Era el Salón de Té por excelencia de la calle Vivar, sólo rivalizado por el Diana. Pasteles frescos y obviamente la malta con huevo que embriagó y alimentó a la vez a más de algún ferroviario jubilado. El fin de mes, en el día del pago, familias enteras invadían el Kam Lin en busca del frescor de panes y pasteles. Era el lugar de reunión de la familia iquiqueña.