En el cerro La Gloria, en la Pampa Soronal, algunas noches aparece una princesa cubierta con una especie de túnica blanca, con un gran lazo en la cintura, sus pies con sandalias y sus cabellos adornados con una diadema que resplandece en mil colores. Su rostro joven y hermoso, refleja una gran angustia y pide con acento de súplica, que no la dejen sola, que la defiendan de un gran peligro que la acecha.
Hombres le han preguntado cuál es su temor y se han puesto a su disposición.
-¡Me he extraviado!-es su respuesta- Y sé que desde arriba de este cerro vendrá el peligro, no sé cuál es, pero será mortal para mí si no me defienden.
La joven entrega al hombre un puñal que saca de sus vestimentas, para que se enfrente con el peligro. Al cabo de un momento se oye un ruido ensordecedor y se ve bajar a velocidad endemoniada un enorme bulto rodeado de fuego y polvo. Es un gran toro con piafar estremecedor, viene echando fuego por los ojos, cuernos y hocico. El espectáculo es terrorífico y espeluznante.
Al ver la visión demoníaca el sujeto da media vuelta, bota el puñal y huye hasta desaparecer para siempre en la noche. El toro con una gran explosión se estrella contra la joven y ambos se esfuman tras una gran nube de tierra.
Versión de Moisés Tello Poblete.
En: Juan García Ro (2015). Leyendas del Norte Profundo (p. 28 y 29). Vallenar: Ediciones Mediodía en Punto.