La Coruña. «Garrido, que ya había ocupado su puesto de barretero en La Coruña, se asombraba de esa especie de sexto sentido de sus compañeros. Porque su falta de cultura, de conocimientos, de educación, no les impedía razonar con meridiana claridad sobre los males de Chile…» (Los Pampinos. Luis González Zenteno, 1956: 220).
«La estoy guaneando». «Se levantó con dificultas, apoyándose en el muro y se abrazó a su mujer.
-Este niño es suyo –el mocoso gimoteaba. –Usted tenía un hijo más lindo que el sol y se lo mataron; ahora, lo recupera. ¡Bravo! –oprimió la barbilla del peneca con sus dedos toscos y sucios, y le dió un beso estrepitoso en el cuello regordete y moreno-. ¡Nanito! ¡Esta es su mamá! ¡Su única mamá! ¿Good Bye! –y le tironeó la nariz.
El niño soltó un berrido.
-No, si no –rectificó-. Voy a acostarme. La estoy guaneando. Necesito echar un sueño –y andando igual que un zancudo, al que le molestaban sus largas patas, se introdujo en el dormitorio, y se dejó caer en el lecho. A los pocos segundos, atronaron sus ronquidos.
De esta manera volvió a ser el amo del hogar…» (Caliche. Luis González Zenteno, 1954: 294).
La Tirana. «Dos espectáculos atrajeron por esos días la curiosidad pública: la apertura del Rancho de los Cesantes, ubicados en Serrano con Anibal Pinto, en unas viejas bodegas desocupadas en Duncan Fox y Cía., y la preparación de las fiestas religiosas de La Tirana, que volcaba en las calles tropeles de devotos chunchos» (Los Pampinos. Luis González Zenteno, 1956: 123).
Leonor Túmbez (Personaje de la novela). «Así fue modificándose a lo largo de los años la mentalidad de Leonor Túmbez. Fumando, pensando, leyendo y hablando, entro paso a paso en el predio de las ideas, un predio con rientes arroyuelos, flores, árboles y frutos maduros y jugosos. Las ideas nutrían el cuerpo con sus sabrosas pulpas. ¡Qué singular! ¿Y los bosques enmarañados? ¿Y los cerros escarpados? ¿Y las serpientes enfurecidas? ¿Y los arbustos espinosos? Obstáculos naturales propios de la vida, que servían para probar la firmeza de las convicciones» (Los Pampinos. Luis González Zenteno, 1956: 81).
Liga Patriótica. «-¿No es ésa la entonación del Canto de la Pampa? –indagó Recabarren.
-La misma, la misma.
-¡Qué hermosos versos –exclamó Arenas.
-Muy bellos, sí. Como le decía, nuestra tarea es muy dura.
Desde luego, hay que impedir por todos los medios que la Liga Patriótica entre en funciones.
El Boca de Jugo le dio un puntapié a Garrido por debajo de la mesa» (Los Pampinos. Luis González Zenteno, 1956: 23).
Luma. «…Don Patria estuvo varios días enfermo, y, lo que es más grave, perdió su querida pata de palo, fiel compañera de casi medio siglo.
-No podré hallar otra mejor misiá Chepita, no podré hallar otra mejor. Hecha de luma, creo que hasta vida propia tenía a mi lado. Debe haber sufrido mucho cuando la trituró la volanta.
-Consuélese, que no perdió la pierna sana. Ahí si que habría quedado bonito.” (Caliche. Luis González Zenteno, 1954: 228).
Llavero. «Con moroso cariño de pampina que vivió años ausente, la joven redescubre imágenes. Los flancos de los cachuchos que han dado fin a su conocimiento sueltan chorros a su chullador. Hay aquí, sondando esta otra caja de acero, un hombre: aprecia cuándo han asentado bien las borras, y luego abre otras llaves, y lanza los caldos a correr por sus canales, entre marcos, puentes y pasarelas. Canaleros y llaveros vigilan las corrientes, abren grifos, o los cierran si una batea se llenó y puede ya cumplir su destino de enfriar el líquido saturado y cristalizar el oro blanco» (Tamarugal. Eduardo Barrios, 1944: 98).