Abuelo, me retaron en la escuela
porque dije que Prat era iquiqueño,
y tú me lo afirmaste no hace mucho
cuando hablamos los dos acerca de esto.
Citaron un lugar llamado Ninhue
y una hacienda con nombre de misterio:
San Agustín de Puñal o del Puñual,
que para mí es lo mismo más o menos
dijiste que el marino era abogado,
más bien conciliador que pendenciero.
De niño, juguetón, despreocupado;
de hombre, estudioso, responsable y serio.
También que hasta una vez lo castigaron
por pelear (como yo) en algún recreo
con el tony del curso, Carlos Condell,
su amigo fiel y eterno compañero.
Hasta opinaste que por muchas cosas
era más un civil que un marinero;
e incluso que mandaba «La Esmeralda»
porque éste era un navío enclenque y viejo.
Ni un signo evidenció jamás a nadie
su trágico destino, su alma de héroe,
pese a que tras su porte mesurado
se adivinaba en él a un hombre recto.
Y, sin embargo, en el momento crítico,
cuando se le exigió un acto supremo,
Prat saltó a los anales de la Historia,
dando su vida en el sublime gesto.
Y tú me aseveraste que este salto
lo convirtió al instante en iquiqueño…
por lo que me retaron en la escuela.
Pero, no importa…¡te perdono, abuelo!
Autor: Tomás Gray Pizarro