Calle Baquedano, por Guillermo Ross-Murray

Balcones azorados y curiosos.

El pretérito ubicuo, también travieso
como dios,
se esconde en cada puerta,
surge al paso.

Yo miro su estampa chorreante

de nostalgia y recibo

de mister Lee, el sobrio «buenos días».

Distingo apellidos queridos
en aquellas paredes que presumen
con heráldica.

Desde cualquier rincón, acecha carnívoro,
el espectro de un incendio.

Yo conozco esta calle.

He penetrado en muchas de sus casas,
hasta muy dentro de su historia
verdadera. ​¡Huancavelica de ayer, más amable, más hipócrita!

Detrás de esa ventana,
se guarece un olvido
relleno con postales
espejos
prestigio
seda
tardes domingueras
mandolina
operetas

la justicia, allí, vendería sus labios/por un puñado de peniques.

Seco, rígido, Palacio Astoreca: ¿te penan todavía
tus salones cesáreos, tus dueños
dominadores de la sal y de la siesta? …

Invariable paisaje el nuestro:

¡No daba, el océano, abasto
para tanto navío!

Quizás caminaría por aquí,
aquel que vendándole los ojos a su caballo
brincó hacia la gloria.

Al caminar me salgo de este tiempo.

Viejas palmeras avizoran horizontes inútiles.

Autor: Guillemo Ross-Murray
Publicado por «Centro de Investigaciones Históricas Tarapacá», Iquique, Chile. Noviembre de 1981

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