El Cementerio N° 1 de Iquique, inaugurado en 1890, actualmente es un lugar insigne de la historia y del patrimonio cultural de la ciudad de Iquique.
En sus dependencias es posible hallar grandes mausoleos de familias y colonias extranjeras, de las distintas sociedades mutualistas, los restos de los veteranos del 79, trabajadores que murieron en la Matanza en la Escuela Santa María y combatientes de la Guerra del Pacífico, y también la tumba honoraria de Arturo Prat.
Recorrerlo, es cruzar miradas estéticas e históricas. Se conjugan iconos, símbolos, mensajes y nombres escritos en inglés, chino, alemán, francés y otros idiomas. Esto último, testimonio de que la multiculturalidad ha sido siempre parte de esta ciudad.
En un recorrido que realizamos con el equipo de Tarapacá en el Mundo al cementerio, me dediqué a registrar cada una de las lápidas donde encontraba algún tipo de inscripción que denotara una firma o autoría.
Curiosidad por saber quiénes habían sido sus artífices, saber sus nombres y su historia.
El resultado inicial de este primer recorrido fue la identificación de 11 firmas distintas, a saber: C. Travo, E. Tucaso, J. Bettelini, M. Rossini, Jaramillo, Alfredo Le-Blanc, Gerli, A. Ehrlich, Leoncio Gamarra, Pedro Oliva y Becerra Hnos.
Las lápidas que tenían este tipo de inscripción datan de 1899 a 1966. De estilos diversos, las hay de corte clásico, y algunas que representan la sencillez y lo contemporáneo de la época.
Por ejemplo, una de las lápidas de J. Bettelini, representa una estética clásica adornada con columnas y cornisa romanas. En general, abundan las iconografías florales, las cruces, los ángeles custodios. Además de la Virgen y Jesucristo, y el Espíritu Santo representado por la paloma.
Ser marmolero se alza como un oficio de renombre hoy casi extinto. Las lápidas son testimonios tangibles de este trabajo a pulso. Y firmarla, es una acto de autentificar—la obra—, de darse a conocer. Tal vez, por eso algunos tallaban solo: “J. Martínez 831” y “S. Aldea 992”. Una manera estratégica de indicar la ubicación de sus talleres.
Por otra parte, una lápida que consideramos importante mencionar, es una ubicada en el mausoleo de la Beneficencia Italiana. Lápida compartida para dos angelitos que fallecieron en 1925 y 1932 respectivamente.
La lápida destaca por la escultura en relieve de fino acabado. En el centro se observa un ángel guardián de alas extendidas que abraza los rostros esculpidos de ambos infantes. Lo interesante también, es la frase que los acompaña: “Raptus est ne malita mutaret intellectum ejus” y que traducido del latín significa: “Él ha sido tomado, por lo que la maldad no puede cambiar su mente»[1]. Siguiendo La Biblia (Sabiduría 4, 2), quiere decir, que han partido tempranamente, pero han sido salvados en cierto modo, de la maldad terrenal que corrompe las mentes humanas.
No obstante, más allá del análisis iconográfico que podamos realizar de la lápida en tanto obra de arte, lo relevante es la firma de autor, identificándose con el nombre de S. Ceppi. Santiago. Información precisa para dar con el paradero de una importante marmolería suiza que se instaló en la ciudad de Santiago a principios del siglo XX.
Se dice que, fue la primera empresa suiza en Santiago de la cual se tiene antecedentes. Compañía de Juan Ceppi y hermanos, en específico, un negocio de mármoles y materiales de construcción fundada por Benedetto Rossetti en 1852, que pasó después a manos de sus sobrinos, los hermanos Juan, Santiago (quien firma) y Hermenegildo Ceppi Rossetti.
Justamente, una de las áreas importantes del trabajo de esta marmolería era la construcción de mausoleos y sepulturas, proveyendo desde las simples lápidas hasta las grandes obras de las familias adineradas.
Aparte de las lápidas, encontramos grandes mausoleos. Uno de los más sobresalientes, aunque hoy se encuentra en condiciones lamentables, es el Mausoleo de la familia Pascal ubicado en el pasaje Agua Santa. En una de las esquinas inferiores de la construcción, de manera clara aparece inscrito Prof. Luigi Orego, Scultore. Genova, 1904, a quien debemos indagar mucho más.
Ahora bien, de todas las lápidas y mausoleos existentes en el Cementerio N° 1, solo unas pocas presentan estas inscripciones, transformándose así, en las pistas del camino que hay que seguir para escribir su historia.
Reconocer a sus autores y reivindicarlos como artistas, es una tarea de investigación más larga. Exponer hoy sus nombres, es un primer avance, en el que damos cuenta de una parte de la historia de Iquique no estudiada. Es parte también, como Tarapacá en el Mundo, de difundir y poner en valor el oficio del marmolero, de lo intangible radicado en sus conocimientos, de la capacidad creadora, de su talento escultor.
Constanza Cáceres Ayala
Historiadora del Arte
Editora de contenido
Tarapacá en el Mundo
www.tarapacaenelmundo.com
[1] Traducción de Dr. Félix Henke, Filólogo alemán