Comuna: Huara – Cantón Huara
Coordenadas UTM: 422301 m E – 7779149 m S – 19K
Altura: 1152 m.s.n.m.
Cómo llegar: En vehiculo particular acceder desde la Panamericana Norte camino a Huara.
Tipo de vehículo: Cualquier tipo de vehiculo
Uso: Ruinas
Reseña Histórica:
Fue una de las salitreras más importantes de la región y una de las que trabajó durante la administración de la Cosach, debido a mejoras tecnológicas que se le realizaron. Debido a que formaba parte del Cantón Huara, se puede señalar, desde una perspectiva industrial, que pertenece al periodo chileno de la explotación del salitre en Tarapacá.
Estado general de conservación:
En el sitio se evidencian vestigios de dos plantas industriales. Producto de su proceso de desarrollo histórico industrial, las ruinas presentan alteraciones generadas por agentes de presión externos como faenas mineras y turismo descontrolado; en tanto que los vestigios materiales muestran daños severos y generalizados en el componente material y constructivo. Tiene un alto riesgo de pérdida de los elementos de interés cultural.
Fuente: Diagnóstico del patrimonio salitrero de la Provincia del Tamarugal, http://www.museodelsalitre.cl
Oficina Mapocho
Semana del Salitre
Inició su elaboración a comienzo del presente siglo, por la Empresa de Santiago Nitrate Company: En 1933 fue modernizada por la COSACH y paralizó el 31 de diciembre de 1950. Durante su existencia fue centro productor importante.
Su gente organizada en un Centro Mapochino en Iquique desarrolla una vasta labor social. A través de su rama femenina se ha querido recordar a la mujer pampina que en la historia salitrera siempre estuvo presente, luchando junto a los suyos en cada rincón y en cada momento con su intuición de madre, esposa o novia. Entregó su esfuerzo abnegado para hacer más llevadera la vida en los campamentos salitreros. Logró superar la inestabilidad de no tener casa propia, pues, éstas pertenecían a la empresa, a su vez, les estaba vedado recorrer sectores donde vivían obreros solteros (era mal visto), no existían muchos trabajos donde pudieran desempeñarse; la palabra ahorro era muy distante, por eso toda su preocupación se concentró en la crianza de sus hijos a quienes dio en heladas noches de camanchaca el calor que cobijó de los veranos pampinos.
En la ex Oficina Mapocho muchas nacieron o llegaron siendo niñas, para después casarse y tener descendencia. Es el caso de Ruperta Valdivia Gómez, 43 años, casada con Guillermo Morales, pampino como ella, 10 hijos, 21 nietos, quien recuerda a su padre, un derripiador fornido y justo. Su madre tenía cantina con 58 pensionistas, ella y sus hermanos le ayudaban en las compras y en la preparación de la comida. Cuando se le consulta a qué atribuía que se comiera tan abundantemente en aquellos tiempos, manifiesta que era la única forma de responder en los trabajos tan rudos. Recuerda también, que las casas de la población no tenían servicios higiénicos y el agua se vendía en carretas, a 10 centavos el tarro.
La oficina no tenía cementerio, sus muertos se enterraban en Huara.
Gladys Rodríguez de Vergara, por su parte, llegó a Mapocho procedente de Bellavista, trabajó en biblioteca, hospital y bienestar donde conoció a su esposo, Pedro Vergara Flores.
Desde niña le hizo frente a la vida, perdió a su madre cuando recién se empinaba en los cinco años de edad, recuerda que su sueldo mensual era de $12,40. Siente gran cariño por todas las cosas pampinas, conoció las revistas El Peneca, Billiken, Zigzag, Fausto, Ecran, Para ti, Topaze; en día Despertar.
Los domingos en la tarde se bailaba en la plaza con la retreta de la banda que dirigía Mateo Bacián. Allí no existía diferencia social, todos eran amigos, la juventud también participaba en obras teatrales y en veladas, que comúnmente se realizaban en el sindicato o teatro.
Las hermanas Elsa y Carmen Ceballos Drago componían una familia de 10 hermanos, vivieron en Mapocho de 1930 y 1940. Elsa tiene 3 hijos y 6 nietos; su hermana Carmen 4 hijos, 11 nietos y un bisnieto, recuerda a su esposo, pololo en esos años, iba de Humberstone a visitarla en un destartalado folleque, vehículo en el cual fueron a casarse después al pueblo de Huara. Lamentablemente se descompuso a medio camino por lo que tuvieron que hacer el trayecto a pie, con traje de novia y todo. Al entrar al pueblo, no faltó el huarino que dijo: “Mira, o son gringos o es una manda que están pagando”.
De las familias numerosas mapochinas, recuerdan a los Morales, Arredondo, Postigo, Gallardo, Tolmo y González.
De las fiestas primaverales y sus reinas a Isabel Palacios, Lía Muñoz, Mara Volaric, y Lily Valdés. Uno de los carros alegóricos más bonitos fue la Pagoda China, llamada Mapo-Chin.
Ana Díaz Urquieta, vivió en Mapocho en 1934 a 1946, 3 de sus 4 hijos nacieron en Mapocho, trabajó de libretera con Ruth Martínez Robledo, también fue boletera en el teatro con el administrador Marcelino Véliz, que hacía sonar un timbre o tocaba la marcha para anunciar que la película iba a comenzar; la gente fumaba cigarrillos, 43; Gangas, América, Faro, Julepe, Baracoa, Premier Ambré, Turf, Opera, Jockey Club y tantos otros. De las góndolas que llegaban a la oficina, señala que no sólo las conocía sino que viajó en el Dominó, La Fresia Lucila, El Zorzal Criollo, El Rápido, El Embajador, El Limón, El Mensajero, El Pájaro Azul, El Carta Brava y tantos otros.
Comenta, también, que en Mapocho existía un estadio de boxeo, donde se hacían peleas todos los fines de semana.
Los niños que se portaban mal o los pillaban bañándose en los estanques del agua dulce, eran encerrados en unos cuartuchos llamados Pulgueros, hasta que venían los Carabineros del campamento La Santiago, para implantar un orden, ya que aquí no había cuartel, pero no pasaba más allá de ser un correctivo, porque todos nos conocíamos y existía cierto grado de amistad y camaradería.
En resumidas cuentas Oficina Mapocho es un baúl lleno de recuerdos, porque cuando se le pregunta a José Cordero, Bernardo Zamora y Pedro Vergara Flores la opinión de sus nietos cuando los escuchan conversar de la forma cómo jugaban los niños en la pampa, coincidieron filosóficamente en reconocer que para los niños de hoy, ellos se quedaron en el tiempo, la razón es simple, porque ya no se juega al paso librado, al hachita y cuarta, o a la rueda con gancho, menos al camión o a la máquina confeccionada con tarros vacíos de conservas, y el ruborizonte corre el anillo, cuya sentencia más inquietante era aquella que obligaba a dejar el rastro de un beso breve en la roja y tersa mejilla de la muchacha elegida. Así fue nuestro mundo de niños que se contrapone con la época actual donde los hombres buscan incansables nuevos mundos en el espacio.
Aquí abajo observamos a los niños alucinados con la magia de la televisión que muestra Rambos y héroes invencibles en una eximia muestra de tramas donde chorrea sangre y desfilan criminales violencia, donde la vida y la muerte son poco menos que fichas despreciables y las malas pasiones algo así como estimulantes, sabios para conseguir halagos y dinero fácil en este orden de cosas. Los niños de hoy tienen razón al dudar de la ingenuidad de nuestros tiempos.
Hugo Barraza Jofre. La Estrella de Iquique, 21 de noviembre de 1994, página 2