Se denominan ciclos económicos o ciclos comerciales o fluctuaciones cíclicas de la actividad económica a las oscilaciones recurrentes de la economía en las que una fase de expansión va seguida de otra de contracción, seguida a su vez de expansión y así sucesivamente. La contracción genera como resultado una crisis económica que afecta en forma negativa la economía de millones de personas.
Chinchorros
Fotografía tomada de: http://www.laderasur.cl/
La particular conexión que tienen los pueblos con sus muertos, es algo que siempre ha llamado la atención de los estudiosos del comportamiento humano. Cada cultura tiene sus propias respuestas frente a la pregunta del porqué la muerte. Bien se sabe que la sociedad humana es la única especie que entierra a sus muertos, desarrolla complejos ritos funerarios y elabora explicaciones acerca de esta experiencia.
El Norte Grande de Chile, aporta a esta realidad a través de lo que se ha dado por llamar Cultura Chinchorro. Grupos de cazadores recolectores que hace 8 mil años antes de Cristo, se asentaron en las costas del norte grande, dejando huellas evidentes de su vida sobre todo en los aspectos materiales. La momificación artificial de los cadáveres, ha sido sin duda alguna, su actividad más conocida. Cada años se encuentran más momias con la marca de estos hombres, mujeres y niños que parecían prepararlos con su mejor equipaje para continuar viviendo.
Un nuevo libro se suma a otros que se han escrito sobre esta interesante cultura. “Cultura Chinchorro. Las momias artificiales más antiguas del mundo”, de la Editorial Universitaria. Bernardo Arriaza, su autor, nos entrega un interesante texto sobre el modo y las formas que tenían los Chinchorro para momificar los cadáveres. Realiza una clasificación de ellas, en base a la complejidad del trabajo realizado, siendo las momias negras, las más sofisticadas tomando en cuenta la tecnología de la época. Le siguen la de color rojo y las vendadas. Posee además este libro abundante ilustraciones y fotografías.
Es un libro que además nos informa sobre el hábitat de este pueblo originario, su dieta alimenticia, sus enfermedades más frecuentes, tipo de utensilios usados para momificar, pescar y cazar. Los Chinchorro fue una cultura con una organización simple, pero con técnicas de momificación compleja, asegura Arriaza. Y eso es relevante, ya que nos indica la existencia de una cosmovisión que a través de estos procedimientos, asegura la continuidad de la vida.
Poco sabemos de los aspectos simbólicos de su vida cotidiana. Los Chinchorro se preocuparon de dejarnos estas momias como una legado a interpretar y como una forma de decirnos estuvimos aquí. Le debemos a la arqueología y a otros disciplinas afines que nos hagan entender estos modos de vida. Le debemos a Bernardo Arriaza, a través de este libro que nos ayude a pensarnos en ese pasado que parece remoto, pero que aun resuena en nuestras costas.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 10 de enero de 2016, página 15
Fuente: Arriaza, Bernardo. Cultura Chinchorro. Las momias artificiales más antiguas del mundo. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2016.Para saber más, documental audiovisual en: http://www.tetrapodo.cl
Ciclo Agroalfarero
Tarapacá: Periodo Pre-Agroalfarero
La presencia del hombre en la zona de Tarapacá según evidencias arqueológicas, data de hace unos 10.000 años (Sanhueza, 1986: 10) y se refiere a grupos de cazadores y recolectores que habitaron, preferentemente, el área andina, por sobre los 3.000 m.s.n.m., ello debido a que las condiciones ambientales les aseguraron la caza de camélidos americanos y cérvidos.
Entre los 4.000 a los 3.000 A.C., se habría producido el poblamiento de la costa. En la medida en que los habitantes de la costa fueron capaces de complementar los recursos marinos con algo de caza terrestre y establecer contactos con los habitantes de la sierra, alcanzaron una mayor capacidad de alimentación lo que generó el aumento de la población.
Por su parte, Moragas plantea que la presencia de conquistadores y colonizadores del litoral data de hace unos 6.000 años, perdurando hasta el siglo XIX (Moragas, 1991: 8). Los habitantes de la costa se movilizaron hacia el interior y a lo largo del litoral perfeccionando la explotación del mar. Entre el 8.000 y el 1.000 A.C., los habitantes costeros, en un proceso transhumántico, crearon los primeros asentamientos humanos. Entre éstos destacan Tiliviche y Aragón (Sanhueza, 1986: 14), sitios ubicados en la pampa del Tamarugal al interior de Pisagua. Ello refleja un óptimo complemento entre los recursos del litoral (pesca-mariscos) con lo del interior (caza-recolección).
En la región andina, la población se mantuvo relativamente estática, pero alrededor del año 3.000 A.C., ante la necesidad de alimentos, estos grupos ensayan la domesticación de plantas y animales y el manejo de la tierra y el agua. Hacia el año 1.000 A.C., se les encuentra ya como productores de alimentos.
En esta época aparecen, de forma incipiente, las primeras rutas que unen el altiplano, los valles y la costa, permitiendo el intercambio de productos y la consecuente complementariedad alimenticia.
Tarapacá: Período Agroalfarero
Se inicia junto con la práctica de la agricultura y la ganadería y se extiende desde el año 1.000 A.C hasta el 1.450 después de Cristo, cuando se produce la conquista incásica.
Esta época se caracteriza por una amplia variedad de plantas cultivadas, como por ejemplo el maní y el maíz en los valles de precordillera. En el altiplano se cultiva la quinoa, papa y oca, mientras que en la costa se emplean especialmente calabaza y maíz.
La presencia de la ganadería también es muy notable. Al parecer el primer animal que se logró domesticar fue la llama, utilizada para la producción de carne y para el transporte. Luego se domesticó la alpaca, de la que se obtiene una muy abundante cantidad de lana.
El patrón de poblamiento en esta etapa se caracteriza por el surgimiento de las primeras aldeas, las que se encuentran dispersas por casi toda la región. La zona de precordillera es el hábitat preferido, o bien las áreas cercanas a la depresión intermedia y en la costa en zonas de desembocadura de las quebradas que llegan al mar.
De esta manera se pueden mencionar en la costa, aldeas que se instalaron en las terrazas costeras cerca de los ríos Lluta, San José, Camarones, Camiña y Loa. En el contacto entre la depresión intermedia y la precordillera se asentaron pueblos en las quebradas de Camarones, Azapa, Camiña, Tarapacá, Vitor y Guatacondo.
Durante este período, hacia el año 800 de nuestra era, se produce la expansión de la cultura Tiwanaku que, desde su cuna a las orillas del lago Titicaca, avanza hacia los territorios actuales de Chile, Perú y noroeste argentino, dejando importantes vestigios de su impacto cultural e influencias de todo orden.
En la medida en que las bandas se sedentarizan y amplían su radio de acción y control económico, aparecen con mayor nitidez los procesos de cultivos, domesticación de animales y explotación permanente de la costa. Ello permite plantear el principio de la verticalidad en la ocupación del espacio y/o economía vertical, consistente en la adaptación del grupo étnico aymara a diversos pisos ecológicos, explotándolos simultáneamente, teniendo en cuenta ritmos y estaciones climáticas.
El punto de asentamiento para la sedentarización parece haber sido la Quebrada de Tarapacá (Van Kessel, 1980), desde donde estas bandas extendieron su organización móvil de la fuerza de trabajo hacia otras zonas de pastoreo y cultivo, adecuado en función de la complementariedad entre pisos ecológicos en base a una red comunicación, transporte y residencia; ocupación que, bajo obvias modificaciones, sigue ocurriendo en la actualidad.
Antes de la conquista incaica, los aymaras de Tarapacá habían articulado su propio patrón económico basado en la complementariedad costa-desierto, precordillera-cordillera asegurando, a través de ella, una estrategia de sobrevivencia variada y completa.
Hacia el año 1450 D.C., se produce la incorporación de estos territorios al imperio Inca. La dominación incaica marca un hito importante en la historia de la ocupación del espacio regional. En esta etapa hay construcción de caminos, puentes, canales de regadío, fortalezas y, en general, obras de gran envergadura que llegan incluso a la zona central de Chile, hasta los márgenes del río Maule.
El dominio inca es de tipo económico y político, no militiar. Ocupan los valles hasta las cabeceras, uniendo las partes bajas con las altas, realizan un gran proceso de articulación de pisos ecológicos que llevó a John Murra a acuñar el concepto «aprovechamiento vertical de un máximo de pisos ecológicos» (Murra, 1975: 60).
Para saber más:
En: Cabello, Gloria & Gallardo, Francisco (2014). Iconos claves del formativo en Tarapacá (Chile): El arte rupestre de Tamentica y su distribución regional.
Revista Chungará vol. 46, Nº1. Universidad de Tarapacá, Arica.
En: Marull, Federico (1969). Historia de la Antigua Provincia de Tarapacá.Santiago, Chile.
En: Murra, John (1975). Formaciones Económicas y Políticas del Mundo Andino. IEP, Lima.
En: Moragas, Cora (1991). «Los antiguos pescadores de la costa iquiqueña».
En: Evolución cultural de la costa y pampa de la pro- vincia de Iquique. Corporación Municipal de Desarrollo Social de Iquique, Iquique.
En: Núñez, Lautaro (1971). La Agricultura Prehistórica en los Andes Meridionales. Editorial Orbe y Universidad del Norte, Santiago.
En: Nuñez,Patricio (1984). La antigua aldea de San Lorenzo de Tarapacá. Norte de Chile. Revista Chugara Nº 13. Universidad de Tarapacá, Arica – Chile
En: Van Kessel, Juan (1980). Holocausto al Progreso. Los aymaras de Tarapacá.Cedla. Amsterdam. Holanda. 1980.
En: Sanhueza, Julio (1986). La presencia del hombre. En Colosos de Iquique. Iquique. En: http://www.uta.cl
El Ciclo del Guano
Cuando se habla de las riquezas de Tarapacá, inmediatamente viene a la memoria la historia del auge y decadencia de la industria del salitre, la que llena ampliamente los anales de esta región. Sin embargo, a menudo se desconoce la importancia que tuvo otra actividad extractiva, como lo fue la explotación del guano, cuyos ricos depósitos se sitúan a lo largo del litoral, al sur de Iquique, donde la naturaleza con gran generosidad dotó aquella zona costera de este valioso recurso para fertilizar los cultivos agrícolas de diferentes países a lo ancho del mundo.
Las guaneras, cuya explotación data desde la Colonia y después de permanecer casi inactivas por un par de siglos, salvo pequeñas explotaciones para el consumo interno, fueron reactivadas en la última década de la administración peruana de Tarapacá para una amplia explotación; ello, atendiendo a las necesidades del mercado guanero y a los deseos del Estado peruano por lograr beneficios financieros para la Hacienda y así afrontar los diversos compromisos sociales internos.
La abandonada costa meridional de Tarapacá, gracias a la puesta en marcha de las grandes covaderas, se transformó en una zona poblada y sus caletas pasaron a ser puertos donde arribaban grandes cantidades de naves de todas las banderas para cargar el apreciado abono natural. Fueron años de gran movimiento que están comprendidos entre 1874 y 1879. El estallido de la Guerra del Salitre (o del Pacífico) provocará la paralización de la actividad extractiva y la exportación; ello debido a las acciones punitivas de los buques de guerra chilenos contra los puertos guaneros.
Esta industria, por desgracia, se vio empañada por los abusos que se cometieron contra los trabajadores chinos que eran tratados como verdaderos esclavos en las covaderas. Gran cantidad de orientales sucumbieron en aquellas duras labores realizadas en los abruptos y peligrosos promontorios rocosos junto al mar.
Nuestro deseo es dar a conocer la historia de los puertos guaneros más importantes de Tarapacá, para demostrar la extraordinaria importancia de esta riqueza no metálica que, al igual que el salitre, no dejó sus frutos en Tarapacá.
Después de la ocupación militar de Tarapacá, en 1880 la industria guanera reinició su actividad. De nuevo volvió el movimiento a los puertos de Pabellón de Pica, Punta de Lobos y Guanillos, por los cuales se efectuaron cuantiosos embarques hasta fines del siglo XIX. Posteriormente sobrevino la decadencia de estos depósitos y los puertos dieron paso a pequeñas caletas. En compensación se abrieron, por ejemplo, las caletas de Patache, Chipana y Chucumata.
Asimismo, se pusieron en actividad las caletas guaneras de Punta Gruesa, Punta Pichalo, entre otras, las que abastecieron el mercado nacional.
Actualmente esta industria está casi paralizada; la Sociedad Chilena de Fertilizantes (SOCHIF) cerró definitivamente las guaneras, ante todo, por el evidente agotamiento de los depósitos, producto de una intensa explotación.
Fuente: Mario Zolezzi (1993). Historia de los Puertos Guaneros del Litoral de Tarapacá (hasta 1879). En Cuaderno de Investigación Social Nº 34. Centro de Investigación de la Realidad del Norte. Fundación Crear. Iquique, Chile. http://crear.cl
Para saber más:
En: http://rchn.biologiachile.cl En: Segall, Marcelo (1967). Esclavitud y tráfico de culíes en Chile.
En http://www.archivochile.com En: Olmos, Olaf. La explotación del guano y esclavos chinos en las covaderas.
En: http://www.memoriachilena.cl En: Madariaga Araya, Patricio (1997). Historia de las Guaneras y Covaderas del litoral norte. Tarapacá y Antofagasta, 1840 – 1890. Tesis para optar al grado de Magíster en Historia (sólo reseña).
En: http://www.palimpsestousach.cl
Ciclo del Salitre
Buena parte de la historia de Tarapacá se ha construido bajo la industria del salitre; y no sólo esta región ha usufructuado de ello, sino que existe una imagen país ligada al proceso económico y social que implicó la época del salitre; tal como hoy, el cobre y el vino marcan sellos distintivos de lo «hecho en Chile» y la «identidad nacional»; la industria del salitre generó una importante marca histórica y cultural.
La historia del salitre, en tanto ciclo económico, designa lo ocurrido no sólo en Chile, sino también en Bolivia y Perú; el descubrimiento de yacimientos de salitre en el desierto de Atacama configuró las relaciones de Tarapacá y Antofagasta respecto de sus vecinos y el sur del país; todo ello antes de la Guerra de 1879.
En términos estrictamente económicos en Bolivia y Perú primero, y luego en Chile, existió un monopolio del salitre; es decir, en diferentes etapas de lo que hoy es el norte de Chile, cada uno de estos países concentró la producción del mineral. Bolivia y Perú lo hicieron desde la década de 1830 hasta 1884 y luego Chile desde 1884 hasta 1920, período en que se inventó el salitre sintético.
Desde 1830 hasta la década de 1870 la explotación del salitre en la etapa peruana estuvo en manos de privados peruanos, posterior a 1870 pasó a manos del Estado. La etapa chilena el salitre estuvo, en su mayoría, en manos de capitales ingleses y, en menor proporción, en manos de alemanes y estadounidenses; el salitre del antiguo litoral boliviano estuvo siempre en manos de capitales chilenos.
La calidad y abundancia de los yacimientos y la constante demanda europea por el salitre estimularon su crecimiento y explotación, lo cual a su vez atrajo empresarios interesados en el mineral, lo que estimuló el comercio y la infraestructura urbana de las ciudades de Iquique y Pisagua. Buena parte de la infraestructura, como el sistema ferroviario del norte, y la arquitectura inglesa de estas ciudades, incluidos sus teatros y mansiones se deben al flujo económico que arrojó el mineral.
Respecto de la composición social de Tarapacá al comenzar la década de 1870 la industria salitrera recibía trabajadores de varios países y llamaba la atención la composición de la fuerza de trabajo: por ejemplo, en Antofagasta vivían más chilenos que bolivianos; no así en Tarapacá donde siempre hubo una mayoría de origen peruano; incluso hasta el censo de 1917, la tendencia poblacional fue así. Es interesante señalar que en el caso de la población chilena en su mayoría fueron peones provenientes de la zona central y centro-sur del país y en menor medida administradores, burócratas y técnicos de nivel medio que, incluso antes de la Guerra, trabajaban y vivían en la zona.
Asimismo, el proceso productivo generó la formación de numerosos poblados en la pampa (o depresión intermedia), en los puertos y la instalación de una extensa red de ferrocarriles. El crecimiento de la población se produjo vertiginosamente, tanto en las localidades y oficinas de la pampa y en puertos y caletas de la costa; ello como se mencionó, provocado por la migración de hombres y mujeres al Norte Grande en busca de oportunidades de progreso.
Ciertamente que ello configuró el carácter cosmopolita e intercultural de Tarapacá, donde convivieran por un lado; chilenos, peruanos y bolivianos, y por el otro, pequeñas colonias de empresarios ingleses, alemanes, croatas y norteamericanos y, ciertamente, una importante presencia de población indígena.
En la década de 1880, Chile triunfó en la Guerra del Pacífico e incorporó a su territorio las provincias de Tarapacá y Antofagasta, lo que haría de Chile el principal productor mundial de salitre. En la pampa se encontraban yacimientos de enorme extensión, una elevada ley del mineral y relativa accesibilidad, que le dieron al país un monopolio natural por cuatro décadas.
Los primeros antecedentes de la explotación del salitre se remontan a la colonia, en el que los españoles lo emplearon para fabricar pólvora. Al iniciarse el siglo XIX, el salitre tarapaqueño comenzó a ser conocido en Europa por su uso como fertilizante y ser un insumo para la fabricación de pólvora.
Posterior a la Guerra, el gobierno chileno traspasó a manos privadas la explotación del salitre, aunque aplicó un elevado impuesto de exportación lo que le reportó enormes recursos con los cuales se emprendieron obras de infraestructura en muchos lugares y ciudades del país. Los empresarios favorecidos por la «reprivatización» de las oficinas salitreras, fueron mayoritariamente ingleses, entre los que destacó John Thomas North, llamado en la época el «Rey del Salitre».
La explotación del salitre se caracterizó por una lógica, digamos, pre-moderna que se basó en unidades productivas dispersas y de baja tecnología. Más tarde se incorporó al proceso productivo el sistema Shanks, el cual optimizó con creces la producción del mineral. A fines de los años veinte, surgió una nueva modernización de la industria con el sistema Guggenheim en las oficinas de las salitreras María Elena y Pedro de Valdivia; pese a que en los ’20 la suerte del salitre ya estaba destinada a su pronto fin.
La producción del mineral fue aumentando de forma progresiva hasta fines de la Primera Guerra Mundial: de 500 mil toneladas en la década de 1880, se llegará durante los años del conflicto bélico a bordear los 3 millones de toneladas de producción anual. Concluida la guerra, comenzó la crisis de la industria salitrera producto de la competencia del salitre sintético y la especulación que generó el stock acumulado en Inglaterra y Alemania (se pensó que la guerra duraría muchos años más, para lo cual durante 1914 y 1917 las ventas fueron particularmente altas). Para la década del ’20 y en especial para la gran depresión (iniciada en 1929), la producción del salitre caerá ostensiblemente, para sellar su suerte en 1960 fecha en el que cierra la Oficina Humberstone y en 1979 fecha en que cierra la Oficina Victoria; ambas iconos de la vida pampina en Tarapacá.
Finalmente, existe una historia trágica y épica asociada a la explotación de salitre: las matanzas obreras ocurridas en febrero de 1891 en la Oficina Ramírez, en diciembre de 1907 en la Escuela Santa María de Iquique, en febrero de 1921 en la Oficina San Gregorio, en junio de 1925 en la Oficina La Coruña son distintivas de la explotación, la usura y bajos sueldos; pero a su vez marcan el surgimiento y desarrollo de una conciencia de clase que, pese a las injusticias, sobrellevo el movimiento obrero y el pensamiento de izquierda en Chile; pensamiento no sólo reducido a una dimensión política, sino también referido a elementos sociales, artísticos y culturales.
Para saber más:
En: http://pciquique.blogspot.com En: http://www.puntofinal.cl/
En: González Miranda, Sergio (2002). Hombres y mujeres de la pampa. Lom Ediciones: Santiago
En: http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0000315.pdf
En: http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0054274.pdf
En: González Miranda, Sergio (2011). Auge y crisis del nitrato chileno: la importancia de los viajeros, empresarios y científicos, 1830- 1919. Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Tiempo Histórico. N°2 /159-178/. Santiago-Chile. En: Donoso Rojas, Carlos. (2014). El ocaso de la dependencia salitrera (1914-1926). Diálogo andino, Universidad de Tarapacá, Arica – Chile.
En: González Miranda, Sergio (2014). Las inflexiones de inicio y término del ciclo de expansión del Salitre (1872-1919): Una crí- tica al nacionalismo metodológico. Diálogo andino, Universidad de Tarapacá, Arica.
Ciclo de la Plata en Huantajaya
El yacimiento de Huantajaya, se encuentra próximo a la ciudad de Alto Hospicio, región de Tarapacá; específicamente hacia el oeste de la ciudad, por la ruta que conecta con la cárcel de Alto Hospicio, aledaño al cerro San Agustín.
Descripción general:
«En los cerros de Huantajaya situados en la Cordillera de la Costa, se descubrieron ricos minerales de plata. Fue el hallazgo más importante realizado en la época de la Colonia, aproximadamente por el año 1556 y su explotación durante el dominio español pasó por diversas alternativas. Se hizo más regular desde comienzos del siglo XVIII, aunque solamente se beneficiaban las capas superiores de las vetas. Trabajaban sólo a fuerza de barretas y empleándose gran cantidad de pólvora. En 1754 se comenzó a explotar las minas de Chanavaya, situadas frente a la caleta Pabellón de Pica; en 1776 las minas de Santa Rosa cercanas a Huantajaya y en 1779 las del Carmen, también en la Cordillera de la Costa. Todas estas minas tenían fácil acceso a la costa, pero tenía dificultades para aprovisionarse de agua. En un comienzo la obtenían acarreándola desde la desembocadura del Río Loa y en el siglo XVII desde Pisagua. Los españoles beneficiaban parte de los minerales argentíferos en el poblado indígena denominado La Tirana, situado en la Pampa del Tamarugal. Allí disponían de abundante agua y aprovechaban como combustible los tamarugos existentes en el lugar. En las minas trabajaba población nativa a la que se incorporó posteriormente el mestizaje.
En 1718 se reanudaron los trabajos en la explotación de Huantajaya, que habían estado abandonados hasta entonces. Entre los cerros de Huantajaya se encontraba la población y en su centro la iglesia colonial. Por 1826 la actividad minera era mantenida por algunos extranjeros y peruanos que en su mayoría se dedicaban a explotar los desmontes en los que había aún abundancia del metal que no había sido aprovechado durante la Colonia»
Fuente: Zlatar Montan, Vjera (2001). Los croatas, el salitre y Tarapacá. Oñate impresores. Iquique. http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0037185.pdf
El redescubrimiento del mineral
«El redescubrimiento o, más precisamente, el descubrimiento de nuevas vetas de plata en el mineral de Huantajaya, se realizará hacia 1717-1718 según crónicas y fuentes históricas, aunque un viajero y cronista de aquel siglo, Frezier, se refiere al hallazgo de minas de plata cerca de Iquique en 1713. Desconozco si acaso hablaba del mineral que aquí describo, lo ubica a 12 leguas desde Iquique, cuando Huantajaya está en realidad a sólo dos.
Como sea, el yacimiento huantajayino fue redescubierto por el indígena oriundo de Mamiña, don Domingo Quilina Cacamate, quien trabajaba a las órdenes de su patrón don Francisco de Loayza, habitante del poblado de San Lorenzo de Tarapacá que amasaría fortuna con esta actividad y también llevaría una larga época de prosperidad para este pueblo al interior de la Quebrada de Tarapacá, tanto así que llegó a ser la capital provincial cuando Iquique todavía era sólo una pequeña aldea costera, como ya vimos. Por el año 1727, la producción es tal que permitió potenciar a la Caleta El Molle como centro de abastecimiento y de embarque, mientras que el Oasis de Pica pasó a ser el lugar de residencia o descanso de muchos adinerados socios de explotaciones de la mina.
Don Francisco de Loayza inició la explotación de la mina y su mejor época de riqueza, la que aún se hallaba casi superficialmente. Le siguió en el negocio su hijo Bartolomé, quien trabajó especialmente la mina San Simón y fundó la compañía explotadora de Huantajaya. Éste sacó de un tajo poco profundo de 22 varas de largo, la cantidad 54 mil marcos de plata pura en barra, creyéndose incluso que sus trabajadores le robaron cerca de 30 mil, según estimaciones de Mendizábal. En alguna ocasión hasta encontró una «papa» de plata pura de 32 quintales. Más «papas» espectaculares en tamaño y peso salieron de este sector conocido como El Hundimiento, con tres bocas-minas y que todavía puede ser identificado entre el abandono y el olvido del lugar.
Se unió al negocio también don Basilio de la Fuente, otro residente del pueblo de Tarapacá recordado como un gran filántropo, que financió la reconstrucción de la Iglesia de San Lorenzo de Tarapacá y la de Camiña, y que daba asistencia a los pobres indígenas de la zona. Otras familias tarapaqueñas ligadas al negocio huantajayino fueron los Vilca, los Flores y los Castilla.
Cabe añadir que muchos mineros del Alto Perú emigraron por entonces a estos territorios portando sus propias tradiciones y folklore, para trabajar en la explotación de minas de plata como la de Huantajaya, y también en las auríferas de Sipisa, fundando un pueblito en la Pampa del Tamarugal conocido como Tihuana, correspondiente en nuestros días a La Tirana, sede de las fiestas religiosas más importantes de Chile, consagradas a la Virgen del Carmen y con una enorme fusión de elementos culturales donde destacan los de origen altiplánico, por esta razón. La época de Huantajaya, así, tuvo consecuencias para la propia identidad regional-nacional y sus manifestaciones en el folklore religioso del Norte Grande.
La época dorada en el siglo XVIII
La mina de Huantajaya dio un impulso proto-industrial a todo el territorio, que alcanza su cima en el siglo XVIII. Una gran azoguería que amalgamaba con mercurio el mineral, por ejemplo, se encontraba en Tilivilca, unos pocos kilómetros antes del pueblo de Tarapacá, existiendo aún sus ruinas junto al camino de la quebrada. Incluso parece haber un primer respaldo importante en la relación de la imagen y el culto a San Lorenzo con el mundo minero, del que es su Santo Patrono, gracias a la influencia de Huantajaya.
También había en la Quebrada de Tarapacá molinos de rocas y fábricas de pólvora para ser usadas en las faenas mineras; de hecho, antes de iniciada la fiebre calichera que tanto caracteriza a la historia de la región, el salitre era utilizado por esto mismos mineros ya entonces, para los necesarios explosivos requeridos por la actividad huantajayina, usando procedimientos que fueron base a la posterior tecnología de la industrial del nitrato.
La abundancia de plata era extraordinaria y realmente parecía inagotable. Lo seguía siendo aún cuando se acabaron las vetas casi a ras de suelo y se explotaba ya el material más profundo, lo que demandó más cantidad de trabajo por la dureza del terreno rocoso en que se hallaban. Bermúdez Miral agrega al respecto:
«Un cronista de Huantajaya, don Pedro de Ureta y Peralta, habla de dos «pepitas» extraídas en 1758 y 1789, una de las cuales era de 32 arrobas, pertenecientes a una de las minas de los Loayza. En el Museo de Madrid existe un trozo de plata extraído a mediados del siglo XIX que pesa 265 libras, pero se sabe que en 1792 se remitió a España una enorme «papa» de plata cuyo peso alcanzaba a 800 libras… La época más célebre de Huantajaya, porque entonces las minas dieron su más alto rendimiento, comprende de 1718, con los trabajos emprendidos por Bartolomé Loayza, hasta 1746″.
Un pueblo completo creció alrededor de las instalaciones del yacimiento y así, al poco tiempo, el lugar se había convertido en una verdadera ciudad-enclave, también anticipándose a la época de las oficinas salitreras. Las cómodas y numerosas casas se construían con bases y sillares de piedra con mortero, y se edificaba encima con madera, roca y argamasa. El transporte del mineral se hacía en mulas, y el agua dulce era obtenida en las vertientes de la costa o desde el río Loa y luego el Pisagua, frecuentemente desembarcada en el puerto, y llevada hasta el poblado subiendo por la cuesta, circulando entre la comunidad en grandes odres y botijas de cuero que abundaban allí. Productos agrícolas son enviados desde la Quebrada de Tarapacá y Pica, además de alimento para los animales».
Fuente: URBATORIVM. Crónicas y apuntes de exploración urbana de un chileno viajando por la Metropósfera; en http://urbatorium.blogspot.com
Para saber más: – http://urbatorium.blogspot.com/2013/03/huantajaya-la-epopeya-olvidada-de-la.html
- Gavira Márquez, María (2005). Producción de plata en el mineral de San Agustín de Huantajaya (Chile), 1750
– 1804. En Chungara, revista de antropología chilena. Vol. 37 Nº 1. Arica: Universidad de Tarapacá en: http://www.scielo.cl