Las otras réplicas del terremoto del 13 de junio del 205
El terremoto ha puesto en boca del Chile del centro y del sur palabras que nunca había escuchado: Matilla, Mamiña, Sibaya, Huara, Huaviña entre tantos otros términos aymaras. La prensa santiaguina se ha visto sorprendida por un mundo que ni siquiera imaginaban que existía. Hablaban de aldeas, y la gente que escucha esa palabra, asocia de modo mecánico, la imagen de indios. Y éstos, se asoman con plumas y taparrabos. Cuando el conductor de noticias se refiere a la fiesta de San Lorenzo, habla de un fiesta pagana. Ejerce sin saberlo, violencia simbólica. Hay pues una ignorancia ilustrada. Se habla de patrimonio desde la academia. Los aymaras dicen costumbre o religión. Se habla de riquezas del pasado, ellos dicen de toda la vida.
El Chile moderno que se auto-presenta bajo la forma de mall, costanera norte y telefonía celular, queda “fuera de juego” ante la realidad que el terremoto se ha encargado de hacer visible. La prensa parece un ejército de ocupación, los periodistas corresponsales de guerra, en un territorio que les conmueve, pero que rápidamente lo encapsulan bajo la palabra folklore. Esta palabreja sirve para ocultar la pobreza. O bien, disfrazarlo de modo que duela menos. Estos poblados y su realidad pone en cuestión al país que celebra tratados de libre comercio con todo el mundo, pero que no puede celebrar tratados con su propia gente para superar la pobreza. Y por favor, no caigamos en la trampa de confundir tradición con pobreza como ciertos antropólogos pretenden.
Las secuelas del terremoto no paran. Y no se trata tan solo de pequeños movimientos telúricos, sino que es peor. Se trata de conceptuar que se va a hacer con tanta destrucción. El discurso oficial, bienintencionado, por cierto, diseña la respuesta que su lógica le aconseja. Botar todo lo que quedó y sobre este terreno levantar medias aguas. Y en forma provisoria, se agrega. Se ignora que en este país lo provisorio siempre es definitivo. Tendremos las quebradas llenas de mediagua. En invierno frío absoluto, y en verano, calor absoluto.
Esta solución “Hogar de Cristo”, dista mucho de ser la mejor. Las mediaguas son soluciones pensadas desde la institucionalidad gubernamental y desde la elite caritativa e ilustrada. Les anima la buena intención, pero hay que ir más lejos aún.
“Se me cayó el pueblo”.
Conversando en un programa de televisión con el arquitecto René Mancilla, me decía que había escuchado en Huara, a una mujer expresarse así del terremoto. Hay que hacer énfasis donde corresponde. Se le cayó el pueblo, no solamente la casa. El aymara y los que desciende de esa etnía piensan y habitan el mundo de un modo diferente al nuestro. Hay una idea de conjunto, en la que la casa es sólo un elemento. Una idea del todo, del cuerpo, de la totalidad que va más allá de la estructura material de una casa. No existe un pensamiento dicotómico, tan típico de la cultura moderna y occidental, que separa las cosas en dos.
La casa o mejor dicho la vivienda es un microcosmos, un lugar donde el cosmos tiene su sede. Una especie de correspondencia en la que los elementos con la que se han construido vienen de su entorno (No se usa la palabra naturaleza, ya que ésta se opone a sociedad). Y los límites de esa vivienda están marcados por las fronteras del ayllu. El ayllu es la expresión de redes familiares amplias
La reconstrucción de los pueblos es una labor que le corresponde dirigir y diseñar a la comunidad organizada. Y hay experiencia al respecto. Para el terremoto que derrumbó a la comunidad de Chiapa, entre otras, Jaiña, por ejemplo, el año 1987, varias organizaciones no gubernamentales, diseñaron una labor que valoraba el modo andino de reconstruir. Se trataba de no agredir al pueblo con pino insigne y zinc, sino que en actitud de combinación mezclar lo propio con lo ajeno.
La paja brava, el barro, el adobe, creativamente combinados con los elementos de la cultura urbana, bajo la atenta mirada de especialistas y de la comunidad pueden reconstruir un ambiente, donde mujeres y hombres, se sientan identificados.
El paisaje no es una escenografía, es algo que envuelve la vida. El paisaje al igual que el ganado y la chacra tienen vida. La materialidad que se ha venido abajo, es sólo una parte de esta compleja cultura.
No sólo hay que reconstruir casas, también hay que reparar el corral de los animales que es un lugar de culto, y limpiar y canalizar las acequias donde el espíritu del amaru corre dando la vida. La reconstrucción de la rica cultura aymara tiene que seguir la línea de continuidad de estos antiguos habitantes de Tarapacá.