Cardoen: la muerte se viste de enero

«Me preguntaron como vivía, me preguntaron
sobreviviendo dije, sobreviviendo
tengo un poema escrito más de mil veces
en él repito siempre que mientras alguien
proponga muerte sobre esta tierra
y se fabriquen armas para la guerra
yo pisaré estos campos sobreviviendo
tristes y errantes hombres sobreviviendo
Sobreviviendo»

Víctor Heredia.

El 25 de enero de 1986, una explosión en la planta Cardoen deja veintinueve muertos y diez heridos. Sucedió a las diez y media de la mañana. Ubicada a 8 kms al este de Iquique, en la localidad de Alto Hospicio la fábrica se dedicaba a producir bombas de racimos que se exportaban a Irak. Nunca se supo las causas reales del accidente que, en una primera instancia, se trató de imputar a un acto terrorista.

La explosión fue de tal magnitud que en la ciudad de Iquique, se escuchó a pesar de la lejanía. El obispo de la épica Javier Prado Aranguiz, denominó al acto de fabricar bombas como un «pecado social». Otros lisa y llanamente tildaron a Carlos Cardoem como «el empresario de la muerte».

La ciudad de Iquique profundamente impactada por la tragedia, acompañó, en sus funerales de las víctimas al Cementerio Nº 3, en un multitudinario acto, solamente superado, años más tarde por el entierro de los fusilados en Pisagua.

En la población Rubén Godoy y concretamente en la parroquia de San Patricio, y con la presencia de Monseñor Javier Prado Aránguiz, el domingo 25 de mayo de 1986, a las 21.00, se realizó un acto litúrgico y de homenaje a cinco jóvenes víctimas de la explosión de Alto Hospicio. Se procedió a la inauguración de la biblioteca que lleva el nombre de los cinco jóvenes inmolados en la explosión.

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