Nuestro continente tiene tesoros fabulosos: recursos naturales, tecnologías (cultivo del maíz desde hace 6 mil años, economía informal en las ciudades modernas), sentido de humor y de solidaridad. Esta vitalidad resalta más debido a tanta agresión que hemos sufrido, mediante la represión -durante la Colonia-, y mediante varios tipos de control en el transcurso de la modernidad latinoamericana.
El influyente jesuita José de Acosta recomendaba para el ‘Nuevo Mundo’: «ir poco a poco formando a los indios en las costumbres y la disciplina cristiana, y cortar sin estrépito los ritos supersticiosos y sacrílegos (y luego agregaba) en vez de los ritos perniciosos se introduzcan otros saludables, y borrar unas ceremonias con otras». Existía pues una constatación de costumbres junto a considerarlas como demoníacas. Esto significaba una agresión cultural y espiritual, Los Concilios sudamericanos realizados durante el siglo 16 dijeron: «que el abuso común y de tanta superstición que tienen casi todos los yndios de sus antepasados de hacer borracheras y taquies y ofrecer sacrificios en onrra del diablo a tiempo de sembrar y del coger, y en otras coyunturas y tiempos quando comienzan algún negocio que tienen por importante, todo esto se quite totalmente».
La documentación indica -entre otras cosas- violencia contra modos de trabajar, relaciones sociales, arte, religión autóctona. Sólo algunos elementos autóctonos son integrados en los parámetros oficiales. Tanto para los ojos civiles como para los eclesiásticos, la cultura del pobre es vista como desorden, peligro, subversión, idolatría.
Dando un gran salto en el tiempo llegamos a pautas contemporáneas. Se presume que ritos y festejos o bien carecen o bien tienen poco contenido evangélico. Los textos recalcan una acción eclesial ‘purificadora’, correctora, e integradora.
A mi juicio, en el contexto moderno lo más problemático es la modificación y sustitución de la fiesta del pueblo, por motivos económico-culturales. La estrategia secular -a través de medios de comunicación, eventos masivos, y neo-rituales de la ‘felicidad’- es una estrategia eficaz de sustitución. Esto ocurre, en cuanto a necesidades básicas, mediante la adquisición de bienes materiales y culturales.
Vale la sabiduría poscolonial; por ejemplo, el gris jaspeado, ch´ixi andino, que correlaciona elementos diferentes, y la gama de mestizajes e identidades emergentes en el mundo de hoy. Como explica Tania Avila de Oruro: “somos semillas de resistencia que hoy ofrecemos aquella sabiduría de nuestros ancestros al futuro, a las generaciones que quieran reaprender desde esas raíces y semillas enterradas que hoy ofrecen la posibilidad de un futuro en y con la ‘casa común’. Contemplando al bioma, veo que es posible encarnar la vida que la divinidad nos regala. La conversión ecológica también pasa por revisar nuestros métodos de enseñanza y aprendizaje… por dejar de priorizar la reflexión racional y entretejerla (en igualdad de condiciones) a la hondura del encuentro, de las sensaciones y percepciones que co-crean la vida integral”.
En las Américas llevamos cinco siglos de intervenciones externas y cambios internos de carácter colonial; esto penetra mediante acentos racionalistas, antropocéntricos, tecnocráticos, políticos. Introyectamos estructuras de agresión y rechazo del otro/a; hay imposición global de seudo-culturas del yo y del progreso de minorías. Por otra parte, la actividad de-colonial y la crítica hacia cualquier imperialismo son unas constantes en nuestra larga historia.
Hace un siglo, desde una escuelita en Punta Arenas, Gabriela Mistral anotaba: “somos un pueblo, todavía en formación” y añadía “esta patria -como cualquier otra- para ser noble ha de tener, como Cristo, abierto sus brazos hacia toda persona de la tierra… mezclarse no es perderse… es sólo tra|nsformarse en un sentido de belleza y de valores”. En otra ocasión, Gabriela escribió: “no hay nada más ingenuo, no hay nada más trivial y no hay cosa más pasmosa que el oír al mestizo hablar del indio como si hablara de un extraño”. En otro momento: “di conmigo brava-gente-araucana. Sigue diciendo: cayeron. Di más: volverán mañana”.
En los territorios de norte a sur, tanto hoy como mañana, renacemos como humanidad si abrazamos la vida. La colonialidad es soberbia, y es violencia directa o disfrazada.
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Diego Irarrazaval
(Santiago de Chile, 2021)