Patrimonio y Cementerio Nº 1
Bernardo Guerrero J.
La valoración del patrimonio cultural, ya sea tangible e intangible, es un hecho que cada vez encuentra más adeptos y defensores. Es más, desde los organismos internacionales, gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, entre tantas otras, se hacen esfuerzos por su preservación y revitalización. Cada ciudad o nación trata de establecer sus puntos de referencias que lo distinga de otras regiones o localidades. Todo ello además en el hecho de que el turismo, demanda cada vez más, por una oferta más sofisticada, a la hora de elegir cualquier destino. Lo anterior en relación con los vínculos que hay que establecer entre activos culturales y activos económicos. De hecho, la declaración de Patrimonio de la Humanidad de las oficinas Humberstone y Santa laura, hay que verla en esta perspectiva.
El desarrollo de las ciudades está estrechamente ligado a la instalación de plaza públicas, iglesias y cementerios, entre otras materialidades. Los cementerios representan una faceta de la vida urbana que, en muchos de los casos, se tendía a olvidar o a ignorar. Afortunadamente esto ha empezado a cambiar. Todo ello a pesar, que la cultura popular, sobre todo en América Latina, y en relación directa a su concepción de la vida y de la muerte, ha desarrollado una intensa vida social en torno a estos espacios. Iquique no ha sido la excepción. Celebrar la Navidad, el Año Nuevo, los cumpleaños, son cosas habituales en nuestros recintos.
El rescate patrimonial de los cementerios sigue una lógica instaurada desde Europa que señala como en estos espacios es posible encontrar huellas, voces, y estilos que hablan de lo que fue, en un momento determinado, la ciudad y su gente. Sistemas de creencias relativas a la concepción de la vida y de la muerte, estilos arquitectónicos que dan cuenta de las tendencias de cada época, ocupación de los espacios como prolongación de la vida, etc., permiten narrar a través de los cementerios como fue la vida en un momento determinado.
En el caso de Iquique la cuestión es más que evidente. En ambos cementerios el 1 y 3, es posible reconstruir a través de sus mausoleos, bóvedas, nichos, etc., lo que la ciudad que se empezó a construir desde los tiempos de la explotación del salitre. Es decir, desde fines del siglo XIX.
El cementerio, en este caso el Nº 1, puede ser visto como un espacio educativo para que las nuevas generaciones observen, a través de la ocupación de estos espacios, de cómo se daba la vida en esos años.
La multiculturalidad de la ciudad se expresa en este recinto. Y aún más el pluralismo de Iquique, en lo que se refiere a las diversas denominaciones culturales y religiones (masonería, protestantismo, catolicismo), étnica (chinos, croatas, europeos, serbios, etc.), de género (sociedades de mujeres) y de clases sociales (Sociedad Gran Unión Marítima, etc), están bien representados en el camposanto de la calle 21 de mayo.
De hecho, la ciudad no se puede entender sin su componente multicultural. Esta es una de las fortalezas de Iquique que no se le ha sabido sacar el provecho que posee. Una ciudad multicultural en un mundo globalizado se hace más interesante para el ojo y percepción de quienes nos visitan.
Los diversos estilos arquitectónicos que pueblan este lugar expresan también el argumento anterior. Se trata de una arquitectura moderna, que arriba al puerto y se plasma en el modo en que los vivos ofrendan y tributan la memoria de los muertos. La presencia del mármol, del pino Oregón, en diálogo a veces y en otras no, son los dominantes. Pero como a la cultura es vida y dinámica, el cementerio va recibiendo diversos estilos que se mezclan. La influencia de la Zofri, a través de la cerámica y el aluminio se deja sentir.
Fiel al desarrollo urbano de fines del siglo XIX y comienzos del XX, el Cementerio se construye como una especie de frontera nororiente de la ciudad. Y su alrededor se levantan poblaciones populares como Plaza Arica, y luego en los años 60, la San Carlos y otras. Hablamos de un tejido social popular que además vive la muerte de un modo diferente a lo que hacen otros grupos de la ciudad.
Si ubicamos al Cementerio 1 en su contexto macro urbano, tenemos que actúa como un hito que, por el lado norte, hacia la San Carlos, participa como actor en la celebración de San Lorenzo Chico, y en el caso de la Tirana Chica, y el 12 de octubre, la despedida de los bailes religiosos que van a La Tirana, se comporta del mismo modo. Su majestuosa presencia es la de un protagonista que permite el diálogo entre la vida y la muerte. Una especia de cortina que permite que sus muros delimiten una cierta zona.
De hecho, un si se toma como camino la calle San Martín hacia el cementerio, se pasa por la iglesia de la Plaza Arica y se “choca” con el Cementerio. Al lado por la calle Bolívar la animita del Finao San Martín también actúa como centro de devoción popular.
Para los antiguos habitantes de este sector la relación que se posee con el Cementerio es una relación de aprecio y de identidad. La mayoría de los que allí viven tienen a sus deudos en ese lugar. El desplazamiento ocurre cada domingo y sobre todo el 1 de noviembre, para visitar a sus parientes y amigos.
Sin embargo, con los cambios demográficos ocurridos en la ciudad, este lugar no da abasto para recibir más difuntos. El resto de la población ha migrado hacia el 3 o bien hacia el cementerio privado. Una de las consecuencias de esta situación, es que las poblaciones adyacentes al 1, ya no tienen el mismo aprecio que sus antepasados tenían. En estos mismos lugares, ha habido también un recambio de la población. Migrantes tanto nacionales como extranjeros, no tienen por que sentir aprecio y menos identidad con ese lugar. Su historia no está allí. Pero se les puede enseñar a valorarlo.
A ello hay que sumarle la vulnerabilidad social que tienen estos barrios. Tráfico y consumo de dogas, consumo de alcohol, violencia intrafamiliar, hace que y eso lo narra la prensa, que el Cementerio se convierta en una especie de cuartel de jóvenes drogadictos que no trepidan en robar piezas para venderlas o bien en rayar con grafitis las paredes. O bien solamente para consumir drogas y alcohol, lejos de la mirada de la población.
Reconociendo el valor histórico de este lugar hay que complementar su acción con una campaña que convenza a los habitantes del territorio que estamos frente a un pedazo importante da la historia de Iquique. En esta labor deben ayudar los establecimientos educacionales para que programen en sus clases esta realidad, y además para que hagan visitas guiadas.
Lo anterior traerá como consecuencia instalar un plus valor al barrio norte de la ciudad. Un sitio de patrimonio histórica u otra denominación que posea, servirá para aumentar la identidad y orgullo por el barrio. Pero para ello hay que actuar con una noción de totalidad. Es decir, incluir al cementerio como parte del barrio.
Incorporar al barrio a una política de revitalización del Cementerio 1 es clave. El barrio a través de sus estructuras sociales vivas: clubes deportivos, bailes religiosos, juntas de vecinos, deben entender que este espacio es parte de su territorio. Y por lo mismo asumir un compromiso activo con su cuidado y defensa.