viejito Silva, tantos otros hayan sido hijos del enrolamiento. El baile Chino no es el primer baile que se funda de La Tirana, pero sí es el baile vigente más antiguo que asiste a la fiesta, y esto le significó que en 1986 la diócesis de Iquique le otorgara el privilegio de ser los escoltas y custodios de la imagen durante todo acto donde se trasladara. No hay mejor manera de cerrar estas líneas con el último canto que declama el cacique en la nostálgica retirada de fiesta: “Denle rajido a esa flauta / Denle golpe a ese tambor / Que yo batiré mi bandera / Si el Señor me da valor”.
José Ojeda Iter
Sociólogo. Unap.