Busto a Obispo Labbé

Gratitud

Cuarenta mil pesos tendrán que reunirse por suscripción popular para costear el busto de Monseñor Carlos Labbé Márquez, esculpido ya en bronce por una de las escultoras nacionales más destacadas, la señorita Ana Merino, busto que será colocado frente a la Catedral, como el mejor modo de ligar a perpetuidad al recuerdo de los iquiqueños el nombre del ilustre Obispo. Cuando al cumplirse el primer aniversario de su muerte la Municipalidad actual integrada por hombres de las más diversas creencias religiosas y doctrinas políticas, acordó rendir este homenaje, y, a la vez, solicitar la autorización del Congreso para darle el nombre de Carlos Labbé Márquez a una de las principales calles de Iquique, lo hizo, como es obvio, movida por el más alto sentimiento de merecida gratitud hacia quien se identificó con Tarapacá con el más profundo cariño, exteriorizado en un constructivo y siempre alerta espíritu público.

Monseñor Labbé vino a Iquique desde la sureña tierra de Curicó, que era su tierra. Tenía la bonhomía propia del hombre de campo, y junto a esas cualidades un talento, y la modestia auténtica de los hombres que verdaderamente valen. Pero, por más que él siempre quisiese estar en segundo plano, sus propios y excepcionales méritos tenían que ser aquilatados, y lo fueron invariablemente, por quienes actuaban junto a él, en las más diversas iniciativas relacionadas con los intereses generales de esta provincia. Y así fue cómo, sin él buscarlo, se convirtió en su más autorizado y útil personero.

Era un hombre muy comprensivo, de amplio espíritu. Como el Dulce Maestro de Galilea veía en cada hombre a su hermano, por opuestas que fuesen sus doctrinas a las suyas. Y aunque nunca tuvo fortuna, y muchas veces careció de recursos hasta sufrir privaciones, en todo tiempo su generoso corazón buscó las oportunidades para practicar la virtud de la caridad. Así, cuando la última crisis salitrera, prolongada varios meses, Monseñor Labbé organizó una intensa ayuda a muchísimas familias cuyos jefes estaban cesantes, y de mi propio peculio sostuvo en gran parte ese auxilio.

Creía con la fe de un visionario que la agricultura, hoy en estado incipiente en nuestra provincia, podría y debería ser para ésta, y aún para el país, un factor económico de tanta importancia como lo es el salitre. Quiso dar una prueba de ello, y acometió la obra del Fundo El Carmelo, con la intención de convertirla en un ensayo serio y fructífero de explotación agrícola en plena pampa del Tamarugal. Su idea era que su ejemplo sirviera para mover los capitales y el esfuerzo del hombre que permitieran más tarde la milagrosa transformación de lo que hoy es una yerma, una desolada extensión de treinta mil hectáreas, en una tierra feroz. Ni el pesimismo del medio ambiente, ni los muchos y grandes obstáculos lo hicieron desistir de realizar su experiencia. Y si bien ella quedó detenida por inconvenientes de orden material, que con medios adecuados pueden ser fácilmente subsanados, de ninguna manera podría decirse que esa experiencia fracasó, ya que sirvió efectivamente para probar que en la Pampa del Tamarugal el agua subterránea es muy abundante, y la excelencia del suelo casi no tiene parangón en nuestro país, ya que en él se obtienen hasta seis cortes de pasto al año.

El busto de Monseñor Labbé, expuesto por siempre al respeto y el reconocimiento de los iquiqueños les estará recordando su obra, y dentro de ella el interés superior con que defendió el derecho que tiene Tarapacá a aspirar a una mejor realidad económica, y los esfuerzos que él gastó en un generoso afán por contribuir a la obtención de ese progreso. Por todo lo que hizo en bien de Iquique, y por la forma cómo lo hizo, Monseñor Carlos Labbé Márquez tiene méritos sobresalientes para que este pueblo-, su pueblo-, agradecido, le rinda el homenaje que le acordó la Municipalidad, en la certeza de interpretar con exactitud el sentimiento unánime de los iquiqueños. La Municipalidad tiene el justo y acertado deseo de darle al acto de inauguración del busto de Monseñor Labbé el carácter de uno de los principales números oficiales de la celebración de la Semana Tarapaqueña, ya tan próxima a iniciarse.

Sin duda lo logrará. Porque el objetivo que se persigue hace que el reunir los cuarenta mil pesos sea una tarea fácil, pues seguramente los iquiqueños, generosos como han sido siempre, lo serán mucho más en esta ocasión, movidos por el entusiasmo y la prodigalidad que nace de los corazones agradecidos – S.   

El Tarapacá

Sábado 22 de febrero de 1947, Año LII, N°17455, p.3

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