En la pálida arena todavía asombrada,
sobre el lomo mojado de la rada de Iquique,
suena al flanco del viento la palabra «Esmeralda»
y la estampa de Prat sobre el pecho de Chile.
En la ola del norte el cañón de Riquelme
aún sigue sonando con descargas de gloria.
Desde el fondo del mar los capitanes vuelven
para drizar el nuevo velamen de la historia.
Pacífico velamen, fragata con destino;
del fuego y del combate surgen las horas nuevas;
de las viejas heridas arrancan los caminos
abiertos como manos de la patria en faena.
Con niños y maestros, con fábricas y obreros,
con minas y con hombres, con mujeres que sueñan,
con poetas que amasan -celestes harineros-
el pan de la esperanza en la artesa de América.
Olas que empavesaron el corazón de Chile,
sois espumas y sois sangre de hombres y banderas,
maestras de heroísmo floreciendo en Iquique
y subiendo en el tiempo como una enredadera.
¡Honores de Almirante! decretan los recuerdos,
y el viejo mar se cuadra solo sobre sus olas glaucas,
porque la vida llega del fondo de los muertos
y es la tumba de Iquique una tumba que canta.
Y sus salobres olas son blancas y bermejas,
son olas tricolores, porque ¡ay! se retiñeron
en la guerra de antaño con las puras banderas
de los dos comandantes que muriendo nacieron.
¡Oh, la escuadra fantasma de los dos capitanes!
Empavesad las almas con trozos de luceros,
porque yo los he visto, más allá de la tarde,
revistando «caliches» por los mares del cielo.
Autor: Manuel Gandarillas
Tomado de Revista «En Viaje». Mayo de 1963. p.15.